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Allende la cordillera

Por Javier González

"Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importación y exportación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo"

Testimonios

De una nota de Frank Gaudichaud en Le Monde Diplomatique:

    Algunos testimonios de partícipes del proceso dan cuenta de las esperanzas y también de las contradicciones del proceso:

    "Lo más importante de lo que impulsamos a través de los cordones fue la solidaridad, de pared a pared, entre las fábricas. Nosotros contribuimos a que esa solidaridad, 'innata' en los obreros, se manifestara en términos concretos: una fábrica se solidarizaba con las luchas de otra fábrica vecina. Y como los cordones lograron conseguir una respuesta popular bastante amplia, se convirtieron a continuación en una referencia para la población del sector, de modo que cuando había una empresa en conflicto, recibía también la solidaridad de las organizaciones sociales de los alrededores". (Luis Ahumada, estudiante)

    "Salíamos a expropiar los ómnibus con armas de mano, con pistolas -recuerda Mario Olivares, militante obrero del MIR- y los llevábamos adentro de las fábricas en manos de los trabajadores. Así garantizábamos que la producción no se detuviera. También íbamos a buscar a los trabajadores y los transportábamos". Y con el mismo fervor que mostraba en otro tiempo, en las asambleas de fábrica, agrega: "Empezábamos a hablar de un poder real de los trabajadores. (…) ¡Tal vez no tuvimos toda la claridad desde un punto de vista ideológico, pero exigíamos una mayor participación en todas las áreas, no sólo en la producción!".

    "Cada manzana elegía libre y democráticamente a un delegado" y éstos decidían desde la administración del avituallamiento hasta la seguridad del barrio, a través de milicias populares, como también el apoyo a las fábricas ocupadas del cordón vecino. Abraham sigue viviendo en un barrio pobre, surgido de una ocupación de territorio. Sin embargo, la situación cambió mucho desde entonces y él rememora con nostalgia aquellos tiempos benditos: "Había mucha participación y todo eso de común acuerdo con los habitantes del barrio. En esa época, no conocíamos la delincuencia. Nos protegíamos entre nosotros dentro del campamento; si un vecino salía, dejaba la puerta abierta…".

    "Los obreros me reclamaban armas", recuerda la ex-ministra de Trabajo comunista Mireya Baltra, que el día del golpe de Estado se dirige al cordón Vicuña Mackenna. Haciéndose eco, José Moya cuenta cómo él esperaba, en su fábrica: "Habíamos pasado toda la noche del 11 de septiembre de 1973 esperando armas que nunca llegaron. Oíamos disparos del lado del cordón San Joaquín; allá tenían armas, al menos los de la empresa textil Sumar. Nuestro sueño era que en cualquier momento podían llegar armas y que íbamos a hacer lo mismo que ellos. Pero no pasó nada". Contrariamente a la propaganda del general Augusto Pinochet, nunca existió ningún ejército de los "cordones de la muerte". De hecho, dejando a un lado algunos actos de resistencia aislados, el "poder popular" se sometió rápidamente, bajo las implacables botas de la represión.

    "El día del golpe de Estado había muertos en la calle, los traían incluso de otros sitios y los tiraban aquí. ¡Y no podíamos hacer nada! Creo que lo más duro fue el período 1973-1974. Después, en 1975, los servicios secretos vinieron a buscarme a Alusa. Me detuvieron y me llevaron a la famosa Villa Grimaldi: ahí pasaban a la gente por la parrilla, es decir, sobre una cama de hierro donde aplicaban corriente eléctrica en las piernas… Sabían que yo era delegado del sector…", cuenta Carlos Mujica, empleado de la planta metalúrgica Alusa.

