Vestir bien

por Enzo Vicentín

A comienzos del mes pasado, el vicepresidente estadounidense Joseph Biden viajó a Israel para reunirse con el primer ministro de ese país, Benjamín Netanyahu. Lo que pudiera haber sido una manifestación más de la histórica alianza entre el país más poderoso del mundo y su principal aliado en el Medio Oriente, terminó sin embargo abriendo una crisis diplomática entre ambos. Según algunos periódicos, la peor crisis en los últimos 35 años. ¿Cuál fue el motivo? Coincidiendo con la visita de Biden, el gobierno israelí anunció la construcción de 112 nuevas casas de la colonia Beitar Ilit ubicada en el territorio palestino de Cisjordania, y también de 1600 casas en el barrio Ramat Shlomo ubicado en Jerusalén Este (zona ocupada por Israel desde 1967). El gobierno de Obama, que aspiraba con la visita de Biden a Israel acelerar el regreso a las negociaciones entre palestinos e israelíes congeladas desde la invasión del ejército israelí a la Franja de Gaza en diciembre de 2008, se vio haciendo el ridículo ante los anuncios del gobierno de Netanyahu, y reaccionó calificando de “insulto” la decisión. Las críticas que el propio Biden y varios voceros del presidente Obama hicieron a la decisión israelí no provocaron cambios en la postura del gobierno de Israel, que se disculpó tibiamente con Estados Unidos por el desplante a Biden pero aclaró que no iba a dar marcha atrás con sus anuncios. La declaración firmada en Moscú el 19 de marzo por el Cuarteto de Mediadores para Medio Oriente (Estados Unidos, Rusia, la Unión Europa y las Naciones Unidas) reclamándole al gobierno de Israel“congelar todas sus actividades de construcción de asentamientos, desmantelar todos los erigidos desde marzo de 2001 y abstenerse de demoler edificios y hacer desalojos en Jerusalén Este” (Página/12, 20/3) tampoco alteró la posición israelí.

A la semana siguiente, el 23 de marzo, Netanyahu viajó a Estados Unidos para reunirse con legisladores estadounidenses y dar un discurso ante el Comité Estadounidense Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC-parte del famoso lobby pro-judío en Washington) donde afirmó que “el pueblo judío construía Jerusalén hace 3.000 años y el pueblo judío construye Jerusalén hoy. Jerusalén no es un asentamiento. Es nuestra capital” (Público, 23/3). En ese viaje el primer ministro israelí se reunió con Obama, pero de dicha reunión no hubo conferencia de prensa que informara sobre lo conversado, y además la votación de la reforma del sistema de salud en el congreso estadounidense le restó atención. Netanyahu regresó a Israel escuchando nuevas críticas de funcionarios estadounidenses pero sin haberse corrido ni un centímetro de su posición. Como para confirmarlo no sólo en las palabras sino también en los hechos, en esos mismos días la Autoridad Nacional Palestina (ANP) denunció que el gobierno israelí había autorizado la construcción de 20 nuevas casas en el barrio Sheik Jarrah, en Jerusalén Este. Un vocero del gobierno estadounidense declaró que luego de la reunión entre Obama y Netanyahu “EE.UU. sigue buscando aclaraciones sobre los últimos planes israelíes de construir más asentamientos en Jerusalén Este” (El País, 25/3), dando por hecho que la crisis diplomática aún no se ha cerrado.

