¬ Página Anterior Ir a la Portada Página Siguiente ®

Humo, para que no se note tanto

Por Miguel Espinaco

     Con bombos y platillos, los diarios anunciaron el acuerdo con el Fondo Monetario. La sucesión de tironeos había sido profusamente difundida, el riesgo del default con los organismos internacionales había sido agitado hasta el cansancio y el temor; todo estaba listo para que en el centro del clímax el presidente anunciara que "se aceptó la propuesta argentina" y para que los titulares de los diarios se agitaran con el furor de un gol en un mundial.

     El marketing que rodeó al acuerdo echó a rodar nuevas fábulas que están llamadas a instalarse como parte de la realidad, destino inevitable de las fábulas con buena prensa. Así como tantos fueron convencidos de que Coca Cola refresca mejor y de que más que blanco, blanco Ala, ahora hay muchos que jurarían que Estados Unidos nos ayudó y Europa puso palos en la rueda, que la posición firme de Argentina ha sido una muestra más del "nuevo modelo" y del país serio y que Kirchner es muchísimo más macho que Lavagna, que estaba dispuesto a soltar la cuerda antes de tiempo.

     Está claro que la situación no es la misma. El Fondo Monetario ya no es más una unidad inconmovible, firme alrededor de las políticas neoliberales que hacían empujar a todos los lobbies para el mismo lado. Hoy, las presiones de las empresas europeas, preocupadas por mantener sus posiciones con elevadas ganancias en el sur de mundo, no necesariamente coinciden con los intereses de las empresas yanquis que trasladan a su gobierno la preocupación por la inestabilidad que podría contagiarse rápidamente a Brasil y al resto de la región, ni con las necesidades de supervivencia de las patronales que requieren de cierto ahorro interno para tener oxígeno, ni con el sostenimiento de los aparatos políticos que garantizan en última instancia el disciplinamiento del país al "mundo", como les gusta decir ahora a los funcionarios cuando hablan del sistema usurario internacional.

     Porque, claro, tampoco es el mismo el humor social que rodea y condiciona al gobierno. Años de ajustes, de pasaportes falsos para entrar al primer mundo, de blindajes y stand byes, consiguieron que nadie mastique vidrio en este país castigado y hundido a fuerza de "transferencias netas de capital" que viajaron año tras año al extranjero, en gran parte por pagos de la llamada deuda externa.

     Los fuegos de artificio que rodearon este último acuerdo - acuerdo todavía "virtual", ya que el Fondo no lo suscribió todavía formalmente - no podrán ocultar durante mucho tiempo que se trata de un nuevo golpe a la situación económica del país, que repercutirá inevitablemente sobre el ya castigado nivel de vida (o mejor dicho de sobrevivencia) que sufre el pueblo trabajador en el país.

     Las fábulas fueron creadas a fuerza de subrayar hasta el delirio el peso de los tironeos que realmente existieron. Las diferencias que los negociadores mostraron han sido ascendidas a peleas al borde del abismo y, de esa forma, se ha regado humo para que no se note tanto que, de un lado y del otro del mostrador, todos están de acuerdo en seguir pagando a costa de nuestros bolsillos.

     En la mayoría de los puntos que se discutieron públicamente, la "propuesta argentina" apenas difería en cuestiones de forma. En el único punto en el que parece haber habido un forcejeo es en el que refiere al superávit primario, aunque cuesta creer que realmente el Fondo pretendiera más que el ajuste récord que proponía el gobierno de Kirchner, el cual finalmente se aceptó.

Pague ahora, firmo después.

     El día D había sido fijado ya hace mucho. El 9 de setiembre concurrían vencimientos con el Fondo Monetario Internacional por 2.900 millones de dólares. A las apuradas, casi en la noche de ese día, se pudo anunciar el pre-acuerdo, por lo cual Argentina terminó retrasándose dos días en el pago. Un mero detalle técnico.

     Sin embargo, sobre el final de las negociaciones, apareció una nueva exigencia. Se trataba de un tema que podía resultar algo menor, pero que tenía su potencial simbólico: "Una vez que sean cancelados los atrasos de la Argentina con el Fondo mi intención es recomendarle al Directorio Ejecutivo que apruebe el acuerdo" dijo Horst Köhler, o sea paguen ahora y después firmamos. "Después", es el 19 y 20 en Dubai, Emiratos Árabes, donde se reunirá la Asamblea Anual del Fondo.

     Este mecanismo se extenderá a los futuros vencimientos, lo cual es un funcionamiento novedoso en este tipo de acuerdos. Normalmente, se otorgan los créditos y se asienta todo junto - pago al Fondo y recepción del crédito - con lo cual todo termina resolviéndose en un movimiento contable que no afecta las reservas.

     Esta fórmula obligará a pagar con reservas - como ocurre ahora - y a esperar después que venga la remesa que compense el pago. Un tema menor, pero también una cláusula simbólica que busca demostrar quién es el que tiene la sartén por el mango.

