Reutemann, la ética y la camarita de Perón

por Miguel Espinaco

Uno de los temas que se menean en las previas de las elecciones es la famosa ética, término bastante vago que vendría a ser un pariente rico de la moral, un giro para decir con vuelo literario que conviene que los gobernantes sean buena gente.

Ocurre que el capitalismo organiza cataclismos que se sufren en el bolsillo y en la panza, y esos cataclismos en los países periféricos como este, saben ser bastante recurrentes: cada dos por tres se viene abajo la estantería.

Como el sistema falla y requiere ajustes y eso provoca enojos, hay que encontrar un culpable para tamaños deslices y entonces aparece la ética: todo anda mal porque los que tienen el poder son mala gente, nos dicen, hay que cambiar el elenco gobernante y sanseacabó.

El cuentito siempre falla pero sirve hasta la próxima.  El 2001 parió a estos buenos muchachos que no eran como los malos de los noventa, pero ahora resulta que no, que estos que gobiernan son otra vez los malos y los éticos son los que vienen.  Quién más quién menos juega este jueguito y se presenta como la buena gente que nos hace falta, alguien igual a vos que va a hacer bien las cosas.

La reina de la ética, la que pretende llevar la corona de la ética, es Lilita Carrió. Hace unas semanas anduvo haciendo declaraciones sobre las elecciones santafesinas y me hizo pensar en los límites de esa ética, en qué endebles que son los límites morales de esta gente que se presume inocente.  Dijo Carrió, que quiere que gane Giustiniani, pero lo mismo no olvidó de elogiarlo a Reutemann y de cruzar al propio Giustiniani afirmando que ella sí le cree al Lole en "que no unirá fuerzas con el gobierno luego de las elecciones".

Ciertamente es lamentable el ángulo crítico que escogieron Binner y su candidato para pegarle a Reutemann, eso de tildarlo de kirchnerista clandestinizado.  Esa forma de encarar la campaña habla también de la escasez moral de los socialistas vernáculos, que temen enfrentar a cierta opinión pública formada por los multimedios y decir claramente que Reutemann es un delincuente que tendría que estar preso.  Pero volvamos a la Carrió.

En 2003 dijo que “Reutemann siempre fue Menem” y eso no es decir poco, porque para Carrió, Menem es el armador de un gran aparato de impunidad, un señor corrupto que ella investigó hasta el cansancio, un capo di mafia, como alguna vez ella misma lo definiera.  Menem capo de mafia, Reutemann siempre fue Menem.  Entonces….

Sin embargo la ética de Carrió es cambiante, depende las necesidades del momento.  En enero de este año ya se alegraba de que “por lo menos Reutemann es una persona con la que se puede tomar un café” y entonces declaraba que “una candidatura de Reutemann puede ser positiva”.  En febrero, ya no sólo le parecía bien que fuera candidato: si quiere “estar realmente en el campo de la oposición, las puertas están abiertas para él” decía, y aseguraba a quien quisiera acercarle un grabador, que siempre tuvo una “muy buena relación” con este señor.             Relaciones peligrosas para la ética que esta mujer dice defender, porque está claro que Reutemann no está preso sólo porque hizo lo mismo que Menem pero lo hizo todavía mejor: armó un aparato de justicia disciplinado, lleno de amigos y de parientes y consiguió el apoyo de grupos empresarios que manejan entre otros negocios, las grandes empresas mediáticas que hacen todo lo posible para que la gente olvide, para que se olvide la inundación de Santa Fe,  para que se olvide la desocupación masiva que convirtió a Santa Fe en la capital de la pobreza del país pobre, para que se olvide la violencia institucional contra los hambrientos del 2001, para que se olvide la salud y la educación en ruinas en la provincia de la soja, en la provincia de los puertos por los que los dólares entran a montones.