Queda claro que las decisiones del gobierno israelí son un abierto desafío a las intenciones del gobierno estadounidense. En este momento, esas intenciones no pasan por la conformación de dos Estados (que funciona como una utopía que no deja de ser parte del campo de lo “políticamente correcto”) sino por la reanudación de negociaciones entre israelíes y palestinos que establezcan la falsa imagen de que en algo se está avanzando. La pregunta que apunta al centro de la cuestión es por qué Israel puede desairar a Estados Unidos de la forma que lo hace. El periodista Santiago O’Donnell escribe que es difícil negar la coherencia del actual gobierno israelí, que además de ser una alianza de sectores políticos y religiosos de derecha y ultraderecha, se defiende afirmando que si hace 42 años (desde la ocupación de 1967) Israel viene construyendo edificaciones en territorios palestinos, ¿por qué deberían frenar ellos ahora? Las medidas del gobierno israelí han puesto en peligro una negociación entre 3 actores (el gobierno de Estados Unidos, el gobierno de Israel y la ANP) que retribuye algo a cada uno de ellos, aunque esas negociaciones sean “un franeleo que no puede llegar a ningún lado, pero sirve para cuidar las apariencias de los que juegan a negociar lo que en las condiciones actuales no tiene arreglo” (Página/12, 21/3). En todo caso el mayor problema en cuanto a la coherencia lo tiene el gobierno de Obama, que el año pasado prometió una nueva relación con el mundo musulmán (queriéndose despegarse del legado de Bush hijo) pero que por otro lado ni se le ocurre atacar la “alianza inquebrantable” de su país con Israel.

Noam Chomsky enumera en un artículo (publicado en La Jornada, 4/4) algunos elementos que muestran el grado de estrecha relación existente entre Estados Unidos e Israel. “La cooperación estrecha de inteligencia se remonta a más de medio siglo. Las asociaciones de empresas de alta tecnología de Estados Unidos e Israel están incrementándose. Intel, por ejemplo, está añadiendo una construcción gigantesca a sus instalaciones en Kiryat Gat para lograr una reducción revolucionaria en el tamaño de los chips. Las relaciones entre la industria militar israelí y estadounidense se mantienen particularmente cercanas, al grado de que Israel ha desplazado instalaciones de desarrollo y manufactura a Estados Unidos, donde el acceso a los programas estadounidenses de ayuda castrense y desarrollo es más fácil […] Israel también sigue proveyendo a Estados Unidos con una base militar estratégicamente localizada para instalar armas y para otras funciones –en fecha más reciente, en febrero, cuando el ejército estadounidense actuó para duplicar el valor de equipo militar de emergencia en reservas en territorio israelí, elevando el nivel a 800 millones de dólares.” Chomsky concluye que “estos son algunos de los servicios sin paralelo que Israel ha estado proporcionando para el militarismo y dominio global de Estados Unidos, así como para su economía de alta tecnología. Esto permite a Israel un cierto margen para desafiar las órdenes de Washington –aunque Israel corre un riesgo muy grande si trata de abusar de su suerte”. Este análisis, que brinda un estado de la cuestión actual sobre la conocida alianza entre Estados Unidos e Israel, es importante para no quedarse sólo con la influencia del lobby pro-judío a la hora de buscar los motivos de la alianza. Pero al tiempo no alcanza a explicar por qué el desafío que plantea el gobierno de Netanyahu se produce ahora y no antes o después. Un elemento a tener en cuenta es que aunque los gestos de Obama hacia los países musulmanes han sido tibios, dentro de Israel han sido vistos como demasiado. En los últimos días el propio Netanyahu debió salir a aclarar que las opiniones que se reproducían en algunos medios de comunicación israelíes acusando a Obama de antisemita no representaban la opinión de su gobierno. Si en Israel desconfían de las intenciones de Obama, tal vez una buena manera de comprobarlo en los hechos y no en las palabras sea ver qué consecuencias tiene “tirar de la cuerda”. Es decir, es posible que el gobierno de Israel haya intentando probar los límites del gobierno estadounidense haciéndole pasar el ridículo a su vicepresidente.