La compensación a los bancos

     En realidad habría que hablar de la otra compensación a los bancos, que se sumaría a los 2.900 millones de pesos en bonos que cubre la llamada "pesificación asimétrica", y que ya fue aceptada por el Gobierno. Esta otra compensación, de la que se habló en los diarios por estos días, refiere a las diferencias por los amparos que algunos ahorristas obtuvieron y por medio de los cuales lograron recuperar al cambio del día, sus depósitos en dólares.

     La suma de amparos liquidados por los bancos alcanzaría a una suma cercana a los 6.000 millones de pesos, por lo cual la suma a compensar - difícil de estimar por las variaciones del valor del dólar - alcanzaría a una suma cercana a aquella primera devolución de la pesificación asimétrica.

     Ahora bien. La discusión con el Fondo no giraba sobre compensar o no compensar; lo que enfrentaba a los negociadores era la cuestión de si compensar ahora o compensar después, cuando la Corte Suprema de Justicia ratifique el criterio de los jueces amparistas.

     Esta sutileza es central, porque no se trata de un gobierno que se niega a darles más plata a los bancos que se llenaron de oro en este país de pobres; se trata apenas de una cuestión de forma, a lo sumo de orden financiero, que apunta a que parezca que se negocia con independencia de criterio.

     Según dicen, en el acuerdo quedará escrito con letras de molde que desde los dos lados de la mesa de negociaciones se negoció del lado de los bancos. Voceros del gobierno anunciaron que en el texto dirá que el gobierno "implementará una estrategia de compensación y recapitalización de los bancos comerciales para contribuir al crecimiento del crédito y comenzará a eliminar gradualmente la tolerancia de la morosidad", o sea que el gobierno de Kirchner aceptará en un párrafo que se retomen las ejecuciones hipotecarias a mansalva y hará firmar en otro al Fondo Monetario, que le preocupa mucho la cuestión social.

Las tarifas

     Las "privatizadas" por el menemismo se llenaron los bolsillos. Esa frase, en la Argentina post 90, no precisa ser demostrada. Tarifas ajustadas en dólares durante años de uno a uno las pusieron en la mira del pueblo, pero también las pusieron en la mira de sectores patronales que no fueron tan afortunados y que, por obra y gracia del tipo de cambio fijo, cedieron partes de sus ganancias al privilegiado grupo que controlaba en condiciones de monopolio los servicios públicos.

     Es innegable que hay una puja entre sectores de poder, y que sectores del Fondo intentaron aprovechar la volada para presionar a favor de sus empresas amigas. Sin embargo, visto desde el pueblo que sufre las tarifas de los servicios públicos, la diferencia entre los negociadores se reducía a si el acuerdo diría que había que aumentar o si no lo diría. Más allá de eso, todos estaban de acuerdo en que las tarifas iban a subir.

     Según Marcelo Bonelli, del grupo Clarín, lo que se escribió finalmente es que las tarifas surgirán de la renegociación de los contratos, una frase casi formal. Sin embargo, está claro que las tarifas van a subir. Un dato evidente surge de los números que se ventilaron en el acuerdo: la inflación programada para 2004, de alrededor del 7%, no tiene explicación económica si no es por la incidencia de esos aumentos que evidentemente se manejaron en la mesa.

     Una simple relectura de declaraciones del presidente Kirchner despeja cualquier duda: "Hay 22 contratos que ni siquiera requerirán adecuación de tarifas", dijo. Una frase que bien puede leerse al revés y que entonces diría que hay otros tantos contratos que "requerirán" aumento de tarifas.

El superávit primario

     Decir superávit primario es casi un eufemismo de usurero. Se trata de definir cuanta plata quedará después de todos los ingresos y de todos los gastos, para pagarles a los acreedores. Superávit que después de pagar desaparecerá o, como sucediera muchas veces, se convertirá en déficit si se asumen nuevos créditos para pagar otros anteriores.

     El tema fue el Tema del debate, porque detrás de este número se esconde, no sólo el pago a los organismos internacionales de crédito, sino la cifra que quedará disponible para salir del default con los acreedores privados, con los tenedores de bonos representativos de la deuda externa argentina.

     Es muy difícil saber si, seriamente, el Fondo Monetario habló alguna vez de un superávit de 4,5% como exigencia para Argentina, como desliza el diario Página 12. O si la última cifra que manejó Estados Unidos en la negociación fue el 3,5 como dice Clarín. Lo cierto es que el acuerdo de 3% del PBI para el año próximo es una cifra récord, que promete un nuevo ajuste brutal.