    "Para mí, así como para todos los chilenos, la Unidad Popular significaba la aspiración a una sociedad distinta, más democrática, más igualitaria, que permitiera a los trabajadores alcanzar un crecimiento pleno y cabal, no sólo desde el punto de vista económico sino también del desarrollo integral del ser humano". (Mario Olivares, obrero metalúrgico y delegado del cordón industrial Vicuña Mackenna)

De una nota de Pierre Kalfon, periodista, escritor y diplomático francés, para Le Monde Diplomatique:

    "Hacía meses que el gobierno de la Unión Popular había agitado la amenaza de un golpe de Estado. ¿Lo creía realmente? Los comunistas no dejaban de proclamar la legitimidad del ejército, pese a un intento frustrado de golpe tres meses antes. Toda la apuesta del gobierno de Allende había consistido en utilizar únicamente los recursos de la legalidad burguesa para conducir al país hacia un régimen socialista, sin recurrir a los fusiles, sin armar al pueblo. Allí estaba su originalidad. Esta hipótesis pacífica nunca había sido prevista por Marx. De modo que cuando vino el vendaval y el Palacio de la Moneda fue bombardeado, el conjunto de la izquierda chilena se encontró ampliamente desprevenido y la tragedia fue total. Fue un sálvese quien pueda generalizado. Corrimos a las embajadas. Cosa no tan fácil.(...) confeccionamos la lista de las embajadas amigas y la de las embajadas "malditas". En la primera se destacaban las de México, Argentina, Suecia (gracias a un hombre extraordinario, Harald Edelstam) y la embajada de Francia, bajo la dirección del embajador Pierre de Menthon. Por el contrario, las de los países del Este, de la URSS, Alemania Federal, Holanda, se destacaban por su mala voluntad y sus puertas cerradas. Se decía que un embajador había recurrido a los carabineros para desalojar a un buen hombre que pedía protección, encaramado a las ramas de un árbol de la residencia, con un pie todavía afuera".

Salvador Allende, en la madrugada del 5 de setiembre de 1970.

     Los escasos tres años que duró la experiencia chilena marcaron, sin dudas, a todas las organizaciones revolucionarias.

     Pero esos tres años de gobierno de la Unidad Popular no pueden verse como un momento idílico, idealizado de la militancia y el compromiso social. Ciertamente, y para el análisis, podrá ser una de las aristas posibles por donde abordar el tema, pero, francamente, esa arista romántica que pone el eje en el compromiso heroico de miles de jóvenes, no aporta demasiado a la discusión y a los necesarios balances acerca de una experiencia concreta de transición hacia el socialismo.

     Esos tres años de Allende fueron en verdad un tanto caóticos.
Las contradicciones en el seno de las agrupaciones de izquierda no tardaron en manifestarse y sirvieron o abonaron a la tarea desestabilizadora de los sectores contrarrevolucionarios y su política de boicot económico.

     Los cacerolazos fueron inaugurados por la clase media chilena que azuzada por la iglesia y la Democracia cristiana, buscaban responsabilizar al Chicho Allende por el desabastecimiento que provocaba en realidad el lockout patronal.

     Esos tres años de gobierno fueron también de un inmenso aprendizaje para los trabajadores chilenos.

     En algún momento Engels, entusiasmado por el crecimiento de la socialdemocracia alemana, había insinuado la posibilidad de una transición por vía de la democracia burguesa, de sus instituciones, hacia el socialismo. El mismo Allende lo citaba el día de su asunción: "Puede concebirse la evolución pacífica de la vieja sociedad hacia la nueva, en los países donde la representación popular concentra en ella todo el poder, dónde de acuerdo con la constitución, se puede hacer lo que se desee, desde el momento en que se tiene detrás de sí a la mayoría de la nación".

     La jugada de Allende era clara. En su dilatada experiencia militante había madurado sus ideas, las que pondría a prueba una vez alcanzada la presidencia.

     Allende hablaba de capitalismo dependiente, hablaba de romper las cadenas que ataban a Chile al sojuzgamiento del imperialismo. No hablaba de un gobierno socialista, sino de un gobierno que a través de importantes reformas económicas y sociales, pusiera a Chile en vías de construcción del socialismo. Sabía Allende que con el 36% de votos obtenido en las elecciones de 1970 no alcanzaba para plantearse como una mayoría, debía aumentar su base social y ese fue uno de los objetivos principales de su gobierno.

