Los consejos de Seguro

presentados por Adrián Alvarado

Escuchó la noticia de la radio mientras se lavaba la cara y algo en su mente estalló, fue como una especie de implosión, en instantes toda su puta repisa de libros y clavos se vino abajo, literalmente. Con el índice y el pulgar se acomodó la nariz y salió a la calle.

El faldón del tapado de piel que salía de la puerta cerrada de un auto plateado flameaba y un botón golpeaba contra la chapa, adentro ella pasaba manteca de cacao por sus labios, él hablaba haciendo ademanes con una mano y manejando el volante con la otra, en la intersección de dos avenidas los paró el semáforo.

El viejo abre la boca para respirar, no respira por la nariz, no puede, abre la boca y la cierra cada cinco segundos, parece un pescado fuera del agua y mira a su mujer de reojo esperando a que se decida a cruzar la calle.

La noche a las diez de la mañana fue el comienzo, después fue el miedo y el vértigo, la nausea, el sueño, la vigilia y la lección, en ese orden.

Ellos no tenían forma, solo voz y dieron a conocer un discurso conciso claro y contundente en el que a grandes rasgos explicaban que este planeta les pertenecía. Ellos supieron crear las condiciones para que este mundo fuera posible y decidieron  intervenir porque nosotros estamos haciendo todo para estropearlo, la humanidad no desaparecería, ellos ya habían hecho una selección, el resto serviría como abono, la proporción era 80 20 o sea que si somos más o menos 6000 millones después de la selección quedarían 1200 millones y esto no admitía discusión, ellos dijeron que no habría sufrimiento y que solo advertirían la diferencia aquellos que fueran elegidos para darle continuidad  a la raza humana, y no se resistan porque no tienen chance esto no es una película.

Todos los que pensaban y esperaban ser escogidos no pudieron sorprenderse, los que si se sorprendieron fueron los que quedaron, hombres fuertes para trabajar la tierra y mujeres hábiles para elaborar alimentos y procrear y eso fue otro principio.

Libertad a Seguro


En este rincón el flaco alto de voz penetrante y en este otro el gordo infame que escribe y se atiborra de alcohol y grasa cada vez que puede, este es el ring y sobre la lona un solo contrincante de sí mismo, el árbitro toma cada uno de los guantes y dice, Acudan al otro si precisan ayuda, pídanse piedad si la necesitan, pidan tiempo, coraje y golpeen abajo que vale, luche y gana. El combate comienza, Aníbal A golpea sus puños y acomete cual fiera encerrada que aprovecha el descuido del cuidador que dejó el candado abierto, cuatro golpes en el pecho y dos en el hígado en menos de cinco segundos. Aníbal B sabe asimilar los golpes y está convencido de su resistencia, conoce con certeza la debilidad de Aníbal A quien está seguro, se sabe joven, con el ímpetu y la fortaleza de un tanque, no piensa en ganar, sabe que va a hacerlo, no tiene opción. Aníbal B cree que la vida compensa y acomoda la guardia, respira por la boca, en cada golpe recibido pierde energía y la potencia amengua pero el no lo sabe hasta que un cross de derecha de Aníbal A lo deja mirando el techo primero y el ras de la lona después. El combate termina, uno pierde, uno gana, la pelea sigue.

Libertad a Seguro


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El manto la cubre
la abriga
debajo de la trama
otra mas oscura
transcurre.
Pliegue sobre el pliegue
mil hojas de tiempo
que ella relee
con la voz de otra
hasta la noche,
que trae frío
silencio y soledad
en ese orden.


Hay que ver lo poco
que hay de cierto
en estos pagos
donde casi nadie sabe
cuantos pares son tres botas
y el la multiplicación
del zapateo
la suma se complica en cada
lontananza que afuera aflora
y la mar en coche que se mece
al compás de las olas que suben
llevando y trayendo
la misma piedra
desparramada.

Delfina Contreras

Aversimedejasdejoderconloshábitos.
Y en caso de insistir convenceme.

La Bestia

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