Para el historiador Immanuel Wallerstein, el actual gobierno de Israel piensa que apostando al estancamiento sale ganando: “La elite política israelí parece convencida de que ganará algo. Hay un grupo muy grande, resueltamente irredento, que consideraría que un acuerdo de paz es un verdadero desastre. Los israelíes siempre han pensado que si se plantan en sus talones, eventualmente el resto del mundo (incluidos aun los árabes palestinos) se rendirá ante lo que ellos llaman realidades en el terreno. Esta política ha funcionado hasta ahora por largo tiempo. Así que, ¿por qué cambiarla? No importa que un creciente coro de partidarios amistosos les advierta de que el clima político del mundo está cambiando y que el cambio no favorece a los israelíes” (La Jornada, 11/4). Pero a las críticas que Israel puede cosechar en el mundo a raíz de su actitud y sus decisiones (por ejemplo la Liga Árabe, la ONU, algunos gobiernos europeos, los sectores judíos pacifistas) ahora se le ha sumado una que es difícil de soportar para el gobierno de Estados Unidos. Tanto Wallerstein como Chomsky hablan en sus artículos de las quejas que los generales encargados de conducir las guerras en Afganistán e Irak le han transmitido al gobierno de Obama acerca de que la política de Israel no está favoreciendo la situación de los conflictos armados en los que participa el ejército estadounidense. La ofensiva contra los territorios palestinos y particularmente en Gaza repercute en el resto del Medio Oriente a través de la línea Hamas - Irán - grupos chiítas de Irak. No sólo se le pone más difícil al Ejército estadounidense en Irak o Afganistán, sino que además la imagen del gobierno norteamericano entre los gobiernos de los países árabes se ve debilitada porque muestra no ser capaz de contener las ambiciones de Israel. Así la situación empeora aún más para Estados Unidos. Para Wallerstein, el mensaje de los generales del Ejército es claro: “la relación de Estados Unidos con Israel es importante, pero no tan importante como las vidas de los soldados estadounidenses”. En el corto plazo de un mes, la postura del gobierno de Israel apostando al estancamiento y la intransigencia le ha funcionado y ha puesto en aprietos al gobierno estadounidense. Queda por ver qué ocurrirá en el mediano plazo.

A pesar de haberme referido a ella en el comienzo de la nota, la crisis diplomática entre Estados Unidos e Israel no fue el único hecho del último mes en la política del Medio Oriente. Como era de esperar, la decisión del gobierno israelí de seguir avanzando con los asentamientos en territorios palestinos generó múltiples respuestas de parte de los sectores políticos palestinos. La ANP le retiró su apoyo a la reanudación de las negociaciones indirectas con Israel apenas enterada de la construcción de viviendas en Ramat Shlomo. “"Queremos escuchar de (el enviado estadounidense George) Mitchell que Israel ha cancelado la decisión de construir más viviendas antes de iniciar las negociaciones", ha dicho el negociador palestino, Saeb Erekat, en el diario Haaretz” (El País, 11/3). A la semana siguiente del anuncio israelí, la organización islámica Hamas convocó a un “día de ira” a raíz de la inauguración de una sinagoga en la Ciudad Vieja de Jerusalén (parte de Jerusalén Este) que, sostienen, amenazará la mezquita de Al Aqsa ubicada a 400 metros de distancia. Las manifestaciones convocadas por Hamas terminaron con 60 palestinos detenidos y alrededor de 40 heridos. Al Fatah, la organización del presidente de la ANP Mahmud Abbas, también denunció la construcción de la sinagoga (Página/12, 17/3). Hamas también se manifestó en la Franja de Gaza (donde controla el gobierno desde el año 2007), hacia donde con el pasar de los días se fue trasladando la conflictividad y el foco de atención de las noticias. A la manifestación en el marco del “día de ira” le siguió la muerte de un trabajador tailandés en un invernadero de Netiv Haasará (kibutz ubicado en el sur de Israel) a causa del impacto de un cohete Kassam lanzado desde la Franja de Gaza. A pesar de que la organización Ansar al-Sunna -que no responde a la línea política de Hamas- se hizo responsable del ataque, la respuesta del ejército israelí fue bombardear. Primero lo hizo en la noche que siguió a la muerte del trabajador tailandés en Netiv Haasará (según el propio ejército, bombardeó 3 objetivos). Luego lo repitió el 2 de abril, esta vez atacando 9 lugares. Entre ambos bombardeos hubo un enfrentamiento terrestre en el paso fronterizo de Kissufim el 26 de marzo, donde murieron 2 miembros de Hamas y 2 soldados israelíes. La escalada del conflicto en la Franja de Gaza estuvo, como cada vez que ocurre, acompañada por discursos amenazantes. Incluso miembros de gabinete israelí consideraron que volver a invadir Gaza está dentro de las posibilidades que manejan. Aunque en la última semana la cobertura periodística sobre la región por parte de algunos de los diarios consultados ha disminuido, la situación de conflictividad está latente.

