Palabras que suenan bien

por Miguel Espinaco

Primero fue la noticia de que el grupo Soros, a través de una empresa llamada Adecoagro, planeaba quedarse con Sancor, y entonces el revuelo y los gritos en el cielo porque ya se sabe las reminiscencias que trae el apellido del magnate, famoso por haber derrumbado monedas al paso de sus negocios. Después fue la aparición de Chávez con sus petrodólares que compran boden de a camionadas y arma fideicomisos para extensos gasoductos, prometiendo lo que primero serían 120 millones y después 80 millones en un crédito que la empresa devolvería leche en polvo y en tecnología. En el medio hablaron todos y cruzaron algunas discusiones que parecen conceptuales, pero que lo único que logran es enmascarar los debates que tendrían que darse.

Mucho se dijo entonces de qué macana sería que Sancor dejara de ser una cooperativa y los lamentos sobraron, aunque el tema preferido fue el que refiere al viejo dilema del capital nacional y el capital extranjero y no fueron pocos los que se cargaron el poncho para decir como Rimoldi Fraga, argentino hasta la muerte.

En el país sobreproductor de alimentos, el mismo que tiene una montaña de subconsumidores que incrementan los números de la indigencia y de la mortalidad infantil, el debate se mantuvo bien lejos - a prudente distancia, digamos - de encarar el debate de cómo y para qué se producen lácteos y mucho menos de cómo se los distribuye, de quienes se ocupan de disfrutar de quesos, de yogures y de leches maternizadas para matar el hambre.

Las vaquitas son ajenas

"Los establecimientos industriales de SanCor suman capacidad de procesamiento para 6.000.000 de litros de leche por jornada" cuenta la página web de la empresa. "Está constituida por 17 complejos industriales que incluyen los procesos de elaboración de los siguientes productos: manteca (1 planta) - quesos (11 plantas) - quesos rallados (1 planta) - quesos procesados (1 planta) - quesos trozados (1 planta) - leche refrigerada (2 plantas) - crema (1 planta) - yogur, postres y flanes (1 planta) -leche en polvo (6 plantas) - dulce de leche (1 planta) - leche esterilizada (U.A.T.) (2 plantas) - fórmulas especiales (1 planta) - suero fluido (1 planta). Además, posee 2 depósitos de maduración de quesos y 1 planta de fraccionado de leche en polvo."

Los datos que pueden recabarse sobre la empresa en notas periodísticas, impresionan casi tanto como los que da la empresa en su página. Por las plantas industriales de la empresa SanCor (cuyo nombre viene de unir los nombres recortados de Santa Fe y Córdoba), pasa el 18% de la leche que se produce en el país que, dicho sea de paso, alcanzaría para abastecer a toda la argentina una vez y media, tomando como base el nivel mínimo de consumo de leche recomendado por habitante por la Organización Mundial de la Salud. Sancor, es una cooperativa con sede en Sunchales, y agrupa a más de mil seiscientos productores. Facturó en 2005, nada menos que mil cuatrocientos cincuenta y dos millones de pesos.

Las últimas noticias sobre la empresa que dirige Oscar Carreras, un ganadero radical que fue secretario de Agricultura del gobernador cordobés Ramón Mestre, hablan nada más que del "mal momento": "hoy tenemos un costo financiero de 8 millones de pesos por mes", cuentan sus directores a quienes quieran escucharlos, número que ya no parece tan elevado si uno lo compara con los 160 millones de pesos mensuales que estaría facturando en este 2006 que se termina.

Adolfo Ferrero, uno de sus directivos, remontó la historia de la crisis hasta la devaluación brasilera de 1999: "por esa coyuntura, SanCor perdió 100 millones de dólares", dijo, y sumó enseguida la devaluación argentina al relato de las tragedias: "SanCor tenía a cobrar 240 millones de dólares y una deuda de 230 millones de dólares; de un día para otro, las acreencias se pesificaron y la deuda siguió en dólares, con el agregado de que como consecuencia de la crisis, de los 240 millones de pesos, ya no dólares, cobramos sólo 140 millones, porque muchos mayoristas y concesionarios quebraron".

Obviamente, no se escucha ni una palabra de los directivos sobre la mejora en los precios internacionales que resultó de la devaluación, ni sobre los sueldos que cobran, ni sobre los aciertos o errores de los negocios que realizaron en estos años. Las tragedias enumeradas son todas funcionales para sustentar la amenaza de que "si no se halla una salida rápida, SanCor tendrá un final inesperado" , tal lo que decía Vicente Bauducco - otro directivo de la cooperativa láctea - ante la Comisión de Industrias de la Cámara de Diputados. Y para que no quedaran dudas, completó: "esto se arregla con plata".

