Ir a la Portada Página Siguiente ®

¿Kirchner o el FMI?

Por Miguel Espinaco

     Ya se sabe. El que tiene el poder de formular la pregunta es capaz de dejar otras preguntas posibles al borde del debate público, es capaz de anularlas, de borrarlas del temario.

     Por estos días - mientras el consabido aumento de tarifas era oportunamente corrido del centro del escenario mediático - hemos sido testigos de las inhibiciones de bienes argentinos en el exterior, del llamado de Bush y después del de Köhler, de los pedidos de buena fe del G7, de las idas y venidas sobre el comité de bancos, de las palabras inflamadas del presidente, de los más reposados comentarios de Lavagna, de las opiniones de casi todos los que gozan de micrófonos para opinar sobre la famosa reestructuración de la deuda externa.

     Marzo se ha convertido en un nuevo objetivo de corto plazo, en una de esas fechas oportunas para el chantaje cruzado. El día 9 de ese mes, el gobierno argentino deberá girar 3.100 millones de dólares al Fondo, pero ocurre que si la revisión no es aprobada se pondría en riesgo el repago de ese importe por parte del FMI, afectándose de ese modo las reservas.

     Por estos días está en Argentina una misión revisando cuentas, sin embargo el tema de los números no deja de ser una formalidad porque las metas que ahora han dado en llamarse objetivas están sobre cumplidas. La discusión refiere a las metas subjetivas, o sea a esos puntos que reflejan intenciones de los negociadores que pueden ser interpretadas de formas diversas.

     El gobierno argentino se ha dedicado a sobrecalentar el tema. Kirchner dijo por estos días en Jujuy que "si quieren apretar que aprieten" y Lavagna le explicó al diario británico Financial Times que "no vamos a encubrir los errores que cometió Wall Street". Aunque el presidente se cuidó bien de convocar de urgencia a los empresarios para aclararles que "se malentendieron sus advertencias sobre la posibilidad de no pagar al FMI" - no fuera a ser que los famosos mercados se tomaran la pelea demasiado en serio - lo cierto es que Kirchner aprovecha la volada para alinear a la opinión pública detrás de su supuesta cruzada en defensa de los intereses del país.

Un acuerdo que hipoteca el futuro

     Bien vale recordar aquí algunos aspectos del acuerdo que defiende a capa y espada el gobierno de Kirchner. El recordatorio de aquel acuerdo (que analizáramos en nuestra nota "Humo para que no se note tanto") es necesario para romper la falsa polémica que instala el gobierno que podría resumirse en "nuestro plan basado en lo que podemos o el de ellos que nos retrotrae a los 90."

     Los puntos del acuerdo que analizábamos en aquella nota publicada en setiembre de 2003, eran los siguientes:

  • La cláusula pague ahora firmo después. que obliga a pagar con reservas y a esperar después que venga la remesa que compense el pago. Esta cláusula tenía el valor de dejar el mango de la sartén en manos del fondo. Hoy, es uno de los elementos que facilitan el chantaje.
  • La compensación a los bancos por la llamada pesificación asimétrica y por los amparos abonados a valor dólar. Un mes atrás, el gobierno comprometió 2.800 millones de dólares para cumplir con este compromiso firmado. El acuerdo, obviamente, no dice nada sobre compensar la "pesificación asimétrica" que sufrieron los salarios de los trabajadores respecto de los precios.
  • Las tarifas: la inflación programada para el 2004 mostraba sin decirlo que el aumento de tarifas era una exigencia. Los primeros efectos se han visto este mes, y aunque el gobierno los disimuló no incluyendo en el aumento a las conexiones domiciliarias, los nuevos valores terminarán siendo trasladados - vía precios - para que los consumidores los terminemos pagando.
  • El compromiso de superávit primario de un 3% del PBI, todo un récord que compromete 12.000 millones de pesos del presupuesto para pagar a los usureros de la deuda. Como dato para comparar, habrá que ver que en la mejor época de la convertibilidad el superávit se ubicó en 1,33% del PBI. Para llegar al 3, habrá que seguir exportando durante muchos años más gran parte del producto del trabajo argentino que serviría para atenuar las miserias que se viven en los barrios del país.

