Citas de autoridad

por Miguel Espinaco

Para muchos periodistas se trata de algo así como de la verdad revelada y los citan como si sus opiniones fueran palabra de dios. Fijate: “la Sociedad Interamericana de Prensa, la más importante organización americana de defensa de la libertad de prensa, apoyó ayer las posiciones explícitas de todas las asociaciones periodísticas argentinas sobre el proyecto de ley de radiodifusión” escribía el viernes pasado Joaquín Morales Solá en La Nación.

El tema no es nuevo y debería preocupar a la hora de leer noticias y opiniones. El mecanismo argumentativo se llama “cita de autoridad” y ayuda a convencer al receptor del mensaje, y no es que esté mal: se supone que hay quienes saben más que otros. Sin embargo, a la hora de enfrentarse a discursos políticos – en el que los saberes están en función de intereses - conviene ver bien cómo se atribuye la autoridad que se reclama.

En general, la “cita de autoridad” consiste en recurrir a una opinión calificada de una personalidad entendida en el tema o de una organización que sabe, como forma de justificar lo que se está afirmando. En este texto de Morales Solá, puede verse cómo en los discursos políticos, la operación discursiva funciona como un cambio de atenciones que puede hacerse sin más, un trueque de menciones que no requiere probar nada.

De ese modo, la mención a la SIP fortalece el discurso del periodista respecto a que tienen razón los que se oponen al proyecto oficial sobre medios – “no lo digo yo, lo dice la SIP” – pero a su vez, la SIP es fortalecida porque el conocido periodista que habla por la tele y todo, dice que la SIP es la más importante organización que se dedica al tema medios y por si eso fuera poco, que se dedica a defender la libertad de prensa.

Obviamente, la operación discursiva funciona también mediante silencios, con cosas que se callan. Como la SIP siempre aparece ligada a cuestiones periodísticas, eso ayuda a que - a las apuradas - uno tienda a pensar que se trata de una organización de periodistas y no de dueños de diarios, que es lo que realmente es, una organización de empresarios que agrupa actualmente a más de 1 300 periódicos y revistas de Estados Unidos, Canadá, América Latina y el Caribe. El cronista, opta por dejarnos en el desconocimiento respecto a esa cuestión fundamental.

Porque a la hora de las credenciales, la SIP no es un grupo de periodistas preocupados por la libertad de la palabra, sino un grupo de mercanchifles de la información y de agentes de dudosa procedencia. Ni tampoco se trata de una organización de demócratas integrada por gente a la que la libertad de prensa lo preocupe en lo más mínimo.

Mentiras asalariadas

Me puse a buscar entonces alguna información sobre qué cornos es esta SIP, tan nombrada por estos días. Y encontré algunas cosas sobre los personajes que la componen.

El actual presidente de la SIP es el colombiano Enrique Santos Calderón, nada menos que primo del actual Ministro de Defensa de Uribe y hermano del vicepresidente de Uribe.

No es poca cosa. Y la pregunta que naturalmente surge de esta verificación, es cómo anda la libertad de expresión en Colombia, tierra de Uribe, pariente político del actual capo de la SIP.

Recurramos también nosotros a una cita de autoridad. Esto contaba con tono castizo, el periodista Juan José Téllez de La Voz de Cádiz: “lo peor que puede ocurrirle a la libertad de expresión es que alguien la palme por ejercerla. Le ocurrió el pasado viernes a José Everardo Aguilar” y explica enseguida que “el plumilla tenía 72 tacos, diez hijos y un par de narices. Trabajaba en Radio Super, una emisora desde cuyos micrófonos solía denunciar la corrupción administrativa y política, algo común en Colombia”. La impunidad de esta muerte, se le aparece a Téllez como inevitable y comenta con escepticismo que “de momento, eso sí, ha prometido una recompensa de 50 millones de pesos para quien identifique a los asesinos. Si hemos de hacerle caso a las estadísticas, el crimen tiene todas las papeletas para quedar impune. Como el de otros 70 comunicadores muertos en acto de servicio en dicho país, en la década que media entre 1997 y 2007, cuando se cargaron a” y enumera varios nombres de asesinados por ejercer la libertad de expresión. (“Alvaro Uribe y la libertad de expresión” - Citado en Sicsal)

