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La fiesta de los disfraces

Por Miguel Espinaco

     Las peleas entre políticos son siempre con disfraces. No es pudor, qué va a ser pudor, lo que pasa es que no queda bien andar mostrando ciertas cosas, A los votantes suele no caerles demasiado bien ver a sus dirigentes peleándose por pedazos de poder, por plata para disciplinar la tropa electoral y para aceitar los negocios de los empresarios amigos, o con el triste objetivo de mandaderos de las órdenes fondomonetaristas. Cada cual, entonces, elige una bandera ajena para que el público aplauda, cada quien simula un objetivo que no es y agita algún principio diseñado especialmente para la ocasión.

     La pelea por la coparticipación no es una excepción a esta regla del disfraz perpetuo, entonces Kirchner disimula una pelea contra lo que él llama burocracia política y Solá elige aparecer como defensor del salario de los trabajadores bonaerenses, y la mayoría de los gobernadores se visten de fanáticos de la gobernabilidad y de la equidad federal, y Duhalde como gran denunciador del hambre de los niños. Y hasta Menem, hace su aparición como defensor de los intereses provinciales.

     Entremos al baile. Arranquemos las máscaras y veamos.

Quién te ha visto y quién te ve

     Empecemos por Duhalde. El más reciente ex Presidente de la Nación salió con los tapones de punta a respaldar al gobernador bonaerense: "si nos cerramos en nuestras posiciones y queremos ser dueños de la verdad, las cosas no están bien" dijo, y "hace mucho tiempo que el Gobierno no dialoga con Solá". Enseguida nomás, reconoció que no importa demasiado quién es dueño de la verdad, porque si no se llega a un arreglo con Buenos Aires "no habrá coparticipación", según le aseguró a Radio Mitre hablando desde Montreal. Y unos días después, el diario La Capital titulaba con una frase que dicen que dijo Duhalde: "los que desafían mi poder, siempre pierden", como para que no quedaran dudas de qué era de lo que se estaba hablando realmente.

     Dejemos de lado el hecho de que en los últimos ocho años la coparticipación federal recibida por Buenos Aires descendió 3 puntos y que durante esos años Duhalde estuvo casi siempre de alguno de los lados del mostrador, más precisamente cuatro como gobernador y casi dos como presidente. Dejemos de lado el hecho de que entre 1992 y 2003 las provincias cedieron al Estado Nacional casi 41.000 millones de pesos al Gobierno Nacional - y por esa vía a los acreedores de la deuda - y que durante esos años Duhalde fue siempre parte del poder. Esas cosas, de más está decirlo, no tienen demasiada importancia en la pelea. Lo importante es elegir bien los disfraces.

     En uno de los párrafos de un reportaje concedido a la revista Noticias, el gran jefe bonaerense dice que no coincide con la política de derechos humanos de Kirchner que se ocupa de los muertos mientras que "el derecho humano de los pibes, el índice de mortalidad no desciende, y a eso hay que darle prioridad", dicen que dice. El ex vicepresidente del gobierno desocupador de Menem, no tiene tapujos, no vacila, no teme el ridículo, no huye del disparate....

     Si no diera bronca, a lo mejor daría risa.

¿Quien lo hizo?

     Otro que no tiene reparos es el ex Menem, pero eso ya se sabía. De su boca instalada en su cara de piedra, puede salir una frase como la que dijo hace unos días opinando sobre la pelea de la coparticipación: "yo estoy del lado de todas las provincias argentinas y quiero que se respeten los fondos que le corresponden a cada una de ellas". El prófugo trasandino omitió reconocer que Felipe Solá está reclamando los puntos que Buenos Aires perdió durante el reinado menemista.

     "Por la ley de coparticipación, que data de 1988, de los impuestos nacionales, el 42,34% es para la Nación y el 57,66 % para las provincias. Y cada provincia tiene un porcentaje de distribución secundaria de acuerdo al tamaño de su economía, población, necesidades básicas insatisfechas y otros indicadores sociales. Sin embargo, por los sucesivos pactos fiscales firmados en los 90, los porcentajes de reparto primario se fueron invirtiendo y hoy el 60% va a la Nación y el 40% a las provincias", explica una nota aparecida en el diario La Nación.