Una discusión vacía

Hay palabras que suenan bien, pero conviene abrirlas para ver que llevan adentro hoy por hoy, porque las cosas cambian.

La idea cooperativista nació como una alternativa al capitalista privado que agrupa a los trabajadores y a los medios de producción en una empresa de mayor tamaño, capaz de aumentar la escala de planta sin tener que cargar con el peso parasitario de los accionistas. La deriva histórica destruyó muchas cooperativas que no podían competir con el nivel de explotación del trabajo que lograban las sociedades anónimas, pero convirtió a otras en verdaderas empresas capitalistas cuyos dividendos se reparten por vías menos formales, es cierto, pero que no por ello dejan de ser máquinas de explotación del trabajo ajeno. "La deuda que Sancor no pudo redimir demuestra que el cooperativismo se ha transformado en una vaca lechera para los bancos y para un grupo dirigente de capitalistas de la cooperativa", leo en una nota publicada por el Partido Obrero y pienso enseguida que puede ser que la generalización sea excesiva, porque es obvio que la idea de cooperativa puede ser un buen rebusque para defenderse de las crisis y por eso esa estructura jurídica ha sido adoptada por muchos trabajadores de empresas recuperadas, aunque su futuro estará limitado ciertamente por la estructura del mercado en el que tarde o temprano correrá la lamentable suerte del pez chico o se convertirá en empresa capitalista con accionistas informales o no tanto. Pero el enfoque parece bien ajustado en el caso de Sancor: basta con prestar atención a que cuando uno compra sus productos, está pagando dentro del precio intereses a los bancos y sueldos por demás interesantes a un staff bien remunerado de directivos.

En este marco, la discusión sobre cooperativa sí o cooperativa no, suena un tanto vacía. Carlos Heller, presidente del Banco Credicoop decía hace unos días en una reunión de cooperativistas que "el problema de Sancor es un problema nacional" y que "hay que salvar a la cooperativa. No se trata de elegir entre un grupo extranjero o nacional, nuestra postura, la que vamos a sostener en la reunión es que hay que preservar la cooperativa Sancor, la cooperativa de los productores, hay que defender la estructura de la cooperativa".

Si es difícil para los consumidores - que no ven diferencias en las góndolas de los supermercados - comprender tanta insistencia en defender "la estructura de la cooperativa", mucho más todavía debe serlo para los trabajadores de Sancor que temen pagar el pato de la crisis como en cualquier quiebra de cualquier empresa privada.

Ahora, en medio de la crisis, los dirigentes sindicales se dedican a tranquilizar: "no existe ninguna posibilidad de disminución de los trabajadores afiliados a la organización sindical. Atilra garantiza la totalidad de los puestos de trabajo de los trabajadores afiliados a la organización. Aunque seguramente podrá haber alguna reestructuración en los mandos jerárquicos superiores cuya representación no ejercemos" explicaba Héctor Ponce, secretario general nacional de Atilra, citado por LecheriaLatina.com.

Sin embargo, no falta quienes lo desmientan. "Está claro que si se hace la venta y Adecoagro decide producir solo leche en polvo para exportar, muchos de los 1100 trabajadores de Sancor perderán su empleo" explica el coordinador del MCL en una nota publicada por el Partido Comunista Argentino. El diario Clarín cita, de una nota realizada en Sunchales, a habitantes de aquella ciudad que "no se atrevan a dar sus nombres" y que opinan también que el cambio podría afectar la suerte de los 1.100 trabajadores de la planta local y por extensión, a los 20.000 habitantes de la ciudad: "¿Qué pasa si se dedican sólo a la leche en polvo, que se hace en fábricas casi sin personal?" comentaba Clarín que comentaban dos vecinos en las calles de Sunchales.

Una nota publicada por Darío Schueri, que aporta el dato para mostrar que no hay desventajas en el traspaso al grupo Soros - perspectiva que alienta desde todas sus notas - cita a un Consejero de la empresa: "todas las propuestas presentadas eran para perder el dominio de la empresa", todas pretendían "reducir a SanCor a la mínima expresión; cerrar plantas, despedir personal, vender líneas de productos", Según la fuente citada, la única ventaja de Adecoagro sobre los Eukenian y los Ezquenazi, radicaba en que proponía un plan de negocios pero, por lo que se lee, con mucho menos personal.

Si hay que creerle a este señor, los trabajadores de Sancor actúan en esta historia solamente como actores de reparto, como candidatos a víctimas del negocio - sea el que fuere - que finalmente se imponga. Como está escrito en la nota publicada por el Partido Obrero ya citada, "el final de este culebrón promete enseñanzas políticas interesantes. Por nuestra parte queremos recordar que, cooperativa o no, SanCor es una empresa capitalista, que como tal explota obreros, que en toda esta historia son convidados de piedra".