     Allende hablaba de pluralismo: "que nadie se llame a engaño. Los teóricos del marxismo nunca han pretendido, ni la historia demuestra, que un partido único sea una NECESIDAD en el proceso de transición hacia el socialismo. Son circunstancias sociales, son vicisitudes políticas internas e internacionales las que pueden conducir a esta situación:

  • La guerra civil, cuando es impuesta al pueblo como única vía hacia la emancipación, condena a la rigidez política.
  • La intervención foránea, en su afán de mantener a cualquier precio su dominación, hace autoritario el ejercicio del poder.
  • La miseria y el atraso generalizado dificultan el dinamismo de las instituciones políticas y el fortalecimiento de las organizaciones populares.
  • En la medida que en Chile no se dan, o no se den estos factores, nuestro país, a partir de sus tradiciones, dispondrá y creará los mecanismos que dentro del pluralismo apoyado en las grandes mayorías, hagan posible la transformación radical de nuestro sistema político.

     Pero la vía pacífica no era precisamente la que habían elegido los Estados Unidos y la burguesía y el ejército chilenos.

     Ya a comienzos del gobierno de la Unidad Popular, la administración Nixon había decidido el boicot promoviendo todas las medidas necesarias para acabar con él. La desclasificación de documentos decidida por el gobierno de Clinton confirmó las denuncias que desde hace más de 30 años se venían realizando, acerca de la necesaria confluencia de yanquis, ejército y burguesía en el golpe militar. Mientras el complot avanzaba, Allende se quedaba junto al Partido Comunista chileno, atado a la concepción que la tradición democrática de las fuerzas armadas chilenas era la garantía de la supervivencia de su gobierno. Pero, a la hora de los bifes, siempre es la burguesía -paladines de la democracia- la primera en recurrir a los mecanismos más perversos para defender sus intereses.

     Si bien, y fundamentalmente entre las organizaciones más radicalizadas, era claro que la burguesía y el ejército recurrirían a una represión violenta para cortar de cuajo el proceso revolucionario, ni el más prolífico de sus intelectuales imaginó jamás lo que se vendría.

     A todo o nada parecía ser la apuesta de los jóvenes revolucionarios que se jugaban la vida.

     A todo o nada fue la respuesta del sistema que apeló a mecanismos del terror, de la perversión, de la desmemoria para acabar con los sueños de miles en todo el mundo.

El suicidio según Moulian

     Mucho se ha discutido acerca del suicidio de Allende. En primer término y durante muchos años, desde la misma izquierda se negó tal hecho, abonando a la teoría de la "muerte en combate".

     Lo cierto es que Salvador Allende se suicida y para un importante sector de la izquierda esto es sinónimo de fracaso, de errores, vergüenza y desesperanza.

     Para el sociólogo chileno Tomás Moulian el sentido y la decisión de Allende se fundan en otra cuestión:

     "Allende no ingresa a la historia por su muerte, sino por su vida, aunque su muerte potencia su mito. Allende, por su instinto político y su realismo histórico, llegó a representar la expresión simbólica de una "nueva forma" de acceder al socialismo, en un momento en que los síntomas de crisis de los socialismos reales ya empezaban a apreciarse.

     "Allende se suicida.

La experiencia de los campamentos chilenos

    El tema de la vivienda es uno de los emergentes constantes del sistema capitalista. El mismo Engels se encargó de analizar el tema en uno de sus trabajos. El problema fue, también, una de las principales preocupaciones de gobiernos progresistas y de las organizaciones obreras fundamentalmente en las décadas del 60 y del 70.

    La toma de tierras fue una metodología que pareció crecer y extenderse muy rápidamente en aquellos años, preocupando seriamente a los representantes de la burguesía. En el Chile de Allende, incluso también durante el transcurso de los años previos a su asunción, la toma de tierras y la instalación de "campamentos" fue una metodología que adoptaron los sectores más oprimidos de la sociedad chilena.

    El sociólogo español Manuel Castells (nada que ver con el barbudo piquetero argentino) participó activamente de este proceso.

    En 1972 publicó numerosos estudios acerca de las distintas experiencias que se vivían.