     Es cierto que desde que se inventó el macro impuesto post devaluación llamado retenciones agropecuarias - que en 2003 hizo embolsar 9.200 millones de pesos al estado nacional - esa relación empeoró todavía más la ya achicada participación de las provincias. A lo mejor por eso Carlos Saúl Menem puede elegir disfrazarse de amnésico.

     Aunque pensándolo bien, en su caso bien puede ser que no se trate de un disfraz, a lo mejor sea demencia senil nomás. Y uno lo critica....

Combatiendo al capital

     El gobernador Solá fue funcionario de Menem y después vicegobernador de Carlos Ruckauf, nada menos. No fueron gobiernos que se caracterizaran precisamente por su sensibilidad ante los dramas de la clase obrera ni por mostrar un perfil mínimamente antiimperialista. Quizás por eso - porque el arte del disfraz es desdibujarse - su disfraz haya resultado el más logrados del baile.

     "Si la Nación pagara los $ 460 millones que le debe a la provincia, podríamos dar un aumento de salarios para los empleados estatales que ganan menos de $ 1000." dijo, tratando de hacernos olvidar con su nueva careta, que los sucesivos gobiernos bonaerenses de su propio palo no se ocuparon justamente de los salarios, sino que casi siempre desviaron fortunas para cubrir los baches que producían los incobrables amigos en el Banco de la Provincia de Buenos Aires y de financiar las obras que casi siempre construía el más amigo Gualtieri, el mismo del terraplén oeste santafesino. En estas peleítas por plata - ya fue dicho - siempre conviene apelar a una buena causa, como esta de subirle los sueldos a los estatales que arañan la línea de pobreza en este país de pobres.

     Sin embargo, su campera de dirigente obrero clamando por el salario de los trabajadores no fue el único atavío que escogió Solá para la ocasión: "Lo pide el FMI y yo no trabajo para el Fondo, sino para los bonaerenses", dijo el tipo muy suelto de cuerpo, como si siempre hubiera actuado de eso en el escenario de la política argentina.

     Uno no sabe si aplaudirlo por su elaborado artificio o si minimizarlo acordándose de que al fin de cuentas eso fue lo que hizo casi siempre, recordando que alguna vez fue él mismo quien lo reconoció al explicarle a un cronista de Caiga quien Caiga que el sobrevivió en la política, haciéndose el boludo.

Hoy por ti, mañana por mí.

     Los otros gobernadores fueron también a la fiesta, aunque sus roles - hay que decirlo - quedaron reducidos a comparsa, a ese acompañamiento de color que es imprescindible pero que no luce en las marquesinas.

     Con la excepción de algunos díscolos como Sosbich que pretende erigirse en opositor con chapa propia en la derecha vernácula y como el salteño Romero, que decidió salir en los diarios con posición propia, los gobernadores pasearon sus caretas sentados a la diestra del fernández de turno, para jurar apoyo eterno al gobierno de Kirchner. Mágicamente, con la misma velocidad que Bruno Díaz se convierte en Batman, los ornamentos hicieron olvidar la foto del mausoleo que había amontonado a unos cuantos en los alrededores de Duhalde.

     Las razones de la mutación pueden contarse con billetes, como era de esperar. Una nota del diario Clarín, anticipa en su volanta que va a hablar del "toma y daca entre la Nación y las provincias" y confirma en el título que "los gobernadores buscan cobrarse en especies su apoyo a Kirchner". La parcial enumeración, explica que el cordobés De la Sota "habría obtenido de Kirchner la promesa de incluir a su provincia en el Programa de Financiamiento Ordenado (PFO), a través del cual la Nación asiste a las provincias en los vencimientos a pagar de sus deudas. A Córdoba le vencen este año $ 283 millones" que el radical mendocino Julio Cobos "le arrancó a Kirchner el consentimiento para encontrar un acuerdo extrajudicial por unos 600 millones de pesos que la provincia le reclama a la Nación por los perjuicios que dice haber sufrido por la promoción industrial de provincias vecinas como San Luis, San Juan, Catamarca y La Rioja" y que el entrerriano Busti "se llevó de la Casa Rosada la promesa de un convenio para que la Nación le entregue 60 millones de pesos para financiar el déficit de la Caja de Jubilaciones y Pensiones provincial".

