Tips de autoayuda

Escribiendo estas pavadas que inician nuestra cita semanal en la radio, hemos interpretado al fin aquella frase que saben repetir las profesoras de filosofía: lo importante no es conocer la respuesta, sino saber la pregunta.  Y así no tenía que contestarte nada nunca.

Treinta y uno

por Miguel Espinaco

- Me sucede que no se qué preguntarle – le dijo el discípulo, mirándolo directamente al centro de los ojos.

Al Maestro no le gustaban las consultas personales, pero su alumno avanzado le había insistido hasta que el cansancio pudo más que la desidia y entonces dijo sí, venga que lo voy a atender, pero ya sabe que es otra tarifa - le aclaró - pensando así a lo mejor se arrepiente.  Pero no.

Ahora estaban en ese bar y resulta que la tan importante pregunta era la perfecta negación, la ausencia total de interpelación, el signo de interrogación definitivamente inexistente.  ¿Podría haber una respuesta para la más infinita no-pregunta?

- ¿Y entonces?

El comentario era una dilación, una invitación para que el discípulo siguiera hablando, una excusa igual que la de revolver el café exageradamente para no tener que sostenerle la mirada.

- No se haga el gil – le dijo el discípulo.  Estiró la mano hasta detener la mano del Maestro, la que revolvía el café.  El contacto lo obligó a levantar la vista.

- No se haga el gil – repitió cuando los ojos se volvieron a encontrar con los ojos – no sé qué preguntarle, ¿me entiende? Y quiero saber si eso es la total sabiduría o la total ignorancia.

El Maestro lo miró apenas un segundo y volvió a revolver el café con infinita delicadeza.  Sopesó el tiempo que se mecía acompasado en el rutinario tintineo de la cucharita contra la tasa, sospechó la tensión del discípulo, imaginó la mirada ansiosa estrellándose en algún punto de su frente inclinada.  Esperó con paciencia el estallido inevitable.

-  ¿Es la total sabiduría o es la total ignorancia? ¿Eh?– repitió el alumno suplicante, y sus palabras sonaron como un soplo estrepitoso, algo así como decir un grito susurrado.

El Maestro dio dos vueltas más al café y sacudió la cucharita y el golpeteo se superpuso a sus palabras dichas en voz baja.

- Qué? – le imploró el discípulo - ¿qué dijo?

El maestro, entonces, lo repitió con infinita calma:

- Dije que cuál es la diferencia.


Treinta y dos

por Maytland Goyeneche

Oiga Maestro, me causa mucha culpa escuchar que el trabajo dignifica y yo no tengo ganas, tecleó el discípulo.

Querido alumno – contestó el maestro - el ocio nos ayuda a desarrollar nuestro intelecto y nuestras habilidades tanto físicas como mentales. Al practicar una actividad que requiera un mínimo esfuerzo como caminar, estamos ayudándonos a nosotros mismos para ser mejores y sentirnos bien y muy contentos por lo que se ha hecho.

Con las actividades ociosas como las artísticas, ya sean pintura, literatura o rascarse el higo, expresamos lo que sentimos, lo que anhelamos, podemos manifestar nuestras ideas, desarrollar la creatividad y los conocimientos que tenemos y cada vez más nos convertimos en seres humanos importantes para nuestra familia así como para la sociedad en la que vivimos.

A través del ocio, del juego por ejemplo, descubrimos quiénes somos y qué podemos aportar para el bienestar de todo lo que nos rodea.

Sin embargo, algunas veces (como ya lo tratamos en el chat de la semana pasada) el estar ocioso no significa una satisfacción sino todo lo contrario: una carga pesada la cual nos hace sentir inútiles, amebas estériles e improductivas para nuestra sociedad.

Pero pregúntate, ¿acaso es sin ocio que nuestra sociedad podría sobrevivir? ¿qué pasaría con la millonaria industria del libro si en lugar de disfrutar de horas al cuete nos pusiéramos a laburar? ¿y la industria del juego? ¿y las drogas que solo pueden encontrar un sentido allí donde hay gente libre de cumplir con  obligaciones? ¿es que acaso la industria armamentista sería capaz de soportar sobre sus espaldas la responsabilidad de llevar a buen puerto el necesario consumismo capitalista?

Sin el ocio el hombre no sería nada. Jamás tendría la capacidad de desarrollarse y sentirse como una verdadera persona. Es por tal razón que el Estado deberá – inmediatamente - poner en funcionamiento un plan de becas para todo ser vivo, similar o superior a la canasta familiar de alimentos, para que pueda dedicarse a actividades ociosas en lugar de hacer eso que no sólo tú no tienes ganas.  Debemos organizarnos para lograr que el trabajo sea un mal recuerdo. ¿Qué te parece hacer una marcha el viernes en la Plaza del Soldado?

El alumno consultó su agenda y respondió: ¿sabe qué pasa maestro? el viernes es mi día libre, ¿qué le parece si lo dejamos para otra ocasión?


Treinta y tres

por Maytland Goyeneche

Desde que se despertó que el maestro estaba esperando el mensaje. Llegó exactamente dos horas después del sueño anticipador.

- Maestro, se dice que los sueños funcionan como metáforas. Que nuestro inconsciente activa para integrar en la experiencia consciente sucesos vividos que violan la norma habitual de comportamiento o que han sido grabados débilmente en la memoria episódica. Esta sería la razón por la cual tendemos a experimentar sueños en los que abundan las imágenes paradójicas: personas queridas que nos hacen daño, exhibición de habilidades de las que carecemos en la vida real, atracción hacia personas que no nos atraen durante la vigilia, números que saldrían en la ruleta, encontrarnos desnudos en una reunión de trabajo, etc. Ahora bien, ¿cómo es que anoche he soñado algo que realmente quiero que suceda? Sin metáfora, ha sido el sueño mas literal de mi vida. ¿No es esto muy extraño?

- Querido discípulo, en primer lugar deberías revisar nuevamente ese sueño porque seguramente se te escapan los detalles, que son los que hacen que los sueños sean diferentes de la realidad real, a pesar de vivirse como si fueran reales. Si bien no me has dado mayores datos de tu sueño es muy probable que eso que tanto deseas en tu sueño se haya dado en un contexto algo diferente del que se supone debería suceder. Pero haciendo de cuenta de que no es así, y que soñaste exactamente lo que deseas que pase, por ejemplo que ganabas la lotería, también podemos suponer que solo se trata de una premonición, así que por favor, no dejes de jugar ese número. Pero antes que nada, pequeño discípulo, deberías tener en cuenta que los sueños no significan nada. O al revés, que significan todo. Porque los sueños son como la vida misma, son así como una mesa que es una mesa pero también puede significar muchas otras cosas, según quien sea el que la está interpretando. Lo que para mí es una mesa para otro puede ser un banco, o acaso aquel lugar sobre el que perdió la virginidad aquella noche. O donde perdió el amor de su vida. Con los sueños pasa igual. Lo que a vos se te ocurre un hecho impactante en momento dado, en otro se te ocurre un disparate. Y eso sin contar que al sueño te lo vas a olvidar mucho más rápido que a la mesa. En otras palabras. Tomate un lexotanil antes de dormir y dejate de joder.


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