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Caballo de Troya

Por Enzo Vicentín

Consideraciones

     El acto del jueves 26 de Septiembre reavivó el debate sobre esta reciente figura pública que es Juan Carlos Blumberg y su movimiento, su proyecto, sus objetivos. Quisiera, antes de entrar de lleno al análisis de los acontecimientos, enumerar algunas consideraciones previas respecto al tema de la seguridad (o inseguridad) que tanta difusión tiene hoy en los medios de comunicación. La primera es caracterizar a Blumberg como una realidad, social y política. La exacerbación que los medios hacen de la sensación de inseguridad no oculta el carácter real de los pensamientos, reclamos y posicionamientos de una parte de la sociedad porteña acerca de la seguridad. La ocupación del espacio público por parte de este grupo social, como en la marcha del jueves pasado, es parte de esa realidad. Sin dudas hay personas que están con el mensaje de Blumberg, independientemente del grado de aparición pública que tenga el padre de Axel. El reclamo, si bien es inflado por la propaganda, tiene base social. Por otro lado, no se descubre nada si se dice que "la cruzada" blumberiana es también política, a pesar del pretexto de "apoliticidad" que el mismo Blumberg esgrime. Impulsar leyes es hacer política, y si esas leyes son solamente de carácter represivo, se hace política desde una posición ideológica determinada, pero eso es un tema posterior de esta nota.

     La causa de la seguridad moviliza. ¿En dónde y a causa de qué? No se puede decir tan ligeramente que "la sociedad" o "la gente" está preocupada por la seguridad. Esos términos son utilizados para unir o generalizar sentimientos muy diferentes; son conceptos engañosos. La preocupación que algunos vecinos de San Isidro tienen con respecto a la inseguridad no es la misma que tienen algunos vecinos de La Matanza, ni es la misma que la de los vecinos de la provincia de Tucumán o Corrientes. Incluso dentro de San Isidro no es la totalidad de los vecinos los que están preocupados por lo mismo: hay villas o barrios pobres en los cuales se piensa diferente a Blumberg, y sobre todo se sufre el avance blumberiano sin derecho a expresarse (luego profundizaré este punto). Los secuestros extorsivos no son lo mismo que la violencia familiar. La sensación de inseguridad por miedo a un secuestro no es la misma que la sensación de inseguridad por miedo a no tener un trabajo el día de mañana. Entonces aclaremos que Blumberg no es expresión de "la sociedad" preocupada, es sólo un miembro de la clase media-alta que vive sobre todo en el norte del conurbano bonaerense, y a lo sumo podrá considerarse como referente de ese grupo. La representatividad nacional de su reclamo y de las 70 mil personas que marcharon al Congreso se cae en el mismo momento en que se sabe que en el interior del país no se registró ninguna marcha grande de apoyo a los reclamos de Blumberg. Eso no significa que no haya personas que no sintonicen su mensaje en el interior del país. Pero, por ejemplo, mientras que los vecinos de San Isidro se preocupan por los secuestros extorsivos, en muchas ciudades del país se preocupan por los casos de gatillo fácil y por la impunidad policial que en los reclamos de Blumberg brillan por su ausencia.

     Tercera y última consideración: la televisión. Simplemente no hubo alternativa cuando los relojes marcaron las 19 hs. del jueves pasado. Todas las cámaras transmitieron en vivo, los canales principales resignaron minutos de publicidad en un horario central en pos de difundir la marcha convocada por el padre de Axel. No voy a decir nada nuevo, pero es necesario que lo diga: muchas veces se convocaron 50 mil personas en Buenos Aires y pocas de esas movilizaciones tuvieron semejante eco mediático como la del jueves pasado. Para recordar: aniversarios del 24 de Marzo (si no todos, muchos de ellos), aniversarios del 20 de Diciembre, recordatorios del 26 de Junio, marchas docentes, etc., y seguro me estoy olvidando de muchas otras. Si a algunos sectores del poder les interesa meter a Blumberg en todos los hogares a través de la TV, es porque tienen intereses en el tema.
Si eso es innegable, ¿se puede seguir hablando de que en Blumberg no hay política? Y aún más: ¿se puede decir que en sus palabras no hay ideología?

