Los consejos de Seguro presentados por Adrián Alvarado Se sacó la peluca porque le daba calor, ella ya le había dicho que no lo hiciera, pero en cuanto apagaron la luz del cine se la sacó de inmediato, ella lo miró como suelen mirar las mujeres en esos trances. Cuando se dejó convencer del despropósito de usar peluca sabía que estaba cometiendo un error que podía ser el último. Ella le decía bisoñé y era notable como le cambiaba la cara cuando se la ponía, le pidió que la usara a veces en la casa y para dormir, se excitaba, el sexo era maravilloso otra vez, después lo convenció para que la usara en la calle. La primera vez que salió a con ella del brazo el pelado solo pensaba en no cruzarse con nadie conocido pero en una ciudad chica eso es imposible y el lo sabía. Al día siguiente cuando llegó al ministerio donde trabajaba no advirtió nada porque simplemente no estaba pensando en eso, la oficina era su territorio y ahí volvía a ser el pelado, cuando prendió la maquina se dio cuenta que el protector de pantalla había cambiado, al principio no entendió y cuando le cayó la ficha se le arruinó el humor de una forma tan visceral que pensó que nunca más volvería ser el mismo, era un fotograma de alguna de las películas de Daniel bone, o de la serie, no estaba seguro y no importaba, el mensaje era claro, Daniel bone usaba un gorro absurdo hecho con el cuero de algún animal, creo que era un mapache, con cola y todo, a rayas. Apagó la máquina y se fue sin saludar, cuando llegó a su casa ella estaba en la pieza peinándole la peluca, se la agarró con bronca, se la puso y le hizo el amor como un salvaje, después se bañó, se puso el mejor traje, se calzó el gato, le pidió a ella que se lo acomode y volvió al trabajo, saludó como si fuera otro y se sentó en su escritorio, de echo era otro, El pelado ya fue, pensó, con la firme intención de empezar de nuevo otra vez de vuelta. Libertad a Seguro El capitán limpió enérgicamente su pipa golpeándola contra la baranda de cubierta con los ojos entornados y la mente oscilando entre la desesperación y la impotencia. La pesca iba condenadamente mal, su deficiente perspicacia lo alejaba de los cardúmenes con regularidad y la tripulación empezaba a impacientarse, para colmo se aproximaba una tormenta y no tenía más opciones que enfrentarla, la nave no estaba en condiciones y los ánimos tampoco. Aquellos que piensan que las calamidades no se multiplican nunca tuvieron a cargo un barco de pesca, A la mierda con todo, dijo, La suerte está echada, en ese momento el primer oficial empezó a gritar desesperadamente tratando de hacerse entender, el tipo era tartamudo y cuando se ponía nervioso no se le entendía nada, el capitán subió a la cabina resignado, anticipándose a otra mala nueva, el primer oficial señalaba la pantalla del sonar con los ojos desorbitados diciendo Cangrejos, muchos, y no se equivocaba, estaban a menos de una milla de obtener una pesca extraordinaria, Si lanzamos las jaulas, pensó el capitán, Es solo esperar que se llenen y pase la tormenta. Estaban teniendo un golpe de suerte que debían aprovechar al máximo y lo hicieron, bajaron las jaulas y esperaron la tormenta que a la final no fue para tanto, las subieron rebosantes de cangrejos enormes, llenaron las bodegas y se dispusieron a volver a tierra firme con el humor renovado. El capitán intentó comunicarse con el puerto y no pudo, pensó que la antena se había dañado, la mandó a revisar pero no tenía nada, del guarda costa tampoco obtenía respuesta, Ya sabía yo que esto no podía durar, pensó y cuando estaba apunto de decirlo una voz trémula desde la radio dijo No vuelvan, y no volvieron. Libertad a Seguro Opiná sobre este tema |
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