Pero la señora del Chaco no es la única que hace un culto de una dudosa ética al servicio del oportunismo.  “Esta semana, sin ir más lejos, el ex gobernador Reutemann debería haber dado explicaciones acerca de una investigación que se está haciendo sobre licitaciones y destinos de fondos públicos ocurridos durante su gobierno” escribía Rogelio Alaniz hace cuatro años (“El problema es el Estado” Diario El Litoral 16/07/05 reproducido por La coctelera)  El cronista explicaba que el "filósofo de Guadalupe" – así lo llamaba por el barrio de Santa Fe en el que vivía – “fue el que con más impunidad se dedicó a acomodar parientes y amigos en las esferas del poder”.  Hoy, el mismo diario - que ha sido la representación histórica de los intereses del empresariado santafesino – sostiene en su nota editorial y con la misma firma, que “con Reutemann se puso punto final a la bacanal peronista” y que “de la llamada “era Reutemann” pueden decirse muchas cosas, pero está claro que la corrupción en su versiones más groseras y morbosas llegó a su fin” (El Litoral - ¿De qué fiesta hablamos? - 13/06/09 - por Rogelio Alaniz).  Habrá que interpretar que armar un aparato de amigos y parientes para usar de salvavidas no tiene que ver para nada con las versiones “más groseras y morbosas” de la corrupción, o bien habrá que interpretar que el diario y el cronista han decidido ajustar su ética a la nueva situación.  Como diría Groucho Marx, estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros.

Por su parte el kirchnerismo no ha hecho una bandera de la ética, sus referencias a esa virtud republicana han sido más bien marginales, se supone que sus seguidores le reconocen cierta picardía y cierta capacidad de maniobra que no siempre coinciden con la moral y con las buenas costumbres.  Una encuesta reciente, explica que 32 por ciento de los que piensan votar por Kirchner, lo harán en defensa del "modelo" y otro 22 por ciento porque le reconoce "capacidad y buena gestión".  Sólo el 2% lo hará por su honestidad.

Sin embargo, cuando tuvo que responderle a De Narváez hace apenas unos días, dijo, poniéndose también él del lado de la moral y contra los otros – suponemos que los inmorales - que "el ladrón cree que son todos de su condición y este señor que pertenece a la década del ’90, a la década menemista, sabe cómo se operaba sobre la justicia todo ese tiempo,  y por ahí piensa que ahora es igual".  Nótese que para él, para su construcción discursiva, inmoral es menemista, es “ese tiempo” en el que se operaba sobre la justicia.

En la década del 50 circulaba un mito, una leyenda urbana sobre un sabio alemán nazi refugiado en la Argentina que habría regalado al presidente Perón cierta cámara fotográfica capaz de hacer invisible la ropa y de dejar a la vista la desnudez.  La historia, que tenía por supuesto su condimento erótico a la medida de la época, contaba que Gina Lollobrigida había sido fotografiada por un lascivo Juan Domingo con la cámara desvestidora, cuando la actriz pasó de visita por la Argentina.

La historia debe ser falsa porque todavía hoy – a más de medio siglo - la famosa camarita no aparece a la venta en Mercado Libre, pero viene bien para asimilarla a Reutemann, el candidato estrella que deja a la vista las desnudeces de todos, incluidas las de Néstor Kirchner, que lo tuvo en su tropa sin decir ni pío y que ahora no duda en insistir en que este señor, que sin duda alguna pertenece “a la década menemista”, “es un amigo”.

Aunque los vistan de seda, Reutemann era el jefe de la policía que en 2001 mató a Lepratti y a cuántos más, Reutemann fue el organizador del Estado que dejó indefensa a Santa Fe, fue el que dirigió el operativo de emergencia que no evacuó  a tiempo la ciudad en la que murieron personas ahogadas, fue el que hizo esta provincia de pobres en un mar de soja.

Los que hoy se callan o disimulan se quedan desnudos y muestran su propia impudicia,  pero más que eso, muestran los límites de la ética, el ahí nomás en el que se acaba cualquier moral en el mundo de los negocios, en el mundo del capital.


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La foto fue tomada de Hös Report
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