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Cancún: Cueva de víboras

Por Daniela Pierotti

Oído sordo

     Del 10 al 14 de septiembre la capacidad hotelera del paraíso mexicano se vio cubierta con motivo de realizarse la quinta cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

     Esta V Conferencia pretendió impulsar el cumplimiento de los acuerdos suscritos en la anterior, realizada en 2001 en Doha. Entre ellos figura el que establece que los 146 países miembros de la OMC deben poner en marcha hasta fines de 2004 varios convenios sobre intercambio comercial; en esta ocasión, la vedette de estos convenios es la liberalización del comercio agrícola.

     En Cancún se desnudaron crudamente los intereses opuestos de los países industrializados y los otros, es decir los nuestros, los del Sur precisamente "agrícola". El punto álgido fue el acuerdo por subsidios a la agricultura, que alcanzan actualmente unos mil millones de dólares diarios entre los que destinan EEUU y la UE a esos fines, quienes a la vez reciben los mayores beneficios, por no decir los únicos.

     La propuesta marco presentada por algunas naciones del Sur estableció el tema de la agricultura como el central de esta reunión, cosa de que no pase a cuartos de final, como ha venido sucediendo en las anteriores.

     Con ella se señala que los países del Norte, "al ser los principales causantes de las distorsiones de la producción y del comercio agrícola, tienen una responsabilidad especial en esta negociación", y se planteó la necesidad de llegar a un acuerdo sobre este tema, sí o sí, en esta reunión. Objetivo que no pudo cumplirse, al menos bajo las condiciones que exigieron los países del grupo de los 20.

El mayoritario sector que no fue escuchado

     El Grupo de los 20, liderado por Brasil e India, del que forma parte Argentina, representa el 20% de la producción agrícola mundial, casi el 30% de las exportaciones y casi el 20% de las importaciones del sector sur. Concentra una gran proporción de la población (51%), producción agrícola (63%) y comercio mundial y con esta representación presionó fuerte a la hora de armar un documento final apropiado a sus intereses en la conferencia.

     Entre otras condiciones pretendidas, el grupo pidió la eliminación de los subsidios a la exportación de productos agrícolas, ya que los considera una "aberración" desde todo punto de vista. El G-20 propuso y propone que se cumpla con los acuerdos de la Agenda de Doha para el Desarrollo, lo que implica que la agricultura sea incorporada a las reglas del sistema multilateral de comercio con el fin de que desaparezcan las distorsiones en el comercio y la producción del sector agrícola. Estas distorsiones desaparecerían entre otras cuestiones con mayores recortes de aranceles y con la eliminación de las medidas de salvaguardia del Norte.

     El grupo actuó coordinadamente durante todo el evento con el objetivo de no ceder ante las presiones del Norte. De todas maneras, el informe oficial que se leyó al final de la jornada dejó a todos insatisfechos y algunos países, como Venezuela, lo rechazaron públicamente ya que no respondió a estas cuestiones. Haciendo caso omiso a todo esto, las consideraciones del documento versan sobre temas que son centrales para los países industrializados, como son la agilización de trámites aduaneros, la contratación pública y los derechos aduaneros que se acercan más a temas secundarios alrededor del comercio y circulación, sin resolver el verdadero nudo de los movimientos de las exportaciones e importaciones.

     El G-20 está conformado por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, China, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Filipinas, Guatemala, India, México, Pakistán, Paraguay, Perú, Sudáfrica, Tailandia y Venezuela.

     Algunos miembros como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Filipinas, Guatemala, Paraguay, Sudáfrica y Tailandia además integran el Grupo Cairns de países exportadores de productos agropecuarios, del que también son miembros Australia, Canadá, Indonesia, Malasia, Nueva Zelanda y Uruguay. En bloque presionaron por un acuerdo que consideraron legítimo dentro del marco de la OMC, que no es legítimo en absoluto.

Plazos vencidos, promesas incumplidas (para variar)

     La ronda de negociaciones de Cancún fue diagramada en 2001 en Doha; los 8 grandes temas de la agenda estaban atravesados por el gran tema del Desarrollo, según un informe del SELA (Sistema Económico Latinoamericano).

     Sin embargo, como es de suponer, las fechas propuestas para la discusión de los temas no fue cumplida, las partes negociadoras demostraron poca flexibilidad, los países en desarrollo criticaron ásperamente a los desarrollados y significó más un diálogo de sordos que una discusión por un acuerdo. El director del Grupo Cairns reiteradamente destacó que "los temas de acceso a mercados agrícolas, de servicios y bienes no agrícolas se postergan una y otra vez en estas negociaciones". Todos saben el porqué y la denuncia de esta situación no agrega nada nuevo, las conferencias se inician con un panorama claro de hacia donde avanzar y hacia donde no, es fácil aceptar que en estas mesas de diálogo no se puede negociar a favor de la igualdad de posibilidades para todos los miembros. Los que mandan, son los que acuerdan y se ponen de acuerdo mucho antes para decidir definitivamente las prioridades según sus negociados.

