Latorre es el alfil

por Enzo Vicentín

“¡Pobre Lole!” salieron a decir por él. Y él mismo también se dijo a sí mismo: “¡pobre yo!”. Luego de que su voz pública durante años, llamada Roxana Latorre, votara un dictamen de comisión en el Senado junto al kirchnerismo por el tema de las facultades delegadas, el Senador Carlos Reutemann habló como si fuese Lucía Galán en ese tema de Pimpinela donde enfurecida la mujer grita “¡me engañaste, me mentiste!”. En una entrevista durante la semana pasada a un programa radial rosarino Reutemann se retorció en su despecho diciendo que se había enterado de la decisión de su compañera de banca por la información que largó el diario La Nación, que estaba absolutamente sorprendido, que la actitud de Latorre lo metía otra vez en el pantano en el que estuvo en la campaña, que así no se podía seguir trabajando con ella, y por último que su nivel de enojo para con Latorre entre 1 y 10 era de mil. Esta semana nos encontramos con el “que se la recontra metan en el medio del culo” y posteriores repercusiones.

Pero como ha pasado siempre en la carrera política de un hombre que no se destaca por hablar ni mucho ni muy seguido, fueron muchos los que salieron a hablar por él para casi que ponerle precio a la cabeza de la hasta ahora Senadora Latorre. Digo hasta ahora porque si bien la fueron del bloque Santa Fe Federal ya hay muchos que la quieren fuera del Senado. Dirigentes de las patronales del campo a la cabeza, dirigentes del justicialismo santafesino, periodistas, señores y señoras en los mensajes grabados de los programas de radio. Nadie dijo “hay que salvar a Reutemann de esto”. Pero fue el mensaje tácito de sus palabras. “¡Cómo nos traicionó Latorre!” fue la queja que se llevó el primer puesto del ranking de lamentos. El reflejo rápido del Lole y de sus seguidores fue desligarlo/desligarse completamente de la traición, del engaño, de la borocoteada de Roxana Latorre. “¡Pobrecito Reutemann!” repiten a coro, alimentando con un nuevo capítulo esa imagen de tipo inmaculado, de tipo honesto que tiene el Lole. De ese que entra a la política de puro ingenuo porque quiere hacer algo por la sociedad y se encuentra con burócratas y rosqueros, con tramposos y mercenarios que se encargan de mostrarle que la política no es como un cuento infantil. Esa imagen del Reutemann bueno e ingenuo en un mundo político diabólico no resiste ni siquiera un análisis superficial. Hace 18 años que está ininterrumpidamente en la política santafesina y nacional. Conoce demasiado el ambiente donde se mueve. Hace años que Roxana Latorre no hace nada sin la autorización, el acompañamiento, la venia o aunque sea un guiño del ojo de Carlos Reutemann.

Pensarán muchos y muchas que efectivamente Reutemann no supo nunca de los movimientos de Latorre en el Senado y que lo que dice ahora lo dice desde una verdadera indignación. Elegirán los que piensan así darle el beneficio de la duda a Reutemann. Por mi parte no voy a darle el beneficio de la duda a quien dijo que él no había privatizado el banco provincial y que ni conocía a los hermanos no sé cuanto, que eran los Rohm y a los cuales conocía muy bien. A quien dijo no tener nada que ver con la represión de diciembre de 2001 cuando se desprende de los hechos que la policía santafesina empezó a tirar con balas de plomo antes de la orden de estado de sitio (decidida por De la Rúa a nivel nacional), para lo cual hubo una decisión política de hacerlo. A quien en medio de intentos porque el río Salado no se lo lleve a él también dijo la tan triste como célebre frase “a mi nadie me avisó”, cuando lo cierto es que ya sabía que una tercera parte de la ciudad iba a quedar bajo el agua. Con el beneficio de la duda, la conclusión parece llevarnos a afirmar que Reutemann nunca supo donde estuvo, ni lo que hizo, ni lo que hicieron los funcionarios que de él dependían. Es decir que estaríamos ante un autómata político que se ha pasado sus últimos 18 años sin entender nada de lo que hizo. O estamos, y ahora sin beneficio de la duda, ante un político hábil como otros muchos, que siempre se refugia en su pretendida ignorancia cuando las papas queman y tiene que poner la cara.

Esta segunda versión del “a mí nadie me avisó”, que tiene a Roxana Latorre como culpable, me parece tan mentirosa como la primera. No le creo a Reutemann. No le creo que sea un ingenuo víctima de la sucia política. Reutemann entendió esta semana que en su partida de ajedrez, que venía ganando desde el 28 de junio, a causa de un mal movimiento tuvo que entregar en sacrifico un alfil para que no lo pongan en jaque mate a él. Un valioso y leal alfil tuvo que entregar. Y ojo que esto no es ocurrencia mía, lo piensa Jorge Asís, alguien que desde el menemismo residual simpatiza claramente con el Lole.  Un alfil menos, pero el ajedrez para Reutemann continúa. Algunos podrán decir bienvenido Reutemann al tablero embarrado del ajedrez político donde todas las piezas indefectiblemente se manchan. Yo creo que con 18 años dentro de la política, ya con mayoría de edad dentro del ambiente, a Reutemann le debería dar la cara para reconocer lo que hace y bancarse las consecuencias de eso. Debería, como toda persona que cumple 18, ser responsable de sus propios actos, y dejar de una vez por todas la imagen del inocente e ingenuo niño que nunca fue.


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