Que el presidente de la SIP sea pariente de todos estos sospechados de perseguir a periodistas no nos deja demasiado tranquilos. Pero sigamos para atrás en el tiempo, para encontrar que esta composición sospechosa de la SIP no es una excepción de estos días, sino que parece una regla.

En el 2000 hubo cierto revuelo porque tres diarios de la República Oriental del Uruguay habían renunciado a la SIP ¿Por qué habían renunciado? Ocurre que habían elegido como nuevo presidente al ex director de Prensa de la última dictadura militar uruguaya y editor del semanario Búsqueda, Danilo Arbilla.

Vamos más atrás. Años antes, en 1973, una de las campañas de propaganda centrales utilizadas para provocar el derrocamiento de Salvador Allende fue una campaña por la 'libertad de prensa' impulsada por el diario El Mercurio, apoyado por plata de la CIA.

Vale mencionarlo, porque el diario El Mercurio y la Sociedad Interamericana de Prensa eran por esos días parientes bien cercanos. El propietario de El Mercurio, Agustín Edwards, había sido años antes presidente de la SIP, y por esos días del golpe de Pinochet, el señor Edwards era al mismo tiempo, dueño de El Mercurio, vicepresidente de la SIP y de la Coca Cola.

Te decía antes que todo esto es una regla y no una excepción, justamente porque esa, ser agente de los intereses de la CIA y de los Estados Unidos, parece ser la razón de ser de la SIP.

En realidad, la SIP había nacido en 1943, en medio de la Segunda Guerra Mundial, y su objetivo era ser parte, desde la información, de la guerra contra Hitler. Sin embargo en los 50 su rol se reconfiguró: “quien más hizo en 1950 para convertir a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en una filial de la Agencia Central de Inteligencia fue Jules Dubois, periodista de The Chicago Tribune y agente de esa dependencia oficial del gobierno de Estados Unidos” escribe Juan Marrero en un artículo titulado “Jules Dubois, gangster del periodismo” (Unión de Periodistas de Cuba).

Este Jules Dubois - un personaje reivindicado por la actual SIP, un prócer, al punto que la sede central del organismo que está en Miami, se llama justamente Jules Dubois - manejó la SIP desde 1950 hasta 1966. Nunca fue presidente, sino que estuvo vitalicio como Presidente de la llamada Comisión de Libertad de Prensa y de Información.

Y en este pequeño recorrido, vayamos a una última “cita de autoridad” para rebatir aquello de que se trata de defensores de la libertad de prensa. Esta carta al director de la revista Bohemia el 23 de mayo de 1959, está firmada por Ernesto Guevara y dice: “le remito estas líneas de contestación al miserable gangster internacional que tiene el pomposo título de redactor de la página latinoamericana de la revista Bohemia” - obviamente el Che se refería a Don Dubois - y sigue: “sucede que los amos de Jules Dubois, la United Fruit y otras compañías, fruteras, mineras, ganaderas, telefónicas o eléctricas, explotadoras del pueblo en una palabra, han ordenado desatar la clásica cortina de las mentiras asalariadas” (Unión de Periodistas de Cuba).

Qué frase, no? La clásica cortina de las mentiras asalariadas. Lejos de defensores de la libertad de la palabra la SIP es esto, apenas una convención de empresarios golpistas, de tipos que hablan y forman opinión siempre a favor de los dueños del circo, de tipos que sostienen que la libertad de expresión es no dejar hablar al que no tiene plata para poner un canal de televisión o un diario, tipos que están seguros de que la libertad del prójimo termina en el preciso momento en que empieza el poder de sus chequeras (y de sus armas).


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