Acto y discurso

     La cuestión es que 70 mil personas más o menos marcharon frente al Congreso en apoyo a los reclamos de Juan Blumberg. La mitad en comparación con la primera marcha convocada en Abril (150 mil personas aprox.), pero más que en la segunda, demostrando que los resonantes secuestros de Garnil o Gaita son combustible para el motor de los reclamos blumberianos. Es tentador y ciertamente innovador realizar un análisis sociológico de la marcha, pero no será en esta nota. He leído algunos artículos que lo intentan, en los cuales se sacan conclusiones pocos habituales, como por ejemplo el de Horacio González en Página 12, donde se interpreta a la marcha como un acto religioso: "hubo una sobrecarga de simbolismos genéricos vinculados a liturgias religiosas, destacándose las velas encendidas, los prólogos de los sacerdotes y la propia expresividad del señor Blumberg, en la que sin esfuerzo se reconocen rasgos de homilía y sermón puritano" dice este sociólogo, que define al movimiento que encabeza el empresario textil como "neo-evangelismo seguritista".

     La "gente común", los "ciudadanos decentes" como Blumberg los llamó, que ocuparon la plaza del Congreso con velas en la mano, eran en su gran mayoría personas de clase media y alta del norte del Gran Buenos Aires y de Barrio Norte (Capital). A eso no lo negó nadie, ni siquiera La Nación. Se notó por lo tanto el fenómeno de homogeneización social en los concurrentes en comparación a la primera marcha. La aglutinación inicial en torno a su persona vista en la primera marcha dio lugar a un recorte social, una "tamización" del cuerpo social movilizado. La "gente común" que acompañó el jueves pasado a Blumberg es ya un sector social definido, con tendencias políticas e ideológicas identificables, como lo expresa una encuesta realizada el día de la marcha y publicada por el Página 12. En ella, los concurrentes a la marcha dijeron votar a Patti, Carrió, Macri o López Murphy, dijeron que su presencia en la plaza era porque " 'la gente común debe participar en las decisiones del país' (38 %), mientras que un porcentaje muy similar dijo que 'se debe reclamar soluciones a los poderes políticos'. Apenas un 12 por ciento dijo estar ahí por haber sido víctima de la inseguridad o tener un pariente o conocido que lo fue. Y un 18 por ciento concurrió por pensar que los derechos humanos 'no son sólo para los delincuentes' ". La pregunta del encuestador acerca de cómo se soluciona el problema de la seguridad pinta de cuerpo entero el pensamiento de los "ciudadanos decentes": "todo el mundo habló de leyes: un 14 por ciento dijo que hay que cambiarlas, otro 14 de cambiar el sistema judicial y otro de poner penas más duras. Empatados en un 12, la gente opinó que hace falta más policía, y que hay que capacitarla más. Un seis por ciento cree que todo se soluciona con la pena de muerte, mientras que un 2 dijo que la solución son 'más marchas' " (ambos fragmentos de un artículo publicado el 30/8). ¿Seguros de desempleo? ¿Redistribuir el ingreso? ¿Educación? ¿Salud? Ninguna de estas soluciones a la inseguridad parece figurar en el diccionario de los asistentes a la marcha.

