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La única bandera es la miseria*

Por Adrián Alvarado

     Cuando uno tiene hambre come, si no hay nada para comer vamos al súper o al almacén y compramos, problema resuelto, un trámite, comemos lo que compramos y listo.

     Comemos lo que compramos, no nos dan boleta y no nos importa, volvemos a casa y comemos leyendo el diario, comemos viendo tele, después escuchamos radio mientras comemos y tomamos mate dulce y nos acordamos de esos pibes armados con pistolas del video de Vicentico y vamos a la panadería a comprar facturas y firmamos el petitorio Blumberg.

     Lo hicimos, ahora hay que construir cárceles y agrandar las alcaidías, tenemos que comprar chalecos antibalas para equipar a la policía en su lucha contra los muertos de hambre, porque no hay nada mejor que la intimidación para impedir el delito. Y los pibes de catorce se van a podrir en prisión, los muy miserables, asesinos peligrosos que bajo los efectos de potentes psicofármacos alcohol y bronca salen a matar a nuestros hijos.

     Los pobres son pobres porque están acostumbrados y como que les gusta ser pobres, aparte no se calientan con nada, fíjese que los sectores más progresistas del pobrerío son los piqueteros a quienes amansaron con un miserable subsidio. Lo que pasa es que a los dirigentes pobres es fácil acomodarlos con poca plata, esos son pobres que descubrieron que ser pobre no es tan copado.

     Cuando uno tiene bronca putea y dice cosas terribles que en la mayoría de los casos tienen la clara intención de herir a alguien, ¿a quien herimos cuando decimos barbaridades al descubrir gracias a Néstor Ibarra que los funcionarios de Menem cobraban sobresueldos?, a nadie, nos hacemos malasangre al pedo, no salimos a la calle a llamar a los vecinos para exigir en la plaza la cabeza de Granillo Ocampo. Vamos a sacudir el llavero y a prender velas para que escondan de una vez por todas y para siempre a todos esos villeros que no soportan ver a un ciudadano honesto y trabajador que pudo comprarse la cuatroporcuatro antes del quilombo. Son resentidos, son excluidos porque ellos mismos se excluyen. A los pobres como que les cabe vivir miserablemente y envidiar a los que tienen algo más que ellos.

     Son muertos de hambre que se cansan de vivir muertos de hambre y van por lo que creen que al otro le sobra, y parece que la policía los controla porque delincuencia y policía son lo mismo, porque el policía es otro que se dio cuenta que ser pobre no es tan copado.

     Es necesario diferenciar las broncas de la memoria. El exceso de información, los excesos de opinión nos tapan el bosque, nos deja ciegos y con la voluntad chiquitita del tamaño de un ademán que olvidamos con el sueño que necesitamos para tener fuerzas al otro día que siempre amanece mala noticia.

     Josué De Castro afirmaba: "Yo que he recibido un premio internacional de la paz, pienso que, infelizmente, no hay otra solución que la violencia para Latinoamérica". Esto es parte de la introducción de un libro viejo, las venas abiertas de América Latina de Galeano, cuya primera edición es de 1971. Hoy transitamos el 2004, en treintaitrés años asistimos a la muerte del peronismo, al terrorismo de estado, a Alfonsín, a Menem, a De La Rua, a Duhalde, a Kirchner y los muertos de hambre se multiplicaron y hoy son la mitad y están cansados de aguantar que les escamoteen el futuro, que llenen las cárceles y las alcaidías con sus hijos. Mientras tratan de criar a sus nietos que ya empiezan a embarazarse y a darse cuenta que tener una vida miserable no es tan copado.

     Escribía Galeano en el mismo libro: "Cada minuto se muere un pibe de enfermedad o de hambre, en el año dos mil habrá 650 millones de latinoamericanos y la mitad tendrá menos de quince años." Lo que se le escapó al oriental es que en Argentina, mi país, tendrían una celda esperándolos.


* Parte de la letra de un tema de la Bersuit que está en el segundo del último disco que son dos y no recuerdo.



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