Colaboración "Parece increíble, declaramos y peleamos para que se haga un juicio de un hecho que ocurrió hace 31 años" cuenta Luis, testigo de la causa Galdames, uno de los crímenes de la patota de Feced en Rosario. La causa se quedó sin querellante y el planteo es que la agrupación Hijos asuma ese rol, una manera más de lograr el castigo a los responsables de los crímenes de la Dictadura. Un querellante para la causa Galdames por Luis Alberto Cuello Lunes a las 11.30 de la mañana. Vísperas del aniversario del golpe de estado. Ahí estamos Chichín, el negro Flores y yo. Somos testigos de la causa donde se investiga (¿se investiga….?) la muerte de Conrado Galdames y los hermanos Céspedes. Ahí esta también Nadia Shuchman, con su bebe en el carrito, acompañada con otros integrantes de HIJOS Rosario. Ellos van a hacer la presentación para constituirse en querellantes de la causa. Se acercan Paula de Familiares, Norma de la Asamblea, Liliana y el Gauchito con otros ex presos políticos. Algunos integrantes de AMSAFE Rosario que nos acompañan y un montón de amigos y compañeros. Estamos en la puerta del Juzgado Federal de Rosario, en el glamoroso Boulevard Oroño que nos mira desde el alto de sus palmeras. Sorprendentemente vemos en los alrededores un montón de canas en tres patrulleros. Varias motos y algunos de pie. Me río para adentro…. Que pensaría la gente que todos los días llama a la radio, que acompañada con la promoción mediática pide más y más policías por la “seguridad”, si viera a mas de veinte custodiando “discretamente” a una treintena de personas que van a hacer una simple movida judicial… A las 12 sale una empleada del juzgado (vestida como para la revista Caras) para decirnos que hagamos el trámite, pero que el juez no nos va a poder atender. Está ocupado en la Cámara, como seguramente estuvieron ocupados todos ellos todos estos últimos años para no poder instruir los juicios a los represores. Pensamos para nosotros: lo raro sería que nos hubiera atendido… Al rato cae la movilera de Canal Tres de Rosario. Nadia explica los objetivos de la presentación. De pronto la periodista me pregunta qué sentimos los testigos en esta instancia. Me sorprende y atino a decir: “bronca, impotencia…….”. Bronca e impotencia. No es más que un reflejo de la impunidad. Parece increíble. Declaramos y peleamos porque se haga un juicio de un hecho que ocurrió hace….. 31 años. Décadas de impunidad donde los asesinos siguieron y siguen caminando por la calles. Donde han seguido durante años siendo miembros de la policía, donde están prófugos sin que nadie los busque. Donde pueden amenazar, intimidar, hacer pintadas, sacar volantes. Pensar…..eso es la impunidad. Amparado por el aparato estatal en todos los estamentos: desde la justicia, el poder político, los medios de comunicación y por qué no decirlo, desde la propia sociedad que vocifera pidiendo la pena de muerte para jóvenes arrojados a la marginalidad (material desechable en la política implementada por la dictadura y seguida por todos los gobiernos que la siguieron hasta la actualidad). Sociedad que por un lado demuestra que conserva la memoria cuando se moviliza como lo ha hecho en este 24 de marzo, y de otro lado pide mano dura y represión… casi como en la dictadura. Bueno, el hecho es que estábamos ahí. ¿Qué estábamos haciendo?: Dando un paso para poder intervenir en la causa. Una causa paradigmática. * * * * * * Galdames tenía 23 años. Era oriundo de Villa Constitución y estudiaba ingeniería civil. Vivía en una casa de España y Pellegrini de la ciudad de Rosario, Santa Fe, con tres estudiantes de nacionalidad peruana. El sábado 16 de diciembre de 1978 es detenido alrededor de las tres de la madrugada en una razzia, llevada adelante por la ronda que habitualmente realizaban los integrantes del Servicio de informaciones (SI), mas tristemente conocida como la “Patota de Feced”. Conrado es llevado a las dependencias del SI (como aclaración tenemos que decir que fue el centro de detención clandestino, tortura y asesinato más importante de la provincia) ubicado en la antigua Jefatura de Policía de Rosario. Se lo ubica en una habitación contigua a la sala de guardia, debajo de la escalera que daba a lo que su momento fue conocido como “la Favela” (lugar donde se alojó por muchos tiempo a las personas que después fueron desaparecidas) y que en ese momento servia de oficinas de José Lofiego (alias el Ciego) y el comisario Ibarra (alias Roomel), dos de los genocidas y torturadores que funcionaban en el lugar. Como era habitual en los recientemente detenidos, Conrado estaba atado de pies y manos y con sus ojos vendados. En ese momento había en el penal del SI (ubicado en el sótano) siete detenidos: Ángel Ruani, Jorge Flores, Fernando Razzeti, Roberto Barandalla, Luís Cuello, José Luís Cevallos Nocito