     El acto dio inicio después de que Blumberg entregara el petitorio -que más tarde leería- a algunos representantes de bloques de senadores y diputados en el mismo Congreso nacional.
En dicha entrega Blumberg estuvo acompañado de Cristian Ramaro y los padres de Nicolás Garnil, que estuvieron desde temprano en la casa del empresario en San Isidro. Cuando salió a las escalinatas del Congreso, los manifestantes ya habían encendido sus velas y esperaban por su discurso. Antes de él, el Coro Kennedy cantó dos o tres canciones y dio paso a la aparición sucesiva de un rabino, un pastor y un sacerdote (¡!). Este intento de mostrar una imagen panreligiosa rozó lo ridículo, o lo inentendible. Pero solamente hubiera sido solo eso si estos religiosos no hubiesen dicho lo que dijeron. Porque el rabino Sergio Bergman -el primero en hablar de los tres- propuso una modificación al Himno nacional, cambiando libertad por seguridad: "Oíd mortales el grito sagrado, seguridad, seguridad, seguridad". Es lisa y llanamente terrible que semejante frase haya motivado aplausos de parte del público. Luego, el sacerdote Guillermo Marcó habló de que "al fin y al cabo, es idéntico el sufrimiento de las víctimas de bandas armadas, como las de la década del 70, y las de un secuestrado actual" (esto es subrayado por Joaquín Morales Solá en el diario La Nación al día siguiente - el fragmento citado es de dicha nota, no sé si son palabras textuales de Marcó). Otra expresión escalofriante sin dudas. Las víctimas fueron las de las bandas armadas (léase guerrilleros, zurditos revolucionarios)…¿y las de la dictadura? Una horrorosa omisión la de este religioso que reproduce la versión de la historia que el poder nos quiere imponer. Da bronca. Y es lamentable. Pero es entendible que ese tipo de personas hablen en un acto de Blumberg y sean aplaudidas.

     El momento fuerte llegó después, cuando Blumberg tomó la palabra y habló 45 minutos. El discurso se basó exclusivamente en el petitorio que horas antes había presentado en el Congreso, y en la lista de reclamos al gobierno bonaerense que entregaría luego del acto. Pero entre un punto y otro del largo petitorio hubo tiempo para criticar y opinar, en un intercambio con el público (diálogo de gestos y sonidos entre el orador y los oyentes). La primera crítica fue para los que "pusieron piedras en el camino" tratando de impedir el éxito de la movilización. Dos destinatarios tuvo esa frase: algunos medios de comunicación a los que Blumberg acusó de censura, por un lado, y a algunos grupos de piqueteros que cortaron puentes. Que Blumberg se queje de censura mediática es francamente incomprensible si se lo mira inocentemente. Pero es inaceptable si se lo observa de manera crítica. Una persona que tiene apariciones casi rutinarias en el programa de Mariano Grondona o de Majul, que aparece regularmente en noticieros, que otorga numerosas entrevistas por semana a muchas de las radios más escuchadas de Buenos Aires no puede argumentar que es víctima de la censura mediática. Si es ignorado o atacado por una parte del periodismo, eso no es una excepcionalidad ni mucho menos, sino que refiere al modus operandi de los medios, que defienden intereses disímiles aunque funcionen como corporación. Si Blumberg se queja por censura, entonces qué les queda a los movimientos sociales que luchan por cambiar este sistema, a las fábricas recuperadas, o a los desocupados. Qué les queda a los marginados de las villas miseria que son sistemáticamente discriminados de "lo público". Con respecto a la crítica -sin nombrarlos- a los piqueteros que ese 26 de Septiembre se manifestaban cortando puentes como el Pueyrredón, es bueno recordar y recordarle a Blumberg que el 26 de Junio de 2002 la policía que él quiere dotar de más poderes mató a los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en Avellaneda, y que desde esa fecha todos los 26 de cada mes el MTD Aníbal Verón (y muchos grupos piqueteros más) los recuerda y pide justicia para sus asesinos cortando el puente Pueyrredón. No se puede dejar pasar la frase de Blumberg como palabras "poco felices" o inocentes. Fue a todas luces un ataque malintencionado - como el que hace un tiempo realizó sobre Sebastián Bordón, asesinado por la policía de Mendoza- contra los piqueteros en general, y su metodología en particular. Blumberg y la base social que lo apoya denosta a los piqueteros, los odia. Debería este empresario textil saber que tanto él como los piqueteros luchan contra la impunidad, reclaman el esclarecimiento de asesinatos; que si él (Blumberg) puede cortar las calles del centro de Buenos Aires para pedir seguridad, los piqueteros pueden cortar un puente para pedir justicia; que como dijo Luís D'Elía, las muertes de Maxi y Darío valen tanto como la de Axel; y que los piqueteros son tan personas como su círculo de asesores. Pero lamento dañar la esperanza o el respeto depositados en Blumberg por parte de muchas personas, porque en la cabeza de Blumberg y de muchos de los que participaron de la marcha esas consideraciones no se toman, se niegan. La oposición "ciudadano decente"- "delincuente" no es una división legal, es profundamente social. En Blumberg y su gente, los derechos y las garantías son para algunos, a los demás les toca la estigmatización y la criminalización.