     A estos elementos que surgieron del acuerdo con el fondo, habría que sumar las propuestas de Dubai, anunciadas con bombos y platillos. La famosa quita del 75% a parte de los acreedores debería verse como desinteresado reconocimiento del 25%, ya que actualmente no se les está pagando nada. Más allá de los forcejeos - que seguramente seguirán bastante tiempo - el mismo Kirchner reconoció que la propuesta tiene algo de regalo hasta desde el punto de vista empresario burgués, cuando le recordó a Bush que la fraudulenta Enron "está pagando apenas 16 centavos por dólar".

     Se trata, entonces, de un acuerdo que hipoteca el futuro del pueblo que deberá seguir trabajando (o no trabajando, porque los desocupados sirven para abaratar el salario) para llenar no solo el bolsillo de los empresarios que ahora gozan del dólar caro como antes gozaban del dólar barato, sino también el bolsillo de los acreedores externos de una deuda que, ahora ya casi nadie quiere recordar, es en su mayor parte fraudulenta.

Los dos mostradores de Alberto Fernández

     Decir que el gobierno argentino defiende un acuerdo desastroso, no significa de ninguna manera negar que hay una pelea. El estado nacional comandado por el Kirchnerismo hace su parte, buscando retener la mayor parte posible del poder subsidiador de la maquinaria estatal, necesario para apuntalar el crecimiento de la ganancia de los sectores patronales a los que representa. Cada dólar más que se lleven los acreedores, será un dólar menos para los grupos empresariales que planean vivir del trabajo ajeno en estas tierras. Y si la pelea se agiganta, es porque los salarios deprimidos por la devaluación mejoran las perspectivas para los buitres nacionales y extranjeros, porque algunos indicadores internacionales como el precio de la soja prometen más negocios rentables y porque los elementos de reactivación entusiasman a los capitales ávidos de ganancias a costa de lo que sea.

     Sin embargo, esa ubicación del gobierno dentro de los marcos del capitalismo le impide usar profundamente el arma que sería más eficiente en esta pelea: el no pago. Está claro que en términos económicos esa posición resolvería la lucha, todos los dólares quedarían acá, pero la cosa no es tan sencilla. Casi como un efecto dominó, ese hecho terminaría cuestionando a los mismos sectores patronales por cuenta de los cuales se discute, que reivindican su derecho a seguir expoliando a los trabajadores y a los sectores populares argentinos con las mismas armas del mercado y de la propiedad privada que habría que cuestionar para no pagar.

     Esta contradicción ubica al gobierno sobre un filo muy endeble, sobre una cornisa en la que se ve obligado a caminar con cuidado. Por un lado, debe convencer a Fondo y a los acreedores de que está dispuesto a tirar de la cuerda hasta el final, inclusive hasta llegar al default con los organismos internacionales de crédito. Por otro lado, tiene que convencer a los argentinos de que hay que pagar las deudas, evitar a toda costa que al ritmo del debate aparezcan opiniones más radicalizadas que superen el tímido programa negociador del gobierno.

     Quizás haya sido el Jefe de Gabinete Alberto Fernández quien mejor juntó en una sola declaración las dos preocupaciones que atiende simultáneamente el Gobierno.

     "Esto es como en la vida cotidiana - dijo el funcionario a radio Diez - cuando uno le debe plata al almacenero, este le viene a tocar el timbre, le cuenta a los vecinos que le debemos plata. Estas son cosas parecidas a lo que hoy enfrenta el país. Hay que estar preparados y no nos debe intranquilizar el problema: nos debemos ocupar, pero no intranquilizar que nos quieran cobrar". Y enseguida: "nerviosos por la deuda argentina están muchos, porque la deuda argentina representa, por sus montos, un problema importante y serio para el sistema financiero mundial".

     Ciertamente, un admirable poder de síntesis. En el mostrador que mira para el lado del pueblo, la vieja comparación del almacenero que alguna vez convenciera a la mítica Doña Rosa. En el mostrador que mira para el lado del Fondo la amenaza del default, "un problema importante y serio para el sistema financiero mundial".

¿Causa nacional?

