De eso no se habla

por Miguel Espinaco

Lo dijo hace unos días la jueza de la Corte Suprema de la Nación Carmen Argibay y entonces todos empezaron a hablar de nuevo del tema.  No era la primera vez, claro, que la sensación de inseguridad se vinculaba con el rol de los medios, pero esta vez lo dicho, había sido dicho por una jueza del más alto tribunal y entonces el debate alcanzó un nuevo pico.  El viernes la presidente Cristina Fernández se sumó al listado de las opiniones, diciendo que en ningún lado se repite tanto la información sobre cada uno de los hechos de la llamada inseguridad, como en Argentina.

La respuesta mediática ha sido – para variar – bastante poco seria.  Baste como botón de muestra los lamentables comentarios de Chiche Gelblung en su programa en Radio Mitre, que se dedicó a ridiculizar a la jueza sin dar un solo elemento verificable para desmentirla, o baste la opinión editorial del diario La Nación que asegura que “la realidad se impone a cualquier ficción”, para después enumerar una cadena de horrores – supuestamente “la realidad” - sin ningún rigor estadístico, o bien sobren y abunden las opiniones de la iglesia que a través del vocero del episcopado asegura que Argibay pretende “tapar el sol con las manos”, aunque no nos brinda un solo dato sobre el supuesto sol ocultado.

Trampas y más trampas en un debate que así sólo sirve para sumar confusiones.

Digamos primero una obviedad: el mundo es inseguro, cada vez más inseguro.  Es un mundo en el que la marginalidad - resultado de la mano de obra que a los empresarios capitalistas le sobra - ha invadido todos los recovecos y entonces la vida tiende a valer cada vez menos.

Digamos segundo que Argentina, en ese mundo, no es de lo peor que hay.  Pongamos algún dato verificable para que cada quien no ande diciendo lo que se le cante o lo que le convenga: la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, por ejemplo, ubica a la Argentina en mucha mejor posición que la que ostentan países como Brasil, México, Venezuela o Rusia, y tiene también una mejor ubicación que Costa Rica y que el primermundista Estados Unidos de Norteamérica.

Digamos tercero que lo más tramposo de la discusión es que la jueza  Argibay no dijo que no hay inseguridad, sino que dijo que los medios aumentan esa sensación de inseguridad más allá de lo real.

Miremos este asunto más de cerca.  Hay un primer problema que tiene que ver con la propia existencia de los medios como herramientas capaces de acercarnos todo lo que pasa.  Hoy nos enteramos al minuto de cada caso que sucede y no sólo eso, no sólo nos enteramos, los amigos y los parientes de cada víctima entran a nuestro living a llorarnos su pena y los policías y los periodistas nos cuentan con lujo de detalles qué sucedió en una versión siempre un poco literaturizada, como para que nos resulte más interesante a la hora de la cena.  Y las imágenes, encima las imágenes.  De modo que ya no somos solamente testigos de lo que pasa en el barrio, ahora somos testigos de casi todo, mediados por los medios.

No es raro entonces que ante tanto golpe bajo nos volvamos impermeables a la estadística,  justamente porque el impacto sensible es más sostenido que cualquier análisis, algo parecido a lo que sucede con los aviones, que casi nadie se deja convencer de que es el medio de transporte más seguro porque cada accidente de aviones provoca un impacto demasiado grande y entonces a uno le parece que la gente se muere más en los aviones.

Pero claro, esto es sólo una parte del problema, los medios de difusión no son solamente el aparato técnico que lleva la noticia, sino la noticia que es elegida para ser llevada y ahí entran los actores, y los actores son los empresarios de los medios de difusión, gente que tiene intereses, gente que vive de crear sensaciones que generan negocios, gente que hace funcionar su poder de difusión como una máquina de chantajear, como un lobby masivo que inventa la agenda, que decide de qué se habla y también de qué no se habla.

Y por lo que parece, por lo que se ha visto en estos días desde las declaraciones de Carmen Argibay, del rol de los medios en la construcción de la ajetreada opinión pública, no se habla.


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