     Pero las críticas a los que lo "obstaculizan" no fueron las únicas que durante su discurso expresó. A los movimientos de Derechos Humanos (DD.HH), Blumberg los acusó de defender a los delincuentes y no a las personas decentes "como ustedes", dijo mirando a su público. Y también de no haberlo ayudado en su causa luego de la muerte de su hijo. Otra vez, no estamos ante una "expresión poco feliz" o desmedida de parte del empresario textil. Al domingo siguiente, en un programa de TV, volvió a ratificar sus dichos diciendo que "se mira más los derechos humanos del delincuente que los del ciudadano decente". A esas críticas las pagó caro al día siguiente, pero eso lo analizaré luego. Solo diré aquí que gracias al trabajo de los organismos de DD.HH. fue mucho lo que se hizo en contra de la injusticia y la impunidad en este país, gracias a su lucha hoy se conocen los horrores que perpetró la última dictadura, y se exige cárcel para los genocidas que están en libertad luego de todo lo que hicieron. Criticar a esas organizaciones es una falta de respeto a su trabajo y a su historia. Atacándolas como lo hizo, Blumberg no hizo otra cosa que mostrar de qué lado está, y de que lado estuvo entre el 76 y el 83.

     El gobierno bonaerense fue el que más recibió durante el discurso, aunque no voy a detenerme demasiado aquí: para Solá (gobernador), Arslanián (ministro de justicia) y Falbo (jefe de fiscales) hubo "palos", silbidos, y una enérgica exigencia de que laburen para solucionar los problemas de "la gente". Esta concentración de reclamos al gobierno bonaerense se manifestó en la parte del petitorio dedicada exclusivamente a Solá y compañía, en donde se le reclamó, entre otros puntos: una línea tipo 911, reentrenamiento y mejores sueldos para los policías, crear milicias o algo por el estilo con ciudadanos y policías retirados, y más recursos para las fuerzas de seguridad. La entrega de esta lista de pedidos en la Casa de Buenos Aires, que se realizó luego del acto en el Congreso, fue el inicio de los cruces y respuestas que Blumberg recibió de numerosos sectores. El acto tiene hasta hoy sus coletazos.

Respuestas y repercusiones

     El principal blanco del petitorio reaccionó rápido. El jueves por la noche, luego del acto, Blumberg se acercó hasta la Casa de Buenos Aires para entregar su lista de reclamos. Felipe Solá, Arslanián, y otros ministros bonaerenses lo esperaban y se reunieron con él por dos horas. Esa reacción rápida del gobierno bonaerense se basó en refutar punto por punto las demandas del padre de Axel, argumentando que todo lo pedido ya estaba realizado o en vías de hacerse. Solá manejó ese discurso hasta hoy, y no se apartó de él; en cambio Arslanián salió el viernes a responderle a Blumberg en duros términos, dando comienzo al escándalo informativo. El ministro de Justica bonaerense dijo que quedaba "como un pelotudo" porque según Blumberg en su gestión no se había hacho nada. Al día siguiente, en un reportaje a un diario, dijo que Blumberg trataba de desestabilizarlo y de sacarlo de su puesto, "como Ruckauf" sentenció. Y en esta semana subió aún más la apuesta afirmando que la Fundación Axel recibe dinero del gobierno nacional y por eso Blumberg no critica a Kirchner (ver recuadro). Fue notorio en el discurso del jueves que Blumberg en ningún momento nombró a miembros del gabinete nacional, ni dijo "gobierno nacional". El por qué es cuestión de suposiciones e intrigas políticas, no voy a hacer aquí conclusiones.