    "Las condiciones en las que se han formado los campamentos los colocan, de entrada, en contradicción objetiva con el orden social y obligan a sus habitantes a tratar de forma autónoma los diferentes problemas de la vida cotidiana. Por otro lado, en tanto que expresión de una reivindicación relativa a la vivienda y a los servicios colectivos, evolucionan hacia una "normalización" social a medida que la demanda social obtiene una verdadera respuesta por parte del gobierno de izquierda. No hay, por tanto, una microsociedad "al margen" de la organización social general. En cambio, pueden verse en esta fase de transición, durante la cual los campamentos guardan una cierta autonomía, la aparición de nuevas formas de lucha, desde el punto de vista del contenido y de la organización, formas que incluso podrían prefigurar una transformación futura de las relaciones sociales a medida que se desarrollara el proceso revolucionario".

    Los campamentos, según Castells, ofrecían diferencias bastante pronunciadas según la hegemonía política que ejercieran las distintas agrupaciones de izquierda, manifestando mayor grado de organización y compromiso, aquellos liderados por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. En ellos, la necesidad de defenderse ante la ilegalidad de su existencia -según la justicia burguesa - los conducía a organizarse para la defensa frente a la posibilidad de una represión por parte del sistema. Así aparecieron milicias populares y comités de defensa que controlaban la seguridad de los asentamientos.

    Dice Castells: "Otro factor tiene una influencia política: existe una justicia popular local, al margen del sistema institucional, en los campamentos caracterizados por una fuerte proporción de obreros en activo, con exclusión de aquellos en donde el subproletariado es el elemento predominante.

    Esas experiencias de justicia popular no se traducen solamente por la creación de nuevas "instituciones", sino también a veces por el nuevo contenido dado a la justicia: protección de los valores colectivos y consideración de cuestiones menospreciadas por la ley burguesa. Por ejemplo, se considera como una falta la ausencia a las reuniones o el mal comportamiento de una asamblea, y en particular se vigila el comportamiento dentro de una familia. La embriaguez es severamente castigada: las bebidas alcohólicas están prohibidas en numerosos campamentos, donde una garita se ha acondicionado a la entrada para dejar dormir allí a los residentes que regresan al campamento demasiado "alegres"; esas medidas se completan por un programa de reeducación: se intenta atacar las raíces sociales del alcoholismo.

    Si bien la autocrítica está bastante extendida y se han adoptado sanciones que han revestido la forma de una reflexión sobre textos revolucionarios, también se han producido detenciones, multas y a veces represión física. La sanción máxima es la expulsión del campamento. De cualquier modo, parece que las experiencias más avanzadas tienden a estancarse: no podrán desarrollarse localmente más que gracias a una generalización que exige un cambio cualitativo del aparato de Estado, lo que depende de la correlación de las fuerzas sociales existentes".

No entiendo por qué se ocultó durante tantos años esa realidad. Optó por una muerte intencional, no por una procurada por el azar de la batalla. El suicidio de Allende fue un acto de combate. En esa terrible mañana del 11 de septiembre el Presidente pasa del dolor a la lucidez. Primero lo abruma la traición. Múltiples testigos hablan de su preocupación por "Augusto". Incluso en uno de los discursos de esa mañana conmina a los militares leales a salir en defensa del gobierno. ¿En quien otro general podía haber pensado que en Pinochet, al cual había confiado las jinetas de Prats?.....En el nuevo escenario, el de su sobrevivencia a los bombardeos de La Moneda y la derrota sin resistencia, Allende busca conseguir el mayor efecto político. Descarta el exilio y prepara la respuesta más adecuada, que debe ser la mejor expresión de sus ideales y también producirle el mayor daño a aquel que ejecutó la tragedia de Chile. Ese es el gesto del suicidio. Aquel acto salpica a Pinochet para siempre con la sangre de Allende. Esa fue su primera marca, huella indeleble."

Perdonar es divino

"Veo pasar neumáticos allá abajo, ramas, un cajón con pinta de ataúd, navegando por el oleaje del Mapocho. El cuerpo de una mujer yace allí adentro con los ojos abiertos. Tiene el pelo claro como el mío y me mira, estoy segura. ¿Qué lugar es éste?" Mapocho, Nona Fernández.

