Brevísimos de sábado (27-09-08)

Próceres para un tiempo sin próceres

por Miguel Espinaco

Lo sorpresivo no es que lo vendan sino que haya quién compre, tantos que compren.

Uno sabe que el poder de los medios para instalar a un personaje, pero no se puede creer que es solamente eso, también está la posibilidad de que ese personaje sea instalado, hecho querer por unos cuantos que buscan a alguien así para quererlo o para identificarse o para convertirlo en la representación de algo que a lo mejor son o que a lo mejor no son y quieren ser.

Durante los noventa que ya fueron hace tanto, me sorprendí de que a tanta gente le atrajera Reutemann, que los sedujera ese extraño personaje que hablaba pocas palabras, que no opinaba nada, que no se sabía por qué había que votarlo pero lo mismo era votado, llevado dos veces a la gobernación, promovido a la presidencia hasta que vio algo que quién sabe y abandonó, recibido después de inundador en masa que apenas atinó a decir a mi nadie me avisó, que ni siquiera en medio de la catástrofe resignó su tono de idiota mediocre.

Ahora es Cobos. No importa qué sea realmente, ya sé que el tipo no nació de un repollo y que fue gobernador de una provincia importante como Mendoza, ya sé que el tipo es un político avezado y ya sé todo lo que eso significa. Lo que importa es lo que parece, la imagen que vende, la imagen que es comprada.

Y Cobos parece un timorato, un tipo sin fuertes convicciones que en medio de la crisis balbucea un discurso y un voto no positivo al borde del desmayo, un señor gris al que la hija le manda mensajitos para decirle qué tiene que votar.

Nadie sabe qué piensa Julio Cobos, apenas lee en las noticias que recibe a todo el mundo y que se saca fotos para los diarios, que tiene un estilo distinto aunque no está para nada claro para qué serviría ese estilo distinto, que juega a las visitas mientras la presidente anda de viaje, que pone cara de yo no fui cuando le sugieren si va a ser candidato en el 2011.

Pero la pregunta no es Cobos, claro. Tampoco se trata de los que lo ensalzan como si él no tuviera la culpa de nada: la pregunta es por qué lo compran los que lo compran.

¿Se verán así, a sí mismos, los que ven a Cobos con buenos ojos? ¿Se verán a sí mismos cómo tipos que no levantan la voz y que consensúan todo y con todos como si no hubiera lucha y confrontación? ¿Verán a la historia y a la política como si no hubiera, realmente, lucha y confrontación? ¿Serán así los próceres que pretenden de estos tiempos sin próceres? ¿No suena acaso a demasiado poco, a demasiado pavote, a demasiado desnudo de pretensiones y de sueños?


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