Mercosur para qué

por Miguel Espinaco

No hubo un cordobazo, como prometía Chávez. Apenas una nueva escaramuza en la lucha política que cruza toda América, en las luchas políticas, habría que decir para mejor decir.

Las grandes líneas de discusión quedan sumergidas en los gestos pero están. Cumbres y contracumbres, líneas de presión que van y que vienen, que las entrecruzan y que las abarcan, ideas fuerza que entran por la ventana que abren los titulares de los diarios, impresiones que quedan navegando hasta que alguna vez el tiempo les radiografíe el esqueleto.

Esta semana se realizó en Córdoba la reunión de presidentes del Mercosur, y también fue la contracumbre. Los diarios y los noticieros ya contaron lo suficiente de lo que pasó, de lo que se dijo, de lo que se actuó. Quedará ahora, para ir respondiendo con el tiempo, una pregunta casi básica: ¿hasta dónde puede llegar el Mercosur como proyecto político?

La pregunta no sobra. En la extensa declaración de los presidentes, abundan ideas sobre una especie de macroestado latinoamericano: un banco, fronteras abiertas al comercio, acuerdos globales con terceros países, medidas contra las desigualdades entre los distintos integrantes, una red energética para sustentar el desarrollo. Medidas o más bien propuestas para construir algo así como un gran estado, plan que obviamente se asienta sobre ideas fuerza ya bien veteranas, como las de la unidad latinoamericana y el proyecto de nuestros próceres, para decirlo en el idioma de los discursos.

Pero claro, este estado en grande bien podría apuntar a lo que cualquier estado en chico apunta, a ser el ambiente más o menos ordenado en el que se diriman las disputas intercapitalistas por un lado, y a ser el garante de lo que ahora ha dado en llamarse seguridad jurídica, para que se ofrezca perspectiva y estabilidad futura a los negocios.

En honor a la verdad, fue Chávez el que habló de megaestado. Casi todos los presidentes hablaron de solidaridad, de integración, de relacionamiento, hasta ahí nomás. Evo Morales le puso más expectativas al pensar el Mercosur como una solución para la víctimas de "un modelo económico que nunca ha resuelto nuestros problemas económicos, los de nuestras familias y nuestros pueblos". Pero fue Hugo Chávez el que habló de megaestado que tendría que marchar, dijo, hacia "una constitución común, una moneda común".

Y habló de megaestado para marcarle un objetivo distinto: la región, explicó, tiene que asumir "un papel protagónico en el mapa mundial, que nos libere de una potencia hegemónica que invade a quien le da la gana. Una verdadera amenaza a la existencia de la vida humana".

Caras y Caretas

Los titulares de los diarios argentinos del sábado fueron Hilda Molina. Es lamentable que Castro impida la salida de la isla a alguien que no está ni siquiera procesado, pero convengamos que es un tema menor, que es casi una anécdota, convengamos que si el presidente Kirchner cruzó este tema en medio de la cumbre fue para que sea tapa de los diarios, para que lo que sobresalga desde la anécdota sea la diferenciación.

Molina, entonces, disfraz, tapadera de otra discusión que no se hace de frente sino de perfil, el Mercosur para qué. El tema Medio Oriente como botón de muestra.

La invasión israelí bendecida por Washington , centro de confrontación hoy por hoy con la política imperial, debate escondido apenas en fórmulas de compromiso, en declaraciones hechas por fuera de la reunión que convocaba a los presidentes.

Un diario venezolano de oposición se quejaba hace unos días de que entra Chávez y sale Israel. Ocurría que el hecho del ingreso del líder bolivariano, habría abortado la posibilidad de un acuerdo del Mercosur con Israel. De cualquier forma, justo en estos momentos, habría sido demasiado.