"Nunca fui aspirante a dictador porque está bien considerar que las dictaduras terminal mal. Yo siempre actué con sentido democrático, por eso que llegué a los 16 años, para ver si seguía yo o seguía otro" Augusto Pinochet Ugarte.

"¿A quién le pido perdón? Muchos dicen que hay que pedir perdón, ¿de qué?
¿De qué voy a pedir perdón? ¿De que una vez trataron de asesinarme en el Cajón del Maipo, que me atacaron por todos lados, murieron cinco guardias...? ¿Se han olvidado de eso? ¿Se han olvidado las veces que me pusieron bombas cuando aterrizara, etcétera? Se han olvidado de muchas cosas, pero hay que recordarlas también. ¿Perdón?, ¿de qué? Perdón de que íbamos a transformarnos en otra Cuba. ¡No! Por eso, el perdón tienen que pedírmelos ellos a mí"
. Augusto Pinochet Ugarte.

"La primera vez que yo lo vi a Fidel Castro fue cuando, siendo comandante de la Guarnición de Santiago, se recibió la orden de atenderlo. Yo sentí que aquí, el peso de la gente que no quería, la gente subalterna... Entonces, para evitar cualquier problema que yo fuera a recibir, y yo... Pero cuando llegó el momento de rendirle honores puse a Fidel Castro al centro. Y los honores fueron para mí y para el ministro de Defensa nuestro, y Fidel Castro al medio..." Augusto Pinochet Ugarte.

"El sociólogo chileno y militante del MIR Jorge Isaac Fuentes Alarcón, llamado "El Trotsko Fuentes", capturado en Paraguay en 1975, fue la primera víctima de la cooperación transnacional de los servicios de inteligencia del sur del continente. Una vez trasladado en secreto a Chile, el torturador del Ejército Miguel Krassnoff Martchenko lo obligó a vivir sus últimos días en una casucha para perros, donde permaneció largo tiempo recogido, infectado de sarna, pulgas y piojos, de acuerdo a los testimonios de otros presos. Cada día, apenas llegaba a su "trabajo", Krassnoff preguntaba "¿Cómo está mi Pichicho?"

     Desde la derecha chilena y desde la centroizquierda, o supuesta centroizquierda gobernante, el pasado parece saldado. Los dirigentes del Partido Socialista buscan hacer pie en una situación, que por lo menos en los discursos, no les resulta del todo grata, pero que valoran a la hora de hablar del presente. La supuesta prosperidad económica de Chile hace soñar al presidente Lagos con un bicentenario (2010) que encuentre al país trasandino en el conglomerado de los países desarrollados, una especie de España latinoamericana.

     Desde la izquierda chilena se sigue poniendo incertidumbre acerca de la supuesta prosperidad económica. Esto es un espejismo, no se puede construir un oasis en medio de un desierto de economías en crisis como la argentina, la boliviana, la peruana o la ecuatoriana, dicen.

     Por otro lado critican la desmemoria existente en el seno de los trabajadores chilenos que parecen haber olvidado la experiencia y el compromiso de los 70.

     A esto se refieren importantes intelectuales del arco progresista chileno que sugieren que el modelo neoliberal pudo imponerse sin ningún tipo de resistencias por parte de los trabajadores, debido a la política represiva, a la destrucción de las organizaciones obreras, al asesinato de sus principales líderes.

     Recobrar la memoria, reconstruir el pasado, recuperar los sueños, para discutir el futuro es la consigna que levantan.

     Las discusiones, las distintas concepciones acerca del presente y del futuro son similares para todos los pueblos latinoamericanos. Pero la experiencia chilena fue muy fuerte y rica, trágica, miserable en cuanto a su saldo, cientos de miserables asesinos disfrutando su sonrisa ante miles de tumbas sin nombres.

     Sin dudas el golpe recibido por la derrota del proceso chileno ha traído consecuencias enormes. Posiblemente el fracaso haya que ubicarlo también en la construcción dogmática que veía en el socialismo un destino escrito, inmodificable, cuando en realidad el capitalismo estaba reconvirtiéndose en esta basura cotidiana que sufrimos a diario.



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