Biografías curturales

El arte del mimo no es algo que cualquiera pueda practicar, más allá de los mimos que el cariño nos puede promulgar. Amílkar Eusebio Ibarra supo hacer del Mimo la mas clara expresión del compromiso social.

Amílkar Eusebio Ibarra

El mimo militante

por Maytland Goyeneche

Amílkar Eusebio Ibarra, tal vez inspirado por sus primeros intercambios gestuales con su madre, decidió, a la temprana edad de cinco años que lo suyo serían los mimos.

Si bien sus primitivas intenciones estaban orientadas a sus compañeritos de jardín con el correr de los años su estrecho contacto con las artes dramáticas lo llevarían por el tortuoso camino del arte, más precisamente el camino del mimo, ese solitario y silencioso camino que, si buceamos en la historia, se encuentra en las antípodas de la humanidad, antes de que el primitivo hombre de las cavernas aprendiera a articular sonidos y se hacía entender por sus pares por medio de gestos y dibujos.

Como Amílkar Eusebio carecía absolutamente de capacidades para la representación gráfica (apenas podía sostener el lápiz para escribir, y valga el dato, con caligrafía horrible) sus inquietudes se aprestaron rápidamente hacia el lenguaje de los gestos.

Haciendo de pastor 2 en la representación del pesebre viviente de la capilla del barrio supo que eso era lo suyo: la actuación. Incluso su personaje le dio pié a desarrollar sus capacidades gestuales, ya que no tenía parlamento supo hacerse notar por medio de exagerados y obscenos gestos. Esto le valió su primer encontronazo con la iglesia, ya que el cura le prohibió la entrada a la iglesia, previa excomulgación.

A pesar de que este traspié con la institución lo dejó mal parado frente a sus padres no descansó hasta que éstos dieran el visto bueno para viajar a Buenos Aires a estudiar teatro en la Academia Asuzena Maizal. Siendo éstos carniceros de tradición centenaria (quinta generación de carniceros) no veían con buenos ojos las inclinaciones artísticas de su retoño y único hijo. Pero tampoco veían con buenos ojos que Amílkar Eusebio se pasara horas escondido en el ropero con las alhajas de la abuela y los maquillajes de la madre. Decidieron que lo mejor para todos sería que Amílkar Eusebio se mantuviera lejos de la carnicería para no ahuyentar clientes.

Comenzaban los furiosos años setenta y Amílkar Eusebio (cuyo apodo "gusano ansioso" nunca le hizo mucha gracia) con trece años en su haber se instaló en la casa de su tía Paca (quien trabajaba de mesera en una wisquería en Mataderos).

Nunca le costó el sacrificio de levantarse a las cinco de la mañana para ir al conservatorio, cosa que hizo durante siete años sin faltar un solo día. La carrera elegida duraba tres años, pero Amílkar Eusebio era un poco bruto y todo le costó un poco más que al resto de los mortales.

En la academia el contacto con profesores de la talla de Osvaldo Pacheco o Guido Aurelio Suyer aprendió lo más sustancioso del arte de Mimo, se especializó en hacer "el vidrio", "la soga", "abrir la puerta", "regalo una flor" y "me empermo al vecino".

La perfección a que llevó la técnica lo llevó por el camino de la investigación, no le bastaba con haberse convertido en el actor más cotizado de su generación.

Su ilusión de encontrar un lenguaje de síntesis más elocuente que el teatro lo llevó a inclinarse por la danza y la cestería para luego terminar prescindiendo de la palabra. Inspirado en los modelos del cine sueco, Amílkar Eusebio perfeccionó su técnica hasta no tener ninguna deuda con nadie. Es aquí que empieza a investigar sobre posibles variaciones de la técnica y empieza una serie de representaciones de "Mimo sin máscara", experiencia que le sirve para saber que aún en las empresas más nimias hay ciertas reglas que no se pueden romper si es uno no se quiere ir al carajo.

Asediado por problemas con la política decidió volver a Santa Fé. Una vez instalado en su antigua pieza y sin necesidad ya de esconderse en el placard de sus padres hízose cargo de la carnicería mientras por la noche desarrollaba tareas clandestinas para una agrupación de teatro de guerrillas. De esta época datan sus ya famosas incursiones en la "mimoguerrilla", disciplina inventada por Amílkar Eusebio para designar esas obras de fuerte carácter militante y abiertamente antiestablishment. Cabe recordar sus puestas "Perón el cagón", "Los burgueses me la chupan" y "Soy puto y qué", todas de 1978 y de un alto contenido político en un momento del país en que hacer ciertas cosas podía significar algo más que una reprimenda del director de tránsito.

En 1982 evita alistarse para la guerra de las Malvinas por medio de fraudulentas pruebas de un inventado cáncer de menisco que le un doctor del ejército que le debía ciertos favores le facilitó a cambio de que mantuviera la boca cerrada.

Es entonces que entra en crisis y se pelea con el teatro. La falta de público para sus obras le lleva a cuestionarse la función social del quehacer mimesco y decide que es hora de que el trabajo del mimo también debería salir del placard. En su búsqueda por hacer del arte una pasión de masas concluye que el error del arte es no saber hablar en el mismo lenguaje de la gente. Comienzan sus actividades para hacer más popular una disciplina que solo era apreciada por unas pocas personas. Edita una serie de panfletos con dibujitos para popularizar al mimo. Se presenta en "Entre mate y mate" haciendo mímicas sobre el tema e inclusive tiene una disputa terrible con Juanci, que llegó a las manos.

Y asume su propuesta más arriesgada, en 1987 inicia una serie de acontecimientos divulgativos teórico-prácticos de los que solo puede llevar a la práctica "El mimo va a la radio". Una osada invitación al deleite del arte mimesco que en un principio iba a ser un programa de televisión pero por falta de presupuesto tuvo que conformarse con hacerlo en la radio. Tal vez por su empecinamiento en mantener la naturaleza del mimo intacta el programa que constó de tres emisiones absolutamente carente de palabras, fue un estrepitoso fracaso que nadie escuchó. lo que no quiere decir que no tuviera audiencia.

El nuevo siglo lo encuentra lleno de proyectos, hace un par de años junto a Luis Alberto Bujajeruk Manzano crea "La escuela de las artes y los oficios diversos", en la que dan cabida a las mas variadas formas del arte, desde la ilustración de remeras rockeras pasando por las más clásicas disciplinas hasta el tan necesario arte culinario.

Y, cabe destacar, nunca dejó de lado su pasión por fusionar su arte con el compromiso político. Así que lo veremos en cuanta manifestación haya, en cuanto escrache se presente e incluso encabezando la Asociación Santafesina De Mimos Comprometidos. Es posible que no hayas oído hablar de él, incluso que no lo hayas escuchado, pero seguro que sí lo has visto. El ojo atento sabe diferenciar a los auténticos artistas.

Buenas noches.



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