Con las retenciones móviles no alcanza

por Miguel Espinaco y Javier González

La discusión que se abrió alrededor de las retenciones móviles fue un cimbronazo político que terminó con la pax post devaluatoria, con esos tiempos en los que el producto bruto en crecimiento alcanzaba para el reparto entre todos los sectores empresarios y encima las migas permitían bajar si bien sea de a escaloncitos, la pobreza y el desempleo y recuperar el salario real que había sido llevado hasta el infierno en el 2002.

Obviamente, la medida tomada en marzo no fue más que el resultante de un forcejeo que ya se podía descubrir en el tironeo de los precios relativos que estaba haciendo reaparecer la inflación, apenas disimulada por la cosmética oficialista. Sin embargo, la medida terminó resultando detonante de enfrentamientos políticos que llegaron mucho más lejos de lo que a primera vista parecía posible.

De resultas de la lucha interburguesa por la torta, que quedó embanderada en las consignas ligadas a retenciones sí, retenciones no, se ordenaron los dirigentes políticos poniendo en jaque antiguas alianzas y organizando otras nuevas.

En ese marco, la izquierda - siendo lo más amplio posible en su definición - ha sido impactada también por el fenómeno. Algunos quedaron del lado de las instituciones del campo seducidas por el apoyo de masas y por la movilización que se formó tras el reclamo, o sencillamente porque era una posibilidad de marcar más claramente un perfil contra el gobierno, otros optaron por cerrar filas con el kirchnerismo haciendo eje en las características oligárquicas y destituyentes del proceso en marcha y por último, entre esas dos posiciones, hubo una amplia gama de opiniones que se movieron intentado forjar un discurso propio y con coherencia interna, en medio de la gigantesca presión ejercida por los contendientes en pugna.

Esto viene a mostrar, por si hacía falta, el gigantesco problema teórico que cruza a la izquierda, pero más que nada demuestra la falta de un ámbito político público en el se puedan debatir las diferencias. No hay ni partidos reconocidos que discutan en un terreno más o menos importante de la realidad, ni dirigentes sobre los cuales sectores sociales se pregunten qué opinan y entonces, la norma termina siendo el aislamiento en el cual las posiciones tienden a dejarse modelar por las presiones reinantes y a no alcanzar nunca la suficiente densidad como para forjar una alternativa original y propia.

Cuando decimos la izquierda no nos referimos, claro, solamente a los partidos. La página web Indymedia no tuvo una posición editorial hasta hace pocos días, en que asumió el documento de la "Campaña Nacional contra el hambre y la inflación, por la socialización de la riqueza y la soberanía alimentaria" como si fuera propio.

En esta revista, se ha opinado sobre el tema en las notas "La Falsa Contradicción", Imaginarios y Polarización, todas del 2 de abril. Después de eso, el tema se ha tratado en varios debates en la radio y algunos aspectos han sido reflejados en el blog, pero en la revista no ha habido más notas de análisis, la cuestión ha sido tomada sólo tangencialmente.

Quiero decir: somos parte del problema.

Los sí, los no y los ni ni

Ha habido de todo y no es para sorprenderse. El hecho ha resultado una conmoción tal que arrinconó, por ejemplo, a Binner contra Reutemann, produciendo fricciones en el partido Socialista y provocando también ruidos varios en el "nuevo" PJ de Kirchner.

Las discusiones en la izquierda fueron mucho menos mediáticas y apenas asomaron algunas polémicas mostradas por Página 12, en la que intervinieron intelectuales que se reivindican de ese campo. Sin embargo, las posiciones fueron también tan variadas, que abarcaron desde los sí hasta los no, pasando por los ahora bautizados ni ni.

Entre las posiciones a favor del reclamo agrario, quizás la más notoria opinión fue la del MST, que contó con alguna presencia mediática de su dirigente más conocida: Vilma Ripoll.

"La única manera de avanzar es apoyando en primer lugar a los pequeños productores para que ganen y logren retenciones diferenciadas, coparticipables y que se les cobre más a los que más tienen" escribe el MST en una nota titulada Alta Tensión publicada en la última edición de su periódico partidario. Su propuesta de retenciones diferenciadas e impuestos progresivos a la ganancia, se aclaraba en la nota Cristina acorralada de la edición anterior, que proponía "aplicar retenciones diferenciadas, regionalizadas y coparticipables, cobrándole impuestos progresivos a los terratenientes y grandes pooles. Sentando las bases para una reforma agraria y la nacionalización del comercio exterior".