     "Aquí está el pueblo argentino para construir una nueva realidad" dice Kirchner convocando a la gesta y velozmente, desde otras trincheras montadas al efecto, se apresuran a hacerle eco: "queríamos que el Presidente sintiera el apoyo de los empresarios nacionales", dice Pagani - empresario amigo del gobierno - después de la reunión empresarial a la que lo había convocado Kirchner. En la misma sintonía, Luis D´elía - piquetero amigo del gobierno - compara la situación actual con Malvinas para que los rasgos heroicos queden a la vista con todo su esplendor.

     La operación causa nacional ha sido puesto en marcha para que esta pelea entre patrones que disputan dólar a dólar lo que le roban a los argentinos de salarios deprimidos, trabajo escaso y nivel de vida lamentable, aparezca como una empresa común en la que todos tenemos por igual para ganar y para perder.

     Pero la verdad es que resulta muy difícil pensar una causa común que una a Pagani - el empresario de Arcor - con cualquier desocupada que se suma al corte con su hijo en brazos, a los que se llenan los bolsillos exportando soja - mientras destrozan el suelo para la posteridad - con el obrero que hace horas extras para parar la olla, a los políticos que hablan por televisión, con cualquier maestra de cualquier segundo grado, a los banqueros compensados, con los inundados de Santa Fe.

     Lo cierto, es que mientras los unos festejan, los otros tienen apenas las mentiras de los diarios y las expectativas que crea el ilusionismo oficial para consolarse. Mientras los exportadores amontonan dólares, los banqueros se llevan 2.800 millones por los servicios prestados y las privatizadas empiezan a ver los frutos de sus lobbies, los piqueteros denuncian la pérdida de un cuarto de millón de los miserables planes con que tienen que sobrevivir, los monotributistas se enteran que si quieren sumar a sus familias a la obra social deberán pagar 19 pesos más por cada adherente y los docentes leen a tres columnas en la tapa de Clarín que su sueldo les fue aumentado apenas 15 pesos.

     La idea de causa nacional estaría condenada inevitablemente a muerte si se empezara a hablar en serio sobre cómo se reparten los dólares que el gobierno argentino disputa con los acreedores internacionales, pero ese debate se queda lamentablemente oculto entre los fuegos de artificio que la misma idea de la supuesta causa nacional, contribuye a avivar.

Las palabras y los hechos

     Un preocupado Néstor Scibona escribe en La Nación: "la duda de siempre ha vuelto a rondar por la cabeza de los operadores económicos, locales y extranjeros. Como ya ocurrió en los últimos meses, no saben si tomar en cuenta las palabras o las acciones del presidente Néstor Kirchner".

     La duda que incomoda al citado periodista refleja cierta molestia que comparten esos analistas económicos que escriben y leen el humor de los mercados. Obviamente, ellos se tranquilizan porque están bastante seguros de que deben tomar en cuenta las acciones y no las palabras que el presidente usa en las tribunas, pero el asunto no deja de preocuparlos porque "el gran interrogante es hasta qué punto el doble discurso oficial no terminará por afectar las expectativas económicas", según escribe Scibona.

     La resolución del tema del comité de bancos, el primer paso en los aumentos tarifarios, la compensación a los bancos, la reaparición de los bonos de crecimiento que abren la puerta a una mejora de la oferta a los acreedores privados, son todas señales que apuntan a que predominarán los hechos por sobre los discursos de acto político, dichos a voz quebrada por el Presidente. Los que han optado por sumar sus expectativas a la gestualidad nacionalista de Kirchner, debieran tomar buena nota de esto.

     En este marco, la pregunta sobre si Kirchner o si el FMI, no aparece siquiera como una pregunta pertinente que exija una respuesta. La pelea por pagar lo menos posible puede aparecer a primera vista como un paso previo para conseguir después una mejor distribución del ingreso que mejore la situación del pueblo. Pero eso es sólo un pedazo de verdad, porque la pelea por mejorar esa distribución injusta del producto del trabajo, enfrentando las normas capitalistas que la deciden a través del mercado y del estado de los empresarios, es también un paso necesariamente previo para que la dura disputa con los usureros del mundo beneficie finalmente a la mayoría trabajadora.

Ir a la Portada Página Siguiente ®