Los consejos de Seguro presentados por Adrián Alvarado El león acusó recibo de las denuncias que se multiplicaban porque ya no daba para seguir esquivando el bulto. Resulta que una tribu de chimpancés disidentes estaba intentando ignorar la organización de la selva que desde tiempos que nadie recuerda fue, es, y debería seguir siendo vertical y piramidal con los más fuertes y rápidos en la cúspide. Parece que un chimpancé más astuto que sus pares habría convencido a un grupo significativo de monos para separarse y disputar el poder que detentaba el león, eso en si mismo no era un problema importante, la cuestión era que ese hábil simio habría conseguido la complicidad incondicional de dos parejas de chitas que se consideraban en todo sentido superiores al rey de la selva, no era la primera vez que los guepardos desafiaban a los leones, si los animales tuvieran lenguaje y memoria recordarían competencias inolvidables. Esta vez la mano venia cambiada, los disidentes no pretendían disputar el poder sino independizarse de el, si el ejemplo cundía la selva se transformaría en algo muy parecido al mundo de los humanos. Influido por su compañera el león tomó la decisión de enviar a un emisario, para ello eligió a uno de sus hijos, como respuesta los rebeldes se lo morfaron y con la piel, el insolente chimpancé, se hizo una campera con la caperuza más imponente de la sabana, enfurecido el monarca organizó sus ejércitos con la firme decisión de terminar con los separatistas, lo que no sabia era que los enemigos habían hecho un fino trabajo de inteligencia para convencer a los soldados de las ventajas de la independencia, así las cosas, los ejércitos del león terminaron uniéndose a los rebeldes, los parientes de los soldados se fueron con ellos, el rey entonces quedó solo y con lo que quedaba de su familia decidió unirse a los nuevos jefes encabezados por un exultante chimpancé con capucha de melena de león, cuando llegaron el mono mandó ejecutar al viejo monarca y después levantando la cabeza inerme del derrocado dijo con toda la boca “Jaque mate”, los animales presentes se miraron entre si pensando lo mismo, el chimpancé había hablado con la lengua de los hombres, cuando el mono intentó dar explicaciones fue inmediatamente manducado por los guepardos que después tuvieron que pedir disculpas, así la selva volvió otra vez de vuelta a su salvaje normalidad sin evolución. Libertad a Seguro El jinete apretó sus talones sobre los flancos del moro y el pingo respondió de inmediato a la presión iniciando un galope sostenido que terminaría dos horas después en un bañado donde el gaucho detendrá su marcha para tomar un refrigerio, caña, galleta y carne seca bajo la sombra de un ombú generoso, rancho espontáneo de la pampa que ofrece cobijo eventual al hombre de campo, ahí estaba el hombre descansando y justo cuando empezaba a adormecerse no va que un coco de tamaño considerable le cae en la cabeza, a las puteadas se levanta el cristiano buscando el facón en la cintura con la vista en la enramada intentando divisar al atrevido pero no había tal, demás está decir que el ombú no es un árbol que dé frutos y mucho menos cocos, el gaucho sabía esto pero desconocía por completo los cocos, con la fruta en la mano se preguntaba que carajo era esa cosa peluda y dura, le preguntó a su caballo y el equino negando con la cabeza le dijo “Esto es cosa de mandinga, yo que usted me subo y hago una revisión ocular”, ustedes podrían decir a esta altura del relato que los caballos no hablan a lo que yo respondería que sí y la discusión estaría destinada a morir de muerte natural. El hombre subió al ombú hasta que en el corazón del árbol medio que se perdió porque la abundancia de hojas y ramas lo desorientaron ahí sacó el facón y empezó a blandirlo a diestra y siniestra que quiere decir de derecha a izquierda, cortando la espesura que terminó disipándose en un sol turgente sobre una playa blanca bañada por un mar azul que el gaucho jamás había visto ni imaginado, “Donde estoy” dijo en voz alta “En la playa” le respondió una voz femenina “Como llegué hasta acá”, “No se” le dijo la mujer “Salió de ahí” señalándole el bosquecito que el gaucho tenía a sus espaldas, inmediatamente el hombre se dio vuelta y regresó por donde había venido, bajó al llano y le dijo a su caballo “Tenía razón pingo, era cosa de mandinga”. Libertad a Seguro Opiná sobre este tema |
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