     Si Solá, Arslanián y compañía le subieron el tono a la controversia con Blumberg, Kirchner y los ministros nacionales optaron por un silencio casi absoluto. En los días previos el Gobierno ya manejaba la magnitud de la marcha y buscó a través del Consejo del Salario, que se reunió el mismo jueves de la marcha, una pantalla para entretener a los medios con el aumento del sueldo básico. En ningún momento emitió opinión públicamente sobre el acto o el discurso. La respuesta a Blumberg no fue con palabras, sino con un encuentro entre el Presidente y las organizaciones de DD.HH. que tuvo como excusa oficial la promulgación de una ley (nº 25.914) de reparación para hijos de desaparecidos nacidos en cautiverio. Así, el Gobierno le hizo pagar caro a Blumberg su crítica hacia dichas organizaciones. Las reunidas con Kirchner el viernes tuvieron entonces micrófono para responderle a Blumberg, y prefirieron no entrar en un cruce verbal. Estela Carlotto le dijo a Blumberg, más o menos, que él se preocupó por la seguridad después de que le mataran a su hijo hace 5 meses, cuando las organizaciones de DD.HH. hace más de 20 años que vienen luchando por la justicia. La fragmentación del movimiento que veía con buenos ojos a Blumberg pudo verse el viernes, en donde algunos movimientos que pelean contra la impunidad tomaron distancia de las declaraciones del empresario. Tal fue el caso de Padres del Dolor, un movimiento de Rosario que agrupa a familiares de víctimas del gatillo fácil y la inseguridad, que dieron a conocer su alejamiento de la Cruzada Axel luego del acto del jueves pasado. "Entendimos la primera marcha, pero ahora hubo pedidos de mano dura y de imputabilidad de menores que no compartimos" dijeron. Gladys Gauna, una integrante, agregó que Blumberg "nada dijo sobre lo que pasa en el interior donde hay muchísimos casos de gatillo fácil, de muertes dudosas. Fue un acto muy localista". Con estos elementos, si hoy Blumberg impulsara una junta de firmas -como la que hace unos meses llegó a los 5 millones de adhesiones-, ¿llegaría a los 5 millones de firmas? No creo. Muchos luchadores sociales en el campo de los DD.HH. entendieron a lo largo de estos meses que su causa no es la de Blumberg.

     Por otra parte el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) le contestó rápidamente a Blumberg con una carta en la que le recuerda que luego de la muerte de Axel ellos se acercaron y se pusieron a su disposición para lo que necesite. Aquí Blumberg también quedó en off-side, pero prefirió mantener su versión de que nadie de los DD.HH. lo fue a verlo después de la muerte de su hijo.

     Además de las respuestas citadas y muchas otras más, el acto tuvo repercusiones de grandes dimensiones. En lo que a medios de comunicación se refiere, claro está. Encuestas, columnas de opinión, reportajes, debates, etc., todo al servicio de prolongar el suceso. En general, los que antes se cuidaban de no manifestarse en contra de Blumberg ahora tuvieron la mano libre para "pegarle" a diestra y siniestra. Había tanto para sacar del discurso que algunos tomaron su dura crítica a las organizaciones de DD.HH. (siguiendo la línea del Gobierno nacional), otros de la "politización" de su discurso, argumentando que Blumberg pierde más de lo que gana proponiendo cambios como la eliminación de la lista sábana o la implementación del voto electrónico. Esa visión (que no por nada es la del diario La Nación, y también la de algún columnista de Clarín) es interesante porque le advierte a Blumberg que si se parcializa, se politiza, se ideologiza, va a terminar cayendo en picada. Ese argumento se completa diciendo que el reclamo blumberiano debe permanecer fuera de la política, y que debe agrupar a toda la sociedad, preocupada por la seguridad. Un imposible, sin duda alguna. El discurso blumberiano estuvo cargado de política e ideología desde su mismo comienzo, y estos medios de comunicación lo saben. El riesgo es que eso se explicite como en el discurso del jueves pasado. Ahí está el problema y el límite de la "causa Axel" según esos analistas: "Blumberg queda instalado como un referente con fuerte capacidad de movilizar. El riesgo ahora es sectorizar y ponerle límites a un reclamo que debe ser de todos" (Julio Blanck, de Clarín). Una pregunta: ¿hay otro desarrollo posible? ¿Acaso Blumberg puede tomar la bandera de todas las clases sociales en materia de seguridad? ¿No mostró ya cual es su perfil? Los límites de su convocatoria y su causa no están solo en la politización del discurso (que puede influir) sino más aún en el carácter clasista del programa que lleva adelante. No es casualidad que tantas personas se hayan despegado de la Cruzada Axel.