Con esta nueva escalada del último mes se podría jugar con una metáfora acerca del vestir. El gobierno israelí, aunque no sólo el actual sino también los anteriores, “viste” de guerra a los enfrenamientos donde el poder de fuego es tremendamente desigual. También “viste” la historia de la región con trajes 100% judíos que no se llevan bien con la realidad pasada. Las negociaciones que Estados Unidos busca reflotar quieren “vestir” de forma optimista un conflicto que no se va a resolver mientras Israel continúe siendo un Estado racista que no permite el retorno de los palestinos expulsados. Sin embargo, dentro de las noticias del último mes hubo una que representa el límite de la metáfora. Una noticia a partir de la cual se observa algo de cómo es vivir en la Franja de Gaza. Algo con lo cual no se puede jugar. La agencia Associated Press señaló el 5 de abril: “Israel permitió que un cargamento de zapatos y ropa entrara al territorio palestino bloqueado por primera vez desde 2007, anunció el lunes un funcionario de la frontera de Gaza. Read Fattouh dijo que 10 camiones de zapatos y ropa ingresaron a la Franja de Gaza el domingo. Agregó, sin embargo, que gran parte del material estaba dañado tras más de dos años de estar almacenado. El cargamento es el primero no humanitario con ese tipo de artículos, aunque un portavoz del ejército israelí dijo que Israel permite que ese tipo de productos entren a Gaza ocasionalmente, como parte del transporte de ayuda coordinado con Naciones Unidas.” Y al leer eso uno piensa en el trágico bloqueo cotidiano que desde hace más de un año aplica Israel en la frontera con Gaza, y que años atrás también había aplicado. Un informe de UNICEF sobre el trabajo infantil en Gaza (http://www.unicef.org/spanish/infobycountry/oPt_50318.html) cita datos de un informe hecho por el Comité Internacional de la Cruz Roja en junio de 2009, que muestra la magnitud del bloqueo: “en mayo de este año [2009] sólo llegaron 2.662 cargamentos de productos en camiones a Gaza desde Israel. Esa cantidad representa una reducción de casi un 80% con respecto a los 11.392 cargamentos autorizados en enero de 2007, inmediatamente antes de que Hamas tomara el poder en la región”. Un bloqueo que tiene graves consecuencias sociales: la tasa de desempleo a abril del 2009 era del 44%, y alrededor del 70% de la población vive en la pobreza. Uno piensa en que clase de juego perverso es aquel que no permite otra salida al bloqueo que los túneles subterráneos por donde circula el contrabando en la frontera de Gaza con Egipto, y que luego a través del bombardeo cierra esa posibilidad. Piensa en si existe alguna explicación razonable a la decisión de bloquear durante más de un año la entrada de ropa a un territorio con 1,5 millones de habitantes. Y después de pensar uno concluye en que la posibilidad diaria de vestir bien o por lo menos con ropa nueva es una posibilidad negada a los palestinos que habitan la Franja de Gaza. Es, por el contrario, un atributo israelí. Y aunque pudiera parecer banal o superficial, la noticia expresa concretamente la realidad de un bloqueo absurdo y cruel. Y ahí se detiene la metáfora.


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