Digamos de paso, que el comercio del Mercosur con Israel es mínimo. Ese país ocupa el puesto 43 entre los que comercian con los países de América, de modo que el acuerdo comercial era más que nada un acuerdo político, un aval al estado que no vacila en cortarle los víveres a Palestina porque un gobierno que no es de su agrado gana las elecciones, un país que usa las invasiones como método continuo de disciplinamiento de su patio trasero.

El comunicado conjunto de los presidentes, toma en el punto 36 el acuerdo del Mercosur con Israel. La mención es casi una fórmula de cortesía, pero la cortesía no es poco en medio de la invasión. Los presidentes "tomaron nota", dice el punto 36, de los progresos verificados durante el semestre pasado en las negociaciones para ese acuerdo de libre comercio.

El presidente argentino no olvidó tampoco, hacer una mención en su discurso a los hechos de Medio Oriente, invitando a todos los integrantes del bloque a emitir un comunicado conjunto llamando a la paz, la convivencia y el respeto de las libertades, palabras para disfrazar de pacifismo la vieja teoría de los dos demonios, otra vez el hacerse el distraído sobre el rol agresor del estado de Israel en el conflicto, otra vez el negarse a tomar nota del terrorismo de estado que ejerce Israel en Medio Oriente, de la bestialidad que ni siquiera los diarios se atreven a negar.

El comunicado conjunto existió finalmente, y dice menos todavía. El diario La Nación, explica que en esa declaración hasta había desaparecido la palabra "invasión" que había sido usada por Kirchner en su alocución y que provocó una aclaración comprensiva - un reto diplomático, digamos - del embajador israelí en Argentina. La declaración de los presidentes, habla apenas de "la extrema preocupación por la dramática situación imperante en Medio Oriente y por la gravísima crisis humanitaria de la cual es víctima la población civil de la región", hace un llamado "al inmediato cese del fuego" e insta a las partes involucradas, a las que no menciona, a "retomar en forma urgente las vías del diálogo".

Es difícil pensarlo a Chávez firmando ese comunicado con Kirchner, mientras en su país había una movilización de repudio y después de que su gobierno ha condenado claramente y sin vueltas, la invasión israelí. Es difícil pensarlo firmando ese "instar a las partes", después de sus dichos en la conferencia de prensa que hizo antes de salir de Venezuela, en la que denunció a la CNN de manipulación informativa: "CNN está manipulando sabroso la invasión al Líbano. Ellos hablan de conflicto no de invasión". Es difícil pensarlo firmando una declaración que se suma a la misma manipulación informativa que denuncia. Pero. Ningún diario encontré que dijera que no lo hizo, que no firmó. Business are business, debe ser.

La pregunta, claro, sigue en pie, hasta dónde llegará el Mercosur como proyecto político, digo, o más precisamente todavía, cual es el proyecto político que se impondrá en el Mercosur.

Por lo pronto, la primera prueba deja un sabor amargo. Ni confrontación con la potencia hegemónica, ni soberanía de los pueblos, descartados en el debate principal que se impone hoy en el mundo, porque lo impone la política imperial.

Debate que, para colmo de males, le es ocultado a los pueblos con todo éxito.


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La contracumbre

En muchos se trasluce la ilusión, la esperanza de los vientos de cambio soplando tras la aparición de corrientes claramente diferenciadas de las que gobernaron los noventa en América. Los que se alegran de esa unidad, pretenden desde la contracumbre que esa unidad sirva para decir no a los tratados de libre comercio y sí a la integración desde y para los pueblos, para lograr la independencia económica con soberanía financiera, la soberanía popular y la autodeterminación de los pueblos, la distribución de la riqueza, la universalidad del derecho a la vida y la soberanía alimentaria, para denunciar la militarización y obtener el cese de la agresión y el inmediato retiro de las tropas de EE UU de Irak, y de las de Israel del Líbano y Palestina y las de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas de Haití.

Cosas así propone la declaración de la contracumbre realizada en Córdoba.

La de la cumbre de los presidentes, no.

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