Discusiones

     En la parte final de esta nota voy a plantear algunas opiniones con respecto a varios temas que giran en el universo del discurso blumberiano y que merecen una crítica:

1. ¿Se puede desideologizar el problema de la seguridad?

     El planteo de que el tema de la seguridad está por encima de los debates ideológicos es un argumento muy reiterado, no solo dentro de la derecha política (lo cual es razonable) sino también dentro del "progresismo". Por ejemplo Joaquín Morales Solá en su columna del diario La Nación habla de que "la ideología de Blumberg es definitivamente inasible", es decir que no se puede agarrar, que no se puede ubicar en un lugar ideológico identificable. Horacio Verbitsky, en declaraciones televisivas, dijo que la postura de Blumberg era "lamentable, porque en el tema de la seguridad no hay derecha o izquierda". Los pensadores del sistema nos quieren hablar de transparencia en materia de seguridad, la cual no existe. Pero más grave aún es que este pensamiento se encuentra bastante difundido en algunos sectores sociales. Tomo como muestra dos testimonios de personas que asistieron a la marcha: "lo que quiero es que trabajen los presos en las cárceles, y los legisladores en el Congreso; son reclamos que no dependen de banderías políticas, hay que desideologizar el tema seguridad" dijo un tal Mauricio, estudiante de 25 años. Jorge, un jubilado de 76 años, dijo que "es importante no ideologizar el tema, al que quiere orden le dicen de derecha y entonces la derecha no tiene política de derechos humanos y al revés, a los que quieren los derechos humanos les dicen de izquierda y la izquierda no tiene política para la seguridad".

     A esta altura está más que claro que el discurso de Blumberg es ideológico, porque es el discurso que una parte de la derecha (me gustaría, pero estaría mucho tiempo explicando qué entiendo por derecha) tiene para la inseguridad que la afecta. Pero dejando de lado eso, ¿la seguridad puede tener una solución -cualquiera que sea- no ideológica? ¿Acaso para encarar el problema de la seguridad -ya vimos que este concepto es problemático- no se deben tomar medidas coherentes? ¿Un conjunto de medidas coherentes no se hace en base a un cierto perfil o pensamiento acerca del tema en general? ¿Esas ideas que sustentan la acción no son al fin y al cabo ideológicas? ¿No responden a una línea de ideología determinada? El argumento que la tecnocracia vive defendiendo es que la transparencia y eficiencia del conocimiento técnico son superadores de las posiciones "contaminadas" por ideología. La idea de un conocimiento neutro, desapasionado, objetivo y despegado de las ideologías es algo tan mentiroso como funcional al sistema capitalista.

     Blumberg, como dije, es un miembro de una clase social concreta que piensa la realidad de una manera. Aclaración: si Blumberg pertenece a la clase media-alta de Buenos Aires, eso no significa que la clase media-alta de Buenos Aires sea Blumberg. Quiero decir, no toda la clase está detrás de él, porque siempre existen diferencias al interior de una clase social. Lo que si podría decirse es que, por su posición económica, social y cultural, la clase media-alta de Buenos Aires tiende a apoyar a Blumberg. En el otro extremo, también hay personas pobres que viven en barrios humildes que seguramente se identifican con el mensaje de Blumberg. Pero esa clase social tiende, por su posición, a pensar distinto que Blumberg en su mayoría. El límite, no absoluto pero real, para el crecimiento de la "cruzada Axel", es el carácter fuertemente clasista que tiene dicho movimiento.

