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El capitalismo que lo parió

Por Miguel Espinaco

     No es que suscribamos ciegamente aquella frase "es la economía, idiota" con la que Bill Clinton cruzara a George Bush padre durante la campaña electoral yanqui de 1999, ni que pretendamos negar la importancia del hecho político. Pero no puede ocultarse que el gobierno ha utilizado todo lo que rodeó al 24 de marzo, como un nuevo fuego de artificio para esconder lo que está sucediendo en los bolsillos del pueblo trabajador y lo que prometen provocar las nuevas concesiones al Fondo Monetario.

     Por otra parte, también es cierto que el acto en la ESMA - a pesar de haberse convertido en el gesto más fuerte que hizo el gobierno - no pasa todavía de ser un gesto. Más allá de las palabras duras, no ha habido una sola medida que cambie estas Fuerzas Armadas organizadas piramidalmente y aisladas cuidadosamente del pueblo, listas siempre para ser usadas en defensa de la sacrosanta propiedad privada y de las maravillas para pocos que ofrece el mercado del capitalismo.

     Lo cierto es que mientras la información política enfocaba los emotivos discursos y los entretelones de las peleas con los gobernadores, se conocían detalles del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y, como contracara necesaria, veían la luz pública los ajustes que el Presidente afirmó que jamás haría.

     Después de tanto cacareo mediático, el gobierno nacional pagó, y la verdad no parece ser para nada como la cuenta la senadora Cristina Fernández de Kirchner, que asegura que "el FMI respetó todo lo que pedimos". José Luis Velásquez, de Clarín, escribe que "este fue un paso clave del FMI para involucrarse en la negociación con los privados. En una sola jugada, forzó a la Argentina a sentarse a negociar desde este mes con todos los acreedores, incluyendo al Comité Global cuya representatividad había sido puesta en duda por el Gobierno. Y además, impuso la agenda de discusión, al plantear que no deben desecharse las contrapropuestas de los bonistas." Pero la cosa no termina ahí, porque la lista de compromisos tomados por el gobierno argentino apuntan directamente a tu bolsillo, fijate:

  • Un nuevo acuerdo sobre coparticipación con los gobernadores que casi inevitablemente se convertirá en ajustes en las provincias.
  • La compensación a los bancos por la pesificación asimétrica (y bien vale recordar que jamás le fue compensada a los trabajadores la asimetría entre aumentos de precios y salarios) y el saneamiento del sistema financiero, eufemismo que esconde una nueva amenaza contra los bancos estatales que aún sobreviven.
  • El aumento de la tarifa de gas en junio.
  • La eliminación del impuesto al cheque que el gobierno aceptó diciendo que la recaudación fue "monstruosa" - tal el término elegido por el Jefe de Gabinete - lo cual no impidió que con la otra mano aumentaran los cigarrillos para que la recaudación por impuestos directos - los impuestos que te cobra directamente a vos - aumentara 1500 millones de pesos.

     Por si todo esto fuera poco, la lista de la rendición incondicional abre el juego para un aumento del superávit primario durante el 2005 y ya este año nomás, compromete otros 400 millones que se suman a los 12.000 pactados en setiembre, con la excusa del mayor crecimiento.

Emergencias

     La contraparte de estos acuerdos no se limita para nada al aumento de los cigarrillos. "La emergencia ya llegó" le dijo Lavagna a Mirtha Legrand muy preocupado por la rentabilidad de las privatizadas, de modo que "en energía, hay que hacer un ajuste". Para las otras "emergencias" Lavagna parece dispuesto a tomarse algo más de tiempo.

     El INDEC informó hace apenas unos días que 11.074.000 personas son pobres en Argentina, y que de ellas 4.749.000 están en situación de indigencia, o sea que no les alcanza ni para comer. Por cierto, ni hacía falta decirlo; los planes Jefes y Jefas de Familia apenas alcanzan para comprar dos litros de leche y un atado de cigarrillos por día. Si no me creés, hacé la cuenta.

     El gobierno argumentaría seguramente en su defensa, que los niveles de pobreza han descendido algo desde el 2003. Sin embargo, un estudio difundido por el diario La Nación muestra con crudeza que aun con un crecimiento del 6% real anual, "serían necesarios 9 años para volver a los niveles de pobreza de 1998", y vale recordar que en el 98 ya estábamos jodidos.

     Es evidente, entonces, que a más de 11 millones de personas la emergencia ya les llegó hace rato. Para ajustar este problema que no parece desvelar tanto a Lavagna como los balances de las empresas de energía, haría falta implementar un subsidio universal para todos los desocupados, que cubra por lo menos la canasta básica (que en enero alcanzaba a $ 716,01 para una familia tipo de cuatro personas) y que haría falta disminuir la jornada de trabajo, de forma de obligar a las empresas a tomar más personal, pero estas medidas, claro, no están ni siquiera en el horizonte del gobierno kirchnerista, rebosante de fuegos de artificio, pero ausente al momento de tomar medidas que beneficien a los sectores populares.

Derechos humanos y economía

     Volviendo al principio de este comentario, habría que aceptar que es cierto que los dos temas se tocan inevitablemente. Podría decirse por un lado, a nivel de las definiciones, que se habla de derechos humanos - y es imprescindible hacerlo - cuando se condena el terrorismo de estado, pero también se habla de derechos humanos cuando se debate el derecho a la salud, a la educación y al bienestar de toda, de absolutamente toda la población.

     Podría decirse también que en el capitalismo, ambos temas - economía y derechos humanos - tienden a colisionar más tarde o más temprano, porque se trata de un sistema que no puede sobrevivir sin algún grado de represión estatal que defienda el bienestar de algunos contra el malestar de casi todos. Y esto es verdad también para el supuesto capitalismo serio que pregona Kirchner.

     En realidad, la contradicción entre el pregonado liberalismo del capitalismo - que nació gritando libertad, igualdad y fraternidad - y su realidad violenta, desigual y esclavizante, ha mostrado ya muchas veces su techo histórico, su límite infranqueable. Cuando el sistema del robo diario del trabajo ajeno no puede mantenerse más "por las buenas", aparecen entonces los Hitler, los Bush o los Videla para hacer el trabajo sucio de los que precisan que laburés todavía más, para quedarse con la parte del león.

     Los políticos de la democracia capitalista saben, claro, mucho de esto; saben bien que Videla no nació de un repollo, sino que fue una necesidad histórica del sistema que ellos defienden Pero también saben que la mejoría para un pequeño sector social que logró por lo menos volver a salir de vacaciones, y el clima de expectativas renovadas que logró abrir el gobierno, servirán de paraguas suficiente por un tiempo, servirán para que por ahora alcance con los fuegos de artificio, mientras te siguen metiendo la mano en el bolsillo.



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