El asunto es, digámoslo, un poco enrevesado. Si uno lee la propuesta, podría decirse que el MST está a favor de las retenciones que propone el gobierno, siempre que estas sean diferenciadas y coparticipables, sin embargo nunca lo dice claramente. Está claro que si lo dijera abiertamente tendría algunos problemas para aparecer apoyando a los chacareros.

Lo cierto es que el reclamo de retenciones diferenciadas no aparece visible entre los productores, ellos no han roto nunca la unidad de acción entre pequeños y grandes y siguen reclamando juntos volver a la situación anterior al 11 de marzo, o sea que gritan unidos un no a las retenciones que los incluye a todos.

La contradicción resulta mayor cuando se apunta a la nacionalización del comercio exterior. Es difícil pensarse en medio de este movimiento apoyado en la consigna "no me toquen mi platita", proponiendo que el Estado sea el único comprador y fije un precio a gusto y paladar para comprar toda la producción, lo cual sería algo así como la meca de la retención móvil, algo así como la retención móvil al cubo.

Los que aprovecharon la bolada para apoyar al gobierno, para darle carnet de progresista, fueron también unos cuantos: "el modelo del Gobierno no es sustancialmente distinto al de la Sociedad Rural. Pero la derecha y sus adherentes ideológicos no toleran la más mínima diferencia de 'estilo' con su modelo. (…) La situación obliga, a todo el que sienta una mínima responsabilidad (social), a sentar con la mayor nitidez posible una posición. Insistamos: no necesariamente a favor del Gobierno, sino inequívocamente en contra de intentonas que, a esta altura, ya nadie puede dudar que son, intencionalmente o no (pero más bien sí) 'desestabilizadoras', 'golpistas', 'reaccionarias'" nos explica Aliverti en un artículo intitulado Confusiones Peligrosas - Una vieja trampa en la que de pronto se descubre un enemigo determinante y entonces el punto es que "no hay que equivocarse".

Y aunque ritualmente se reconozca que el modelo del Gobierno no es sustancialmente distinto al de la Sociedad Rural, al final hay que marcar alguna diferencia para que su justifique la toma de posición que se nos exige y entonces el modelo K se convierte por arte de magia en "una posibilidad (con más de única que de interesante) para avanzar, así sea a los tumbos, hacia un modelo largoplacista de inclusión social".

Los terceros en discordia han sido los ni ni, bautizados así en Indymedia porque su documento se llama "Ni con los empresarios del campo, ni con el gobierno mentiroso".

Resulta que varias organizaciones sociales se movilizaron, el jueves 29 de mayo, en el marco de la Campaña Nacional contra el hambre y la inflación, por la socialización de la riqueza y la soberanía alimentaria, para escrachar a la Sociedad Rural, a la sede porteña de Repsol YPF y al Ministerio de Economía. Entre sus planteos aparecía el de aumento general de salarios para recuperar el poder adquisitivo perdido, blanqueo de todos los trabajadores y estabilidad laboral, control popular de los precios para frenar la inflación y cambios en el modelo agropecuario. Sobre el tema de las retenciones, su propuesta es que estas se mantengan, pues las ven como una medida positiva que permite desacoplar el precio internacional del nacional, pero pretenden que lo recaudado se dirija a un plan de obras públicas en salud y en educación, que además emplee mano de obra, combatiendo el desempleo.

En esta misma línea del ni ni se ha expresado el Nuevo Mas, que ha opinado que lo que esta viviendo el país "es una abierta disputa entre sectores patronales por las ganancias que deja el trabajo de los obreros del campo y la ciudad" (A 90 días de lockout agrario) y por eso propone "una amplia labor de clarificación acerca del carácter patronal de ambos bandos en pugna y de la necesidad de los trabajadores de no alinearse con uno u otro y hacer todos los esfuerzos por que las reivindicaciones obreras y sus luchas se abran paso ante el ninguneo del gobierno K, de los sectores patronales de la industria y el campo, de los burócratas sindicales de todos los colores e, incluso y despreciablemente, de la izquierda que le capitula a uno u otro bando capitalista" (Un camino de clase).

Estas posiciones que intentan correctamente delimitarse de los sectores patronales en pugna, han sido consideradas por los sectores de la izquierda pro-campo como kirchneristas, lo cual aparece exagerado viniendo de quienes quedan preocupantemente alineados con la Sociedad Rural y con las patronales exportadoras.

