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Seguro & Delfina

    Wolfgang Amadeus Gómez era contemporáneo de Mozart. A la edad de siete años ya sabía lo que era un piano, a los diez lo convencieron para que aprenda y a los doce el profesor intentó matarlo. Los padres de Wolfgang Gómez decidieron prepararle el equipaje y mandarlo a recorrer el mundo. Lo metieron en un barco y se olvidaron de él.

    En el barco había una orquesta que intentaba animar a los pasajeros, Gómez insistió tanto para formar parte del plantel de músicos que a la final lo incorporaron como maraquista. La primera noche todo salió bien, Wolfgang nunca advirtió que sus maracas estaban vacías y con un entusiasmo poco común sacudía aquellos instrumentos silenciosos, esto divirtió muchísimo al público que aplaudió y carcajeó hasta el cansancio.

    Entusiasmado con el éxito obtenido, el director de la orquesta decidió seguir con el número, felicitó a Gómez y le dijo que estaba definitivamente incorporado a la orquesta. El entusiasmo de Wolfgang esa noche tuvo su techo, subió como un globo aerostático y explotó cuando en un súbito silencio se avivó que sus maracas estaban vacías, Gómez se quedó quieto mirándose las manos que aferraban aquellas maracas que no producían sonido alguno, el público pensó que era parte del número y rió a más no poder, Wolfgang se retiró a su camarote con lágrimas en los ojos. Al término de la noche el director de la orquesta fue a verlo con intenciones de darle una explicación y al día siguiente lo encontraron con una maraca clavada en la parte superior del cráneo. El pánico cundió en la embarcación, un asesino a bordo en alta mar era más de los que los pasajeros estaban dispuestos a soportar. Wolfgang debió trabajar rápido para no ser descubierto. Oculto en la bodega del barco de dedicó a agujerear el casco con un cuchillo. La embarcación nunca pudo hundirse porque quedó varada en un banco de arena, Wolfgang no tuvo más remedio que matar él mismo a toda la tripulación, cuando la marea subió el barco quedó a la deriva con un solo pasajero vivo que no paraba de aporrear horriblemente el piano.

Libertad a Seguro


    Pedro Laborde lavaba su ropa a mano con jabón neutro y la tendía en el pasto. Jacinto, su perro Pequinés se ensuciaba a propósito las patas con barro y dejaba sus huellas en la ropa limpia. Pedro lo pateaba pero el perro no entendía. Entonces tomó una decisión, compró alambre y broches y empezó a colgar la ropa. No había caso, Jacinto saltaba y seguía ensuciándole la pilcha. Previa pateadura, Pedro consiguió una caña y levantó la cuerda de la ropa varios metros. Jacinto contrató un Rodwailer para que empujara la caña hasta hacerla caer.

    Cansado de patear a su mascota Pedro Laborde se sentó en su sillón de soñar soluciones y se quedó dormido, en sus sueños se vió a si mismo vestido con prendas alegremente decoradas con simpáticas patitas de perro de variados colores. Pedro se despertó exultante, compró pintura de distintos tonos y varias bandejas, las distribuyó en el patio junto a su ropa que volvió a ser tendida en el pasto y se fue, cuando volvió su ropa estaba llena de huellas pero de barro, José perdió el juicio agarró con violencia al ladino pequinés lo sumergió en la pintura y lo arrojó contra el tapial donde quedara la huella indeleble del perro estampado. Jacinto no se murió, cuando terminó de recuperarse se fue de la casa de Pedro y se puso una tintorería. El modus operandi de la maquiavélica criatura consistía en pagarle a otras mascotas para que ensuciaran la ropa de sus dueños quienes no tenían otra opción que llevar sus prendas a la tintorería de Jacinto, este no paraba de acumular dividendos hasta el atentado con coche bomba que terminó con él y su comercio ruin.

Libertad a Seguro


      En el pasillo el aliento
      y el perfume
      el aire donde antes
      estaba su cuerpo
      se llenó de ausencia
      no me hace falta
      la falta que me hace tenerlo
      no necesito saber que lo quiero
      por haberlo perdido
      yo no lo perdí
      usted se echó.

      Delfina Contreras, del libro inédito “De ahora en más”.


      Ya de puta madre
      un hijo de puta nuevo
      cortará su cordón umbilical
      y la placenta
      y la sangre
      y mi vagina dilatada
      o la cesárea
      que dicen es un tajito
      que ni se nota
      y verlo crecer
      y cambiar
      y contradecirme en todo
      putearlo y que me putee
      por que para eso
      voy a ser su madre
      ésta
      La puta que va a parirlo.

      Delfina Contreras, del libro inédito “Una pileta vacía de qué”.



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