     El discurso de Blumberg es ideológicamente de derecha, y eso se ve claramente en que sus discursos nunca hablan de las causas por las cuales se llegó a tener tantos presos, tantos pobres, tantos adolescentes delincuentes. Es una versión más de la vieja estrategia de la derecha de "mirar hacia adelante", en donde no importa qué pasó antes, simplemente hay que resolver los problemas. ¿Cómo se resuelven? A la manera de la derecha: más y más represión, más poder a las policías, criminalización social, etc. Es la misma línea que tiene el Código de Convivencia aprobado en la Legislatura porteña hace poco tiempo.

2. ¿Es Blumberg un emergente social?

     Desde una consideración de que el emergente es aquel que adquiere reconocimiento público por liderar o dirigir un movimiento que se expande, entonces se puede considerar a Blumberg como un emergente social. Ahora, qué pasa si cambiamos la definición de emergente. El problema de la inseguridad para la clase media-alta de Buenos Aires tiene ya su historia, no es reciente. Independientemente de las "olas de inseguridad", que no por casualidad aparecen luego de purgas policiales o en campañas electorales, hace tiempo que este sector social viene padeciendo, a veces más por pánico que por real peligro, la sensación de inseguridad alimentada por los medios de comunicación. Al discurso de la "mano dura" lo levantó Ruckauf en el 99, hace 5 años. Por otra parte, Axel Blumberg no fue la primera víctima de un secuestro extorsivo, antes de él hubo muchos casos resonantes. De hecho, los secuestros extorsivos son una práctica para nada novedosa. Por lo tanto, si esta clase social hace tiempo que estaba reclamando medidas de seguridad, principalmente represivas, la aparición en escena de Blumberg no debería ser considerada como el surgimiento de un emergente sino como la institucionalización del reclamo. El lugar que hoy ocupa Blumberg estaba de alguna manera destinado ya hace tiempo a alguien de ese sector social. Su liderazgo actual no se apoya en un movimiento emergente, la base social con que cuenta Blumberg estaba formada desde hace años. En síntesis, Blumberg no es emergente de una causa que crece paralela a él, no es emergente de un movimiento nuevo, es un líder (un exponente) que está llevando por caminos institucionales (teniendo una actitud ultra-cívica, es decir dando cada paso dentro de los parámetros de la ley y resaltando en cada discurso el comportamiento como ciudadano) un histórico reclamo de un sector de la derecha que siempre necesita "orden" en la sociedad.

3. ¿El proyecto blumberiano es un esfuerzo de polarización social?

     Ya hay varios elementos en esta nota que han ido respondiendo de a partes esta pregunta.
Sin embargo hay algunos puntos que Blumberg levanta y que podrían ser considerados "transversales" a la sociedad. Es decir, algunos de sus pedidos o reclamos podrían surgir tranquilamente de un grupo progresista, o incluso de algún grupo de izquierda. Por ejemplo, los pedidos a Solá para que se transparenten los ascensos en la policía, o dar publicidad a las cajas de las comisarías, o el pedido al Congreso de sancionar la Ley de Información Pública o acabar con las listas sábanas. Pero esa "transversalidad" se derrumba cuando se leen la mayoría de los puntos del petitorio, o cuando se entienden los reclamos anteriormente enumerados como pedidos de orden a los políticos del sistema, ordenar para controlar y encasillar a los actores del poder. Aunque repasando esta nota se recuperan algunas cosas para ir concluyendo. La oposición "ciudadano decente" - "delincuente" habla de una división social profunda, de una separación entre "ellos" y "nosotros". Por otro lado, está el terrible recorte que Blumberg hace de la realidad, identificando por ejemplo a los secuestradores como delincuentes que actúan independientemente de la policía, que como está probado, no solo libera zonas para secuestros sino que participa de las bandas de secuestradores. En ninguna parte del discurso de Blumberg se habla de la relación entre "olas de inseguridad" y crecimiento del negocio de la seguridad privada, manejada por ex-policías. El mensaje es acabar con los delincuentes dándole más poderes represivos a las fuerzas de seguridad. Pero de los delincuentes de saco y corbata…bien, gracias. En el pensamiento blumberiano, el delito es exclusividad de los villeros, de los piqueteros, de los pobres en general. Sobre ellos hay que avanzar.