Billetes nacionales y populares

Sin duda alguna, el debate que mayor centimetraje de diarios ocupó refiere a la nacionalidad del capital, vieja discusión si las hay. Es apenas una variante de aquella que habla de un capital bueno y uno malo, pero la bondad del capital nacional - en este caso - estaría vinculada a que sus ganancias se reinvertirían en el país, mito que los abultados dinerillos de propiedad de argentinos que recalan en paraísos fiscales y la misma huida en masa del 2001, ya debería haber demolido con todo éxito. Pero los mitos, mitos son, y muchas veces resultan apropiados para rellenar negocios bien materiales con excusas ideológicas.

Muchos hablaron, claro, muchos que tienen tradición en este discurso, como la Federación Agraria Argentina que expresó su "profundo desagrado ante la posibilidad de que un grupo extranjero se quede con el control de SANCOR". Otros tuvieron que hacer malabarismos para no quedar pegados a contradicciones con sus dichos de ayer o de mañana.

El ahora candidato Perotti fue uno de los que se dedicó a hablar parado en la cornisa: "la mayoría no conocía que había habido otras ofertas, y cuando aparece una oferta de capitales nacionales sería bueno analizarla. No porque esté en contra de que alguna empresa extranjera invierta en el país, todo lo contrario, pero cuando hablamos de crear un clima de inversiones bueno en el país y la provincia no es sólo para los extranjeros, el buen clima tiene que ser también para nuestros emprendedores, nuestras pymes y fundamentalmente para el industrial". El gobernador Jorge Obeid, recién regresado de un viaje a Italia, también hizo equilibrio y se mostró a un tiempo "preocupado" por el proceso de extranjerización de bienes productivos, pero dejó claro que las inversiones son bienvenidas cuando sirven para evitar que una empresa se caiga y produzca despidos.

Cuando uno presta un poco de atención, nota que se trata de una discusión de símbolos, el problema es qué queda bien decir y qué no. Tanto así, tan poca importancia tiene lo que se dice y tanta cómo suena lo que se dice, que los charlatanes de turno no tienen ningún temor de contradecirse en una misma frase: "No existe el capital nacional ó el extranjero; el capital no tiene fronteras, va y viene" dicen convencidos los muchachos de Soros, Mariano Bosch, Julio Bestani y Raúl Filippi. Y enseguida nomás y sin cambiar de andén: "Nosotros optamos por el capital puesto al servicio de la producción, sea nacional o extranjero, de hecho en Adecoagro hay capital argentino".

Sea como sea, en el caso de Sancor la argentinidad de los capitales ya está en duda. En 2001, no vacilaron en tejer un plan para llevarse las plantas de producción a Brasil, en 2004 se unieron a la Dairy Partners Americas Argentina S.A. (DPAA), constituida en un 50% por Nestlé, para comercializar en el país productos refrigerados y a fines del mismo año con la neocelandesa Fonterra para que se haga cargo de la exportación de los "commodities" elaborados por la cooperativa con sede en Sunchales.

Ahora, parece, el acuerdo se cerrará con Venezuela. ¿Vendrán de su mano, los famosos capitales "nacionales"? Por lo pronto, los directivos ya han anticipado que con los famosos 80 millones "no alcanza".

De eso no se habla

De hecho, los términos "cooperativa" y "nacional" suenan bien por las potencialidades que encierran, potencialidades que son escondidas cuidadosamente en el discurso dominante mediante el simple expediente de terminar las discusiones donde deberían comenzar, son apenas un amague que muestra un "nosotros" al mismo tiempo que lo escamotea.

Cooperar remite a la idea de una producción controlada por los propios productores - rubro que a escala de la economía como un todo, debería coincidir con el de los consumidores - pero la idea cooperativa que se defiende en este caso difiere apenas del resto de las empresas en su formato jurídico. Por eso en el debate se hace todo lo posible por evitar cualquier cosa que involucre seriamente la idea "cooperar" entre todos para que elementos como la leche y sus derivados estén al alcance de todos, discusión que involucraría no sólo a Sancor, sino también a Mastellone, a Nestlé y a todos los que se llenan los bolsillos explotando este negocio.

La idea de lo nacional, más allá de las limitaciones que encierra la cuestión, también supone la idea de un nosotros, la sospecha de que si los trabajadores argentinos trabajaron para llenar las reservas del Banco Central o para edificar empresas capaces de producir productos de calidad, estaría bueno que el control de esas potencialidades quede en nuestras manos. El problema es que los capitales nacionales que se han vuelto a poner de moda no son realmente nuestros y los capitalistas "nacionales" hacen sólo lo que les conviene a ellos, si es exportar, exportan, no importa que suceda en la mesa de los verdaderos fabricantes de ese capital que ellos disfrutan en efectivo o con tarjeta.


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