     Bastaría decir que ese 3 % se traduce en 12.000 millones de pesos, que alcanzarían para aumentar a $ 600 mensuales los 2.100.000 planes de jefes y jefas de hogar, que es más o menos la cantidad de planes que se pagan actualmente en el país, o servirían para construir 30 mil kilómetros de rutas creando fuentes de trabajo con ello, o bien para aumentar $ 400 todas las jubilaciones. Un montón de plata, sin duda, que ha sido comprometida por el gobierno de Kirchner para pagar una deuda ilegítima, construida a fuerza de maniobras corruptas y de saqueos organizados.

     Pero peor aún, esta meta - propuesta, según parece, por el mismísimo gobierno Argentino - es sensiblemente mayor a los niveles de ahorro fiscal promedio de la Argentina. El superávit fiscal promedio entre 1991 y 2001 fue de 0,57 por ciento, y en la mejor época de la convertibilidad se ubicó en 1,33% del PBI. Este año - exportando en cantidades la comida que falta en los barrios de nuestro país y con salarios devaluados por el dólar alto - el superávit llegará al 2,9%. Como mínimo, el superávit del 3% obligará a no aumentar los salarios públicos, a no elevar el gasto y a mantener los bajos niveles de inversión, cuestiones que prometen agravarse, ya que entre los planes del gobierno figura el de ampliar la base del IVA y eliminar en forma gradual las retenciones a las exportaciones a partir de 2005.

     "Si tomamos un compromiso es para que ese compromiso se pueda llevar adelante. Argentina va a empezar a crecer. Ha cambiado la lógica y ha empezado a bajar paulatinamente la desocupación, la indigencia y la pobreza. Crece el consumo, el consumo de los servicios públicos, crece la recaudación, y todo esto es reciente", dijo Kirchner, tratando de justificar que es un buen momento para cederles la parte del león de ese potencial crecimiento, a los acreedores externos.

La salida del default

     Este superávit prometido y comprometido, no es sólo para pagar la deuda con el Fondo y con los demás organismos. Es sabido que Fondo actúa como una internacional de la usura, que protege los intereses de los acreedores del mundo.

     Los 12.000 millones serán, entonces, la base de cálculo para la salida del default, que inevitablemente incluirá una quita en los valores nominales adeudados. Y es importante estar precavidos, porque esta discusión promete una nueva humareda para que no se note que se vuelve a la lógica de cumplir con el "mundo", definición que - repitámoslo - engloba a los capitalistas del juego de la timba financiera mundial.

     Los importes previstos prometen otro forcejeo, porque seguramente el gobierno de Kirchner ofrecerá pagar un 20 % del capital con una quita del 80, y los acreedores tironearán para que la quita sea menor. Sin embargo, estas quitas, en realidad no existen.

     Los acreedores privados ya tienen hoy en sus manos papeles que, en el mercado, no pueden venderse ni siquiera al 20%. El riesgo país ya ha sido descontado por los tenedores de bonos argentinos, ya ha sido hace tiempo pasado a pérdidas, de modo que un acuerdo con quita se convierte para ellos en un recupero, en una ganancia inesperada, que los trabajadores argentinos les cederemos contra el dudoso beneficio de volver a ser un país en serio.

El tablero del capital

     Está claro que contrastado con la servil alcahuetería del gobierno de Menem y con el continuismo de De la Rua, la negociación Kirchner logró por lo menos parecerse a una negociación. Esa es, sin duda, la gran ventaja de la que goza Kirchner: cualquier pequeño gesto parece épico, comparado con el pasado reciente.

     Sin embargo es un error apoyarse en esa comparación simplista, porque lo correcto es ponerla a la luz de lo que se podría haber hecho. Esté punto de vista es útil, por lo menos, para proponer un par de conclusiones.

     La primera de ellas - que creemos que estaba ya lo suficientemente clara - es que el gobierno Kirchner no está dispuesto a patear el tablero del capital. Si fuera así, hubiera aprovechado la crisis monumental en la dirección financiera del mundo, el apuro por lograr acuerdos para evitar un efecto dominó y el enojo generalizado de los pueblos del mundo contra los planes de ajuste, para exigir una larga moratoria y para acumular adhesiones que impusieran que el superávit primario que se planea obtener, sirviera para solucionar los graves problemas del pueblo argentino.

     La segunda conclusión provocará, sin duda, más polémica. Los que sueñan con un capitalismo nacional, con una redistribución del ingreso de la mano de un empujón al mercado interno, han visto en un acto los límites de este sueño. Las relaciones mundiales entre las patronales, los ejes de subordinación, el respeto al régimen de dominio y disciplinamiento encarnado en los organismos internacionales, son un techo a cualquier pretensión en este sentido.

     Pateando el tablero del capital en general, o sólo pateando el tablero del capital internacional en defensa de algún supuesto capital nacional, los resultados de la negociación hubieran sido muy diferentes.

     Pero es así. El gobierno Kirchner es lo que es, más allá de las fábulas que a cada rato se venden y más allá de las fábulas que, a cada rato, tanta gente compra.

¬ Página Anterior Ir a la Portada Página Siguiente ®