Hecha esta aclaración, digamos que puede resultar útil intentar una crítica de estas visiones para avanzar en el debate y decir entonces que las opiniones del nuevo Mas se quedan en una abstracta posición propagandística y no resulta claro en ella de que cuerda hay que tirar para mejorar la posición de la clase obrera en medio de este enfrentamiento, mientras que de las organizaciones sociales podría decirse que terminan proponiendo un sí a las retenciones si se usan para mejorar la situación de las masas, pero queda el problema de quién las administrará para que realmente cumplan ese objetivo.

Sin ir más lejos, Cristina Fernández ha presentado ayer un llamado plan social para aplicar el excedente de retenciones, pero ¿alguien duda de que en manos de este gobierno y más allá de las declamaciones, esa plata terminará siendo parte del festival de subsidios y de ganancias para las patronales amigas?

Los unos y los otros

Este conflicto que lleva más de 80 días de idas y vueltas se presenta en los medios desde una falsa contradicción campo-gobierno. El asunto es que no se trata del campo sino de las patronales agropecuarias o como más le guste llamarla sin perder de vista que se trata de organizaciones de patrones, y de un gobierno, que más allá de lo discursivo, no es un gobierno popular y mucho menos revolucionario. A partir de la instalación de esa falsa contradicción todo se ha discutido a partir de anécdotas y de construcción de imaginarios alrededor de los supuestos contendientes.

Algo complejo como la lucha de clases se reduce a la idea de una confrontación, como si se tratara de un partido de fútbol en el que dos equipos se enfrentan. La burguesía no es una clase homogénea y monolítica y en su interior, sus integrantes no están exentos a las disputas que por los negocios se desarrollan desde que el capitalismo reina sobre este cada vez más devaluado planeta tierra. Esta disputa no es sólo entre la burguesía y el proletariado, como se suele presentar dogmáticamente a la lucha de clases, sino entre distintos sectores de la burguesía que defienden sus intereses a rajatablas.

No se trata de un Gobierno de trabajadores, o en el cual los trabajadores tienen un lugar predominante, ni siquiera en el partido peronista hay lugar para dirigentes obreros, a no ser que se hayan constituido en algún tipo de burocracia sindical detentadora de algunos emprendimientos empresariales. No obstante, como trabajadores que no hemos nacido de un repollo, no estamos exentos de este conflicto, pues somos nosotros quienes sufrimos las peores consecuencias de estas peleas al interior de la burguesía.

Los imaginarios han jugado su rol importante en todo este conflicto, por un lado aquellos que intentaron ver a las patronales agropecuarias como a los incansables y trabajadores gringos que de sol a sol construyeron y construyen la patria celeste y blanca y por el otro lado se ha querido ver en el gobierno de los K, la consumación de políticas progresistas, cuasi revolucionarias, como si Cristina sentara las bases para el socialismo.

Los peronistas suelen invocar al finado general para todo, lo que pasa es que el eclecticismo de Perón brinda la posibilidad de autolegitimar casi cualquier posición, desde izquierda a derecha.

La idea del socialismo nacional tuvo su auge allá por los 70, afirmada en la definición que explicaba que socialismo nacional significaba repartir equitativamente 50% para el capital y 50% para los obreros. Sin entrar a hacer cuentas que mostrarían que un 50% para unos pocos capitalistas significa mucho más que 50% para millones de trabajadores, lo cierto es que en los primeros años de la década del 70 cuando Cámpora llegaba al poder por el voto popular y el peronismo engendraba también lo peor de la represión que luego se extendería por todo el país, esos porcentajes se habían alcanzado pero la sociedad seguía siendo injusta e inequitativa, y no se habían eliminado ninguno de los males que caracteriza a una sociedad capitalista.

Y esto porque ese socialismo nacional del peronismo setentista no atacaba la raíz del problema que era la misma sociedad capitalista. Es decir, aún resultando importante y fundamental, la redistribución de la riqueza no basta por sí misma para satisfacer las necesidades de los millones de trabajadores explotados.

Más allá de las retenciones

Volviendo al conflicto que los medios se han empeñado en llamar "campo vs gobierno" cabe preguntarse si tenemos los trabajadores que tomar posición política sobre esto y sobra responderse que sí pero, aclaremos, evitando pensar con cabeza de burgués cuando nuestro bolsillo es de obrero, es decir saliendo de la falsa polarización que gobierno, patronales y multimedios han instalado en la discusión cotidiana, evitando caer en las falsas y estúpidas consignas con las que la clase media salió a cacerolear, escarapela en pecho y la voz en alto "todos somos el campo".