     Los países en desarrollo, con sus frágiles economías, con menos capacidad de oferta y de negociación, pulsearon en vano ante los del norte, aunque las palabras suaves y bonitas del informe final convenció a algunos de que los "no" no tan rotundos pueden ser la brecha por la cual lograr sus condiciones en la negociación.

Palabras necias

     El borrador de la declaración final, prevista para que la firmen ministros de los 146 países miembros de la OMC no tuvo el grado mínimo de acuerdo necesario, el conflicto siguió sin resolverse ni siquiera apenas. El conflicto "diplomático", de palabras, porque en la práctica las decisiones de las potencias se respetan a raja tabla.

     Por otra parte, la propuesta presentada por el "Grupo de los 20" en oposición a la elaborada por la Unión Europea y Estados Unidos, se chocó con "la intransigencia de las naciones desarrolladas", sostuvo el SELA, quienes lograron incorporar sus temas a su conveniencia y tocar por arribita el tema de los subsidios a las exportaciones.

     Estados Unidos logró firmar un convenio para instrumentar los Acuerdos sobre Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (ADPIC) y para acceder a medicamentos a bajo precio para la salud pública de los países en desarrollo, punto único con cierto carácter de éxito, ya que sabemos que los acuerdos nunca son cumplidos o bien se cumplen a medias.

     Además, como lo declararon miembros del G 20, los más beneficiados con estos acuerdos siguen siendo los países industrializados "por el mayor peso de sus economías, sus medidas proteccionistas (300.000 millones de dólares anuales en subvenciones diversas a sus agricultores con respecto al tema crucial e ignorado de la conferencia) y su mayor capacidad de negociación".

     En el documento final de la OMC se reconoce explícitamente que "un comercio más fuerte y abierto puede hacer una mayor aportación a la paz y estabilidad internacionales, al forjar vínculos más estrechos y mutuamente beneficiosos entre los países", ... los del norte, se supone.

     Las organizaciones que se reunieron en el lugar para protestar por los acuerdos y condiciones de la OMC, los activistas antiglobalización reunidos en el mismo lugar, como contra conferencia, manifestaron que es vergonzoso que se considere al comercio como llave contra la pobreza, y que la OMC precisamente "sólo causa pobreza", en palabras de Anuradha Mittal, de la ONG "Food First" (Comida Primero).

     El reconocimiento de que el comercio es uno de los medios más seguros para respaldar los esfuerzos de los países en desarrollo para salir de la pobreza es un artilugio más para "que el mal para la mayoría esté al servicio del bien de la minoría".

     Los activistas que se habían introducido sin autorización en la ceremonia final gritaban "Vergüenza" (en inglés), y mostraban carteles acusando a la OMC de obsoleta, de impulsora del anti-desarrollo y de la anti-democracia.

Europa esquizoide

     Mientras los gobiernos europeos bregaron porque la conferencia no colapsara, lo cual constituiría un gran retroceso para la economía mundial, la mayoría de las organizaciones no gubernamentales especializadas en cooperación, ambiente y derechos humanos, por el contrario, opinaron que un fracaso en Cancún sería positivo.

     Las protestas en Europa durante toda esa semana se fundamentaron en esto último, en denunciar que la conferencia de la OMC no hará nada para mejorar el ambiente y las condiciones de vida de los más pobres.

     Pero, como situación, la Europa dividida en ricos y pobres, a la vez brega por sostener las exportaciones de Alemania como hasta ahora, ya que un tercio de su empleo depende de estas. La realidad Francesa, por otra parte, muestra a la France como la metrópoli de corporaciones privadas como las del agua, Suez y Vivendi, que tienen la concesión del servicio en Argentina, Indonesia, Sudáfrica y otros países del Sur.

     Mientras la mayoría del gobierno defiende esto, algunos funcionarios franceses se desdijeron y se refirieron a la OMC como un terrible instrumento de la transformación del mundo en mercancía, oponiéndose sobre todo a los empresarios franceses que sostuvieron que el éxito en Cancún era necesario para abrir negociaciones para la inversión privada y para establecer controles en las licitaciones públicas.

     El gobierno francés, al igual que el Alemán, contradictorio con sus propias opiniones, quiso dejar abierto ambos juegos, ya que la decisión del G 20 de presionar hasta lograr sus condiciones declaraba una pulseada con desenlace de Cancún. En el desenlace, y con esto Europa respiró desde Europa, se salvaron los intereses de las primeras potencias, donde se ubica cómodamente.

Mucho ruido y pocas nueces

     Como siempre sucede, los amagues, las presiones, y las disputas de los bloques, terminan por dar el éxito de las negociaciones a los mismos que hasta ahora imperan.

     El resultado sigue siendo que los Estados Unidos y la Unión Europea se tomarán un lapso más para cumplir con lo que no cumplieron, y que no cumplirán. Y que el éxito de la conferencia se inclinó hacia el lado norte de la balanza.

     La disconformidad es el resultado que corre por cuenta de los que pierden. Así seguirá sucediendo en el marco de negociaciones de la OMC mientras siga jugando a favor de los países industrializados. Es que en realidad ellos son los representados por la OMC, son los verdaderos miembros, los socios fundadores, aunque el engaño consista en dar participación a todos, total la torta se reparte para los pocos que diseñan las reglas de este mundial del comercio.

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