y Eduardo López quienes a la mañana temprano descubren la presencia de Conrado, a quien le alcanzan el desayuno y el almuerzo, motivo por el cual pueden cruzar (frente a la mirada vigilante de la guardia), breves palabras. Entre las 15 y 16 horas de ese sábado, los siete detenidos (cinco de los cuales somos testigos de la causa) escuchan gritos en la planta alta, luego un tiro y la caída de un cuerpo pesado sobre el piso de madera de la sala de tortura ubicada en planta baja de la esquina de San Lorenzo y Dorrego. En la “sesión” de interrogatorio le habían pegado un balazo, habían matado a Conrado. Segundos después nuevos disparos realizados hacia el exterior, querían simular una fuga, cosa que evidentemente no lograron. Minutos después de esto, baja al sótano uno del los integrantes de la guardia, apodado “el Zorro” quien dice frente a todos “qué boludo ese pendejo que le pego un tiro al pibe”. El pibe era Conrado. El “pendejo” autor del disparo: el “Tony”. El Tony no es otro que un joven de 22 años, recientemente salido de la escuela de policía y uno de los discípulos preferidos del torturador Lofiego. Se llama Antonio Tuttolomondo y llegó después, a ser Comisario Coordinador de todas las comisarías de la zona norte de Rosario. Dos detenidos son llamados para que limpien la sangre del piso y paredes en la habitación donde asesinaron a Conrado. Baja también el sargento Torres (alias el conejo) a buscar agua caliente y después, frente a los azorados detenidos, baja al sótano el Tony con sus jeans y su remera clara manchadas de sangre. A partir de ahí comenzó otro infierno. En poco menos de dos horas fueron convocados todos los integrantes de la patota. En medio de una excitación terrible: gritos, corridas, con pañuelos en la cara los asesinos exhibiendo sus armas. Preparaban un operativo. ¿Cuál era el operativo? No otra cosa que cargar armas truchas, dirigirse al domicilio de Conrado en Avenida Pellegrini 1685, entrar a sangre y fuego y asesinar con frialdad a dos habitantes de la casa, los hermanos Rory Chuang Céspedes y María Antonieta Chuang Céspedes (ciudadanos peruanos) . Un tercero, también ciudadano peruano Ricardo Sandoval Gronerth, salvó su vida porque llego después. Fue llevado al SI y a las horas fue retirado por el entonces cónsul peruano en Rosario. En resumen, dos asesinatos más para tapar la muerte de Conrado. Entrada la noche, baja al sótano de detención Lofiego, acompañado con el Zorro (quien portaba una ametralladora) y otra persona apodada el “gringuito” a amedrentar a los detenidos. Sus palabras fueron: “ acá no paso nada…esta claro?” El diario la capital del día 18 informaría del enfrentamiento con supuestos “subversivos”. Para los testigos la cosa está clara: asesinato, asociación ilícita y nuevos asesinatos. La practica genocida de los sicarios de la dictadura militar que asoló al país ente 1976 y 1983. * * * * * * El hecho relatado no dejó de tener consecuencias dentro de las fuerzas represivas. Planteó en su momento un enfrentamiento entre los integrantes del SI y el Servicio de Inteligencia del II Cuerpo de Ejercito que derivó en la remoción del “Mudo” Guzmán Alfaro, jefe del servicio, y en el comienzo del desmantelamiento del SI, completado a mediados de 1979, antes de la visita a la Argentina del la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. El caso Galdames fue parte del juicio a las Juntas y publicado en el Diario del Juicio. Y fue reabierto después de la derogación de las Leyes de Impunidad. Declararon en el mismo cinco testigos. El año pasado se desdobló la causa, de la mega causa Feced. Este hecho planteó un problema en el seguimiento del juicio y por ende en la pelea por el castigo a los responsables de crímenes de lesa humanidad. La causa quedó sin querellantes, lo que significa una clara limitación a la hora de presentar pruebas, exigir pericias y participar activamente en la causa. La única hermana de Conrado (Alicia Galdames) quien se había ocupado activamente, falleció, y a partir de ahí no fue posible dar con algún familiar directo, los únicos habilitados por el Código Penal para ser querellantes. Y con más agravantes aún, dado que uno de los principales imputados en la causa, Antonio Tuttolomondo, se encuentra prófugo. Frente a esta realidad, es que la agrupación Hijos Rosario (cuyos abogados han seguido y participando en la causa) ha planteado a la justicia el derecho a ser parte de este juicio, como una manera más de lograr el castigo a los responsables de estas muertes. Seguiremos con nuestro reclamo, igual que cientos de familiares, querellantes y testigos en todo el país. Aunque nos amenacen, nos persigan, nos ignoren. Es parte de la pelea para lograr el castigo a los responsables del genocidio. Opiná sobre este tema |
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