Es importante diferenciar un proyecto burgués de otro a la hora de pensar dónde ubicarse. Está por demás de claro que Cristina no es Menem, pero también está claro que su proyecto sigue siendo burgués, es decir sigue siendo un proyecto que busca beneficiar a algún sector de la burguesía y esto va en detrimento de los trabajadores, aunque se tengan más ventajas con un Estado de tipo benefactor que con un Estado neoliberal.

Se pueden formular dos preguntas que pueden funcionar como descalificadoras de las dos posiciones principales en pugna, pero también como cimentadoras de alguna nueva propuesta por la que valga la pena intervenir en esta discusión.

La primer pregunta es si o no a las retenciones móviles, y esa pregunta manda al tacho toda la pavada esa de todos somos el campo, de todos con el campo y esas consignas de simpatía que circulan por ahí. Parece una tontería, pero esta pregunta esencial terminó resultando ocultada entre las anécdotas, si Cristina es soberbia, si el campo no escucha, si hay doble comando, si son golpistas. Horas de discusión, pero casi no se escucha nada en la radio o en la tele sobre este debate. A los políticos que dicen hay que negociar y ser buenos muchachos, hay que preguntarles al toque, bueno, pero usted está a favor o en contra de las retenciones móviles. Si dice que no, tendrá que explicar cómo hará entonces para que los precios internacionales no terminen impactando en el bolsillo obrero y deprimiendo aún más el salario real.

La segunda pregunta es retenciones móviles para qué y ahí el tema se pone mucho más complicado. El gobierno tironea de la renta para beneficiar a otro sector empresario y visto así la cuestión no parece incluir diferencias para un trabajador que observa la puja desde afuera: el gobierno no garantiza redistribuir nada, los empresarios agrarios tampoco. Sin embargo hay un par de cuestiones en las que conviene afinar la puntería.

Primero que nada, los capitales orientados al mercado interno ocupan más trabajo que estos productores de forrajes que supimos conseguir y entonces algo se podrá conseguir de eso, aunque más no sea el derecho a ser explotados en vez de desocupados.

La segunda cuestión es que al objetivo de no me toquen mi platita, que han esgrimido sin vergüenza los empresarios del campo, el gobierno ha opuesto objetivos que aparecen correctos y aunque en boca de un gobierno burgués su formulación termine siendo pura propaganda para la gilada, es factible tirar de ese hilo para pensar en medidas que sean capaces de cumplir con esos objetivos.

Porque si la idea es que no se trasladen los precios internacionales de los alimentos al mercado interno, no alcanza con el Estado interviniendo. Por un lado, las leyes de la ganancia capitalista ya mostraron su eficiencia para arbitrar los precios y reconstruir sus tasas de ganancia y reordenar los precios relativos pasando por arriba de las medidas administrativas y por otro, ya mismo el esquema ha sido perforado, ya el gobierno ha tenido que retroceder en eso achatando las retenciones por arriba de ciertos valores - o sea haciéndolas menos móviles - y aceptando la devolución a los pequeños productores.

Porque si la idea es redistribuir el ingreso, no parece suficiente dejar a De Vido haciendo de gran redistribuidor.

Porque si el problema es frenar la ocupación por la soja, no se entiende por qué los precios internacionales no se seguirían imponiendo sobre las necesidades alimentarias de los argentinos, si el mismo gobierno - más allá de su limitada puja - es el más interesado en que Argentina siga siendo el país de la soja, para seguir agrandando el superávit que le permite cumplir con la deuda externa.

Para todo esto entonces, con las retenciones móviles no alcanza, hace falta ir más allá en el control social de la ganancia social, esa ganancia que resulta del trabajo de los argentinos y que, en el mundo del capital que campo y gobierno defienden, es ganancia privada.

En ese sentido, puede coincidirse con la propuesta de nacionalización del comercio exterior que han planteado algunos sectores desde la izquierda, una medida similar a la que tomara Perón en la década del 40, una medida que resultaría útil para nacionalizar toda la renta diferencial producida por la suba de precios de los commoditties.

Eso sí, se trata de una medida que a la luz de las experiencias del siglo pasado, no puede pensarse con las coordenadas del viejo estatismo que fracasó y entonces, deberá incluir controles por parte de los pequeños productores y asociaciones de consumidores para que se garanticen precios diferenciados para los pequeños productores y precios de alimentos baratos, deberá incluir controles por parte de las organizaciones ecologistas, para que se reoriente en serio la producción agropecuaria de modo que resulte racional y garantice, antes que nada, la alimentación suficiente y equilibrada en la Argentina.


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