     Podemos entonces interpretar a Blumberg de muchas maneras: como una persona mal influenciada por sectores de la derecha (la idea de que el entorno es malo, pero la persona buena); como la punta que un sector de la derecha necesita - y él es consiente de eso- para recuperar el espacio público y el poder político perdido en manos de los "montoneros" (como llaman a los kirchneristas); o como un simple ciudadano que busca mejorar las instituciones para que el país sea más seguro (visión inocente, consecuente con el argumento de apoliticidad y desideologización de sus reclamos). Por mi parte creo que Blumberg no es inocente en lo que hace, sabe muy bien quienes son los que lo rodean, tiene una ideología identificable con la derecha más recalcitrante y preferencias políticas claras: en la Plaza del Congreso estaban Macri, Bullrich y López Murphy (un dato más para los que piensan en la neutralidad ideológica del empresario textil). Pero considero más importante -y contesto la pregunta planteada- que Blumberg expresa a un sector de la derecha que intenta polarizar la sociedad y ganar a la clase media porteña en la lucha contra la "delincuencia". El aislamiento de los pobres, que por la relación de fuerzas sociales todavía no encuentra terreno para avanzar, necesita de un alineamiento previo de la clase media a la causa de la clase dominante. Y esa "cruzada" pasa por Buenos Aires, porque me parece que si bien las opiniones de Blumberg influyen en las provincias del interior, la realidad allí es otra, los desarrollos de los conflictos sociales son otros, y las relaciones de fuerza entre clases también son diferentes según las zonas (vuelvo a sostener aquí la particularidad de Buenos Aires en este tema). Observado en perspectiva, el proyecto blumberiano podría ser considerado como el contraataque al acercamiento que la clase media y la baja tuvieron durante el 2002, en tiempos en que piqueteros y asambleas barriales se animaban a pensar en conjunto. Algunos grupos piqueteros siguen intentando en la actualidad ganar apoyo social, de la clase media sobre todo, a través de acciones que funcionan como polarizadoras sociales. En el "tironeo" de proyectos para acrecentar las bases sociales, hoy, a mi parecer, la clase media porteña está tendencialemente más cerca de Blumberg que de los movimientos piqueteros, a causa de un giro a la derecha que lleva 2 años, pero que no logra ser suficiente para poder "limpiar" el espacio público de movimientos que expresan la pobreza y la exclusión de una clase social. Tal vez en este punto se puedan hacer generalizaciones al país entero, pero con reservas. Un sector de la derecha puso un "Caballo de Troya" disfrazado de "sentido común" en la calle. El proyecto de Blumberg es un intento de polarizar que forma parte de la estrategia que un sector de la derecha viene construyendo luego de Diciembre de 2001 para volver a ordenar y disciplinar a la sociedad pobre y marginal, ganando para ello el apoyo de la clase media. Aunque hay que ver que la creciente definición (discriminación) social que ha tenido la causa de Blumberg, y la explicitación del proyecto político que propone, puede llegar a aislar su reclamo inclusive dentro del sector de clase media-alta que hoy por hoy lo apoya. Parodiando al manifiesto Comunista, el Blumberg político podría llegar a ser el sepulturero del Blumberg ciudadano capaz de movilizar personas. Un caso análogo al de Nito Artaza podría llegar a ser, pero es temprano para afirmarlo, y menos para suponer que así será.



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