     Así es la cosa en las fiestas de disfraces: si uno levanta las faldas, puede encontrarse cualquier cosa.

Te conozco mascarita

     Y el que falta en esta breve enumeración es Kirchner, experto en disfraces si los hay. Su frase de cabecera es burocracia política: "Cualquier país serio no va a estar discutiendo qué es lo que gasta en el funcionamiento de su burocracia política, y los gobernantes serios también tienen que entender que un país no puede estar viendo de qué forma tiene algún botín político o económico de determinados sectores", todo eso muy a pesar de que es él mismo quien más está más preocupado por reconstruir las instituciones de la democracia representativa que representa las exigencias del Fondo Monetario, esta democracia representativa en la que crece y pervive esta burocracia política esencialmente parasitaria.

     Ataviado con su ropaje de ocasión de superhéroe anti burócratas políticos, pretende disimular qué es él quien más empeñado está en resucitar de entre las cenizas este sistema político en el que sobreviven concejales, diputados, subsecretarios, asesores, senadores, intendentes, voceros, asesoretes, punteros, ministros, jueces, alcahuetes, secretarios, presidentes, operadores, gobernadores y siguen las firmas, verdadera flor y nata de la fiesta de disfraces.

     En el medio de la discusión por la coparticipación, no dudó en hacer para la platea, un numerito con números arrojados sin ton ni son, para ganarse el aplauso del público: "Si le daríamos a Solá el porcentaje que él plantea, tenemos que ir a un superávit fiscal primario de casi 5 puntos, lo que significaría que los argentinos tendríamos que hacer un gran ajuste de casi un 30 por ciento". Algunos aplaudieron a rabiar el pase de manos, los otros, los que hicieron cuentas, notaron que la diferencia en discusión corresponde a la doceava parte de lo que se acordó con el fondo, unos 1.100 millones de pesos y se preguntaron por qué tanto encono con este tema y tanta flexibilidad en el acuerdo por la deuda. Si el ajuste para subir algunos puntos la coparticipación a Buenos Aires sería del 30%, ¿el ajuste por el acuerdo con el fondo es de 300%?

     "Yo hablo sin hipocresía", dijo, y nuevos aplausos. Pero según cuenta La Nación y se comenta públicamente en otros medios sin demasiados resquemores, en el despacho presidencial existen varias carpetas con información que, según fuentes cercanas a Kirchner, podrían perjudicar al gobernador bonaerense y a algunos funcionarios de la gestión anterior de Duhalde. El Presidente - dice La Nación - las usará si lo necesita. "Por ahora no quiere, pero si quisiera perjudicar en serio a Solá, tiene con que hacerlo y no lo hace", dijo un hombre que ingresa en la quinta de Olivos.

     ¿Y la nueva política, entonces? ¿Y eso de hablar sin hipocresías? ¿Cómo es eso de que las denuncias se hacen si "se necesitan"?

     Ah, la discusión por la coparticipación, claro. Parece que Fernández y Solá comieron juntos empanadas y entre mordisco y mordisco, acordaron "modificaciones de orden técnico en la administración del Fondo de Equidad Social", y parece que el Jefe de Gabinete se mostró también dispuesto a pagar 300 millones de los 460 que Felipe dice que le deben, así que en algún tiempo ya la historia será historia, como los 500 millones que le habían mandado a Reutemann, aquel otro juego de disfraces que - como siempre - terminó sin que se supiera quién es quién.

     Dicen, que la próxima será el gran enfrentamiento entre la Chiche y la Cristina, llamado a ser un clásico de la política argentina. Habrá que sacar entradas para ver cómo se las arreglan para que parezca que discuten el futuro del país, la felicidad de los argentinos, el rumbo estratégico de la nación, todas esas cosas que suenan tan grandilocuentes, todas esas cosas que en boca de esta gente sirven apenas como máscaras.



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