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Pedagogía castellsiana

Por Miguel Espinaco

     El tema sobre el encarcelamiento de Castells y su reciente liberación podría enfocarse desde distintos ángulos. Uno de ellos es, sin duda alguna, el parcial punto de vista de la llamada exageradamente "justicia" argentina, que mide con muy diferentes varas la ley de la extorsión en la que se basan la política y la economía del sistema.

     No hace mucho, en el número 37 de la revista de El Mango del Hacha, detallaba algunos de los aspectos de esa ley que te cruzan a cada paso: si no votás a Kirchner va a ganar Menem, si criticás mucho al gobierno le hacés el juego a la derecha y va a ser peor, si protestás en el trabajo te dicen tengo una cola para cubrir tu puesto así que quedate en el molde. En ese marco de extorsiones al por mayor, condenarlo a Castells por una supuesta extorsión en el Casino Gala de Resistencia - con suposiciones y sin que haya un denunciante - aparece casi como un ex abrupto.

     Se podría enfocar también observando el giro a la represión frontal a las luchas populares, del cual la detención de Castells fue apenas la punta de un gran iceberg que incluye a decenas de presos a lo largo del país. Se podría analizar si no, el exceso mediático del gobierno de Kirchner que creyó necesario poner un símbolo, un preso conocido entre tantos desconocidos para que sirviera de mensaje, de escarmiento claro y contundente. Se podría medir si a la luz de los hechos recientes, el celo oficial por mostrarse cumpliendo las normas de todo buen gobierno burgués que cuida la seguridad jurídica de los empresarios, no le terminó resultando una patinada que tendrá sus esperables consecuencias. También se podría criticar a las dirigencias políticas supuestamente progresistas que ignoraron el caso Castells, que no reconocieron su carácter de preso político y no exigieron con fuerza su libertad inmediata.

     Se podría hablar de todo eso y mucho, pero en esta nota voy a concentrarme en las lecciones que dejó Castells, en las muy criticables lecciones que dejó a sus seguidores y a los que prestan atención a sus acciones y a sus dichos, cada vez que aparece en la televisión o en la radio.

     Una de esas nefastas lecciones ha sido el comentado agradecimiento de Castells a Menem. Es cierto que habló repetidamente de que su libertad fue un triunfo del pueblo, pero también es verdad que el jueves fue cruzado al aire en la emisora radio Resistencia con el prófugo trasandino a quien le dijo textualmente: "Le pido que nos ayude. No queremos morirnos, queremos seguir viviendo. Nunca matamos a nadie ni estuvimos en hechos de sangre ni delinquimos". El ruego realizado a tan dudoso personaje, a quien fuera uno de los más notorios responsables de la desocupación de tantos desocupados que siguen a Castells y del hambre de los muchos hambrientos que lo escuchan, no puede ser tomado con liviandad, ni atribuirse a la ligera a las habilidades de la maniobra política. Las palabras de Nina agradeciendo el gesto del ex presidente y reivindicando una supuesta "actitud democrática" a quien ganó el poder prometiendo salariazo y revolución productiva y terminó dejando a medio país sin trabajo y con sus ingresos familiares destruidos, es una lección de delirio político que ojalá nadie aprenda.

     Pero la lamentable pedagogía castellsiana no termina ahí. El otro asunto sobre el que se ha hablado demasiado poco es el que refiere al método de lucha usado por el dirigente piquetero. ¿Se supone que ahora el resto de los presos políticos, los de la legislatura porteña, los de Caleta Olivia, el recientemente detenido referente del Mocase santiagueño Ángel Strapazzon, la infinidad de luchadores sociales procesados, tendrán que dedicarse a hacer huelgas de hambre para conmover al poder? ¿Es conmovible, acaso, el poder que garantiza cotidianamente ganancias para los empresarios y pagos para los acreedores externos, mientras hay millones que sobreviven en la indigencia? ¿O es conmovible solamente por la preocupación de que un tipo conocido como Castells se les pudiera morir en la cárcel y no más que por esa preocupación muy poco humanista pero sí bien especulativa?

     En una carta a su madre, citada por Pacho O´Donnell, el Che Guevara escribía: "No soy Cristo ni un filántropo, vieja, soy todo lo contrario de un cristo. Lucho por las cosas en las que creo, con todas las armas de que dispongo, y trato de dejar muerto al otro para que no me claven a una cruz o a ninguna otra cosa". Los métodos que enseña Castells, más allá del contenido de maniobra política que pueda reconocérsele, son luchas de uno, luchas de un dirigente que se pone por arriba del resto, luchas que para colmo evocan el fantasma de la muerte propia cedida al martirio. Pero mártires sobran, y sólo sirven para la admiración respetuosa y para el rezo. La lucha, se supone, es por la vida.

     Claro, podrás decirme que el tipo se salió con la suya y que ahí está libre, qué importa si le tiró algunas flores a Menem o si enseñó con su lucha que se lucha sólo y auto flagelándose. Pero no, voy a contestarte yo enseguida, me parece que los medios y los fines no son cosas que puedan desvincularse así nomás.

     O podría decirte también de Castells, modificando aquel viejo dicho admonitorio, dime como andas y te diré adónde vas.



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