Brevísimos de sábado (09-08-08)

Teoría del demonio

por Adrián Alvarado

Son imágenes, Cecilia Pando a los gritos en un tribunal, y Bussi, primero agonizando y luego mencionando, recalcando, reinstalando la teoría de los dos demonios, hasta las lagrimas y la nausea, y Menéndez y ese que se escapó y no encuentran, imágenes casi anecdóticas que pueden verse por televisión junto con el caño de Tinelli y canal encuentro, es televisión no es lo que pasa, me dicen, lo que pasa es otra cosa. Pasan chicos pidiendo monedas en el bar donde escribo esto, eso pasa, y los mozos, que a cambio de ser explotados cuidan que tu comida esté caliente, y pasa que se hace difícil explicar cuando tantos tienden a simplificar todo pensando en dos bandos enfrentados arrogándose la representación y la defensa del pueblo, lo cierto es que cansa repetir el esfuerzo de tratar de convencer a quien no entiende porque conoce gente que sufrió los atentados terroristas de los subversivos, y otros a los que fueron desapareciéndole los parientes y los amigos, unos eran tan malos como los otros y ellos en el medio como jamón de un sándwich.

Se van a enojar, me dijo una señora mayor el otro día en el almacén, se van a enojar porque los están metiendo en cana y va haber quilombo, dígame una cosa, me dice, ¿usted que es joven y tiene mucho futuro por delante no cree que sería mejor pacificar el país, hacer borrón y cuenta nueva y tirar todos juntos y parejos para adelante por el bien del pueblo argentino que no tuvo nunca un periodo de paz y prosperidad como la gente? Yo la miro y pienso que podría ser mi madre entonces la trato como si lo fuera, me armo de paciencia e intento explicarle y mientras lo hago advierto que está viéndome con los ojos de alguien que piensa que se le está haciendo tarde para ver la novela y que yo no soy mas que otro de esos zurdos que pretenden quedarse con las ganancias que generan otros. Me saluda y se va, y yo me quedo con la sensación de haber perdido otra batalla, entonces me voy a ver la ceremonia inaugural de los juegos olímpicos y cuando el viejo atleta chino corre como un animé, colgado a cientos de metros, me acuerdo de aquel pibe enfrentando un tanque en la plaza Tianamen y en el Tibet y en Haroldo Conti y en Rodolfo Walsh y me convenzo, otra vez de vuelta, que no estoy tan equivocado, que de una forma u otra seguimos resistiendo.


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