Los consejos de Seguro

presentados por Adrián Alvarado

A el le explicaron en el curso que cuando se prendía la luz roja debía bajar la palanca y mover una perilla hacia la derecha, según le habían dicho, este sencillo procedimiento reestablecía la presión de los habitáculos a su nivel normal, si la luz roja se apagaba y volvía a encenderse la luz azul la casa estaba en orden y podía volver a leer, pero en esa ocasión la rutina no funcionó, la luz azul no se prendió y para complicar aun más las cosas empezó a sonar una alarma, llamó al encargado y le dejó un mensaje en el contestador, cuando escuchó gritos ahogados y golpes sordos en las paredes de metal acolchado intentó la telepatía sin éxito. El entró en aquel programa especial como guardia de seguridad de turno reducido, por la incapacidad para desarrollar al máximo sus facultades mentales que tenía, por eso necesitaba el teléfono; el encargado lo había apagado porque era sábado y no lo necesitaba, si alguien quería comunicarse podía hacerlo directamente a su cerebro, pero el guardia de seguridad no podio hacerlo a menos que potenciara las sinapsis con un casco Geller, buscó uno en el armario se lo puso y mandó el mensaje. El encargado tenía un nombre, pero eso no le importa a nadie. Ostentaba el cargo de jefe de seguridad, cuando recibió el mensaje bloqueó los efectos de la droga que había consumido y partió de inmediato al laboratorio, en el camino el guardia de seguridad lo puso al tanto de la situación, si le pasaba algo al alguno de los internos se quedaría sin empleo otra vez y su mujer no soportaría otra temporada con el en la casa todo el día todos los días, cuando llegó la presión de los cubos estaba en cero y el silencio tenía peso especifico.

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Es en este balde
y sobre el pelo
quieto del agua
que contiene
donde concibo
la idea
de cambiar
otra vez
modificar
el modo de ver
y percibir
las cosas
apelmazar el dolor
endurecerlo
y como un terrón
de barro seco
ofrecerlo
ofrendarlo
hecho jirones
de polvo
al agua esta
que del balde
vuelve a la tierra
del patio del olvido.


Una percha vacía
en el ropero
un monte
de mediana estatura
compuesto de medias
sin par
dos bolsas vacías
y el pijama
marrón
a rayas
que te dejaste
y quedó
sentada en la cama
te pienso
y descubro
que ya no duele
y veo
así
limpita
tu sonrisa
en la memoria.

Delfina Contreras

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