Especial ataque Israelí a Palestina

Impresiones

Por Enzo Vicentín y Lorena Fortonani

Luego de 23 días de bombardeos aéreos y una invasión por tierra, el Estado de Israel decidió detener su ataque sobre la población de la Franja de Gaza. Alrededor de mil cuatrocientos muertos y casi seis mil heridos es, hasta ahora, el saldo de esta nueva masacre disfrazada de guerra defensiva. La ausencia de bombas y balas no significa que el crimen se terminó; hay un bloqueo criminal que permanece. Un bloqueo al que debemos repudiar y exigir su inmediato final.

Las impresiones que nos quedan están mezcladas con algo de bronca, de impotencia y de vergüenza. Algunas nos remiten a situaciones pasadas, porque vemos repetir en este caso cuestiones ya vistas en pasados recientes o lejanos. Otras nos dejan la sensación de novedad, en algunos hechos positiva y en otros negativa. Y también nos quedan algunas impresiones como si fueran marcas de cara al futuro.

A fin de no ser repetitivos ni tan extensos en el desarrollo, en algunos puntos nos remitimos a notas publicadas en nuestra revista en años anteriores, que hablan sobre la situación del medio oriente, y que ustedes pueden leer a través de los links en esta nota.

Primeras impresiones

Una primera mirada sobre este nuevo ataque no debería sorprendernos. El Estado de Israel, desde su creación en 1948, ha seguido una línea ascendente de militarismo, ha ido puliendo cada vez más su carácter de Estado gendarme. En una nota publicada en 2006 llamada El mito fundacional se analizaba la construcción argumentativa, la invención de una historia oficial del Estado de Israel, que negaba los desplazamientos de cientos de miles de palestinos que convivieron junto a los judíos en la región de Palestina durante el período colonial. "El relato de cómo fue que empezó esto es, entonces, un arma más para la guerra, el mito fundacional del estado israelí sirve de basamento al mito de la guerra entre razas, entre etnias, entre religiones, sirve de discurso de barricada para usar al pueblo judío como masa de maniobras" decía la nota. "Si se aceptara que los expulsados tengan el derecho elemental de volver a sus tierras se alteraría el equilibrio demográfico y el Estado israelí desaparecería como tal, porque desaparecería su razón de ser como estado confesional, o sea como estado racista" decía allá por 2003 Miguel Espinaco en su nota El ghetto más grande. El Estado gendarme y el confesional son aliados de hierro, y aunque muchas veces lo ha negociado, el proyecto histórico de Israel no contempla la posibilidad de un Estado palestino. Juan Gelman afirma que David Ben Gurion (primer ministro del Estado de Israel en 1948 y considerado "padre" del Estado por la historia oficial) "aceptó la partición de Palestina en territorios israelíes y territorios palestinos que la ONU estableció en 1947. Pero tenía un viejo pensamiento de fondo: en carta a su mujer confió que un Estado judío "parcial" –un proyecto de 1937 del ocupante británico que nunca se llevó a cabo– era sólo un comienzo y que planeaba organizar un ejército de primera y utilizar la coerción o la fuerza para absorber toda la extensión del país" (Página/12, 4-1-2009).

Otra cuestión que reitera lógicas de acción que ha seguido el Estado israelí es la política de hechos consumados. En Tomando carrera se mencionaba a los asentamientos de colonos judíos en territorios palestinos como ejemplos de esa política: "sirvieron y servirán para el objetivo de posicionarse mejor en las negociaciones: primero se ocupa el territorio alentando los asentamientos y después se discute de quién es". En el caso del actual ataque a la Franja de Gaza, se bombardea primero para después negociar la paz. Y todos se dan cuenta que la demora de un alto el fuego favorece a Israel, que así tiene más tiempo para seguir matando y destruyendo para luego negociar desde una posición de mayor poder. Como lo hace ahora, cuando decide dejar de disparar y retirar (¿hasta cuando?) sus tropas sin mencionar nada sobre el bloqueo a Gaza.

El discurso de los principales responsables del gobierno israelí tampoco da lugar a sorpresas. Digamos que el principio rector es colocar la totalidad de la culpa en la organización Hamas y en su accionar "terrorista". La canciller Tzipi Livni (candidata a primera ministro en las próximas elecciones de febrero) advirtió el 25 de diciembre pasado que "por desgracia, Hamas controla la Franja de Gaza y Hamas ha decidido atacar Israel. Hay que parar eso y es lo que vamos a hacer". Aunque días antes había llegado más lejos: "El principal objetivo estratégico de mi futuro gobierno será derrocar el régimen de Hamas. Este objetivo será llevado adelante por medios militares, económicos y diplomáticos". Los medios militares, al parecer, siempre son los primeros. El actual primer ministro Eduh Olmert afirmó una vez comenzado el ataque que "no declaramos una guerra a los residentes en Gaza. Ya lo dije antes y digo otra vez que trataremos a los residentes con guantes de seda, pero a Hamas con puño de hierro". A la luz de la cantidad de niños y mujeres que han muerto en Gaza desde el 27 de diciembre tal vez a Olmert se le olvidó aclarar que el guante no era del talle del puño y por eso no se usó. El súmmum del argumento de la exclusiva culpabilidad de Hamas en todo el conflicto, desde su comienzo hasta su fin, puede encontrarse luego de que el ejército israelí voló por los aires una escuela de las Naciones Unidas, matando a cuarenta refugiados. Un portavoz del ejército israelí afirmó: "No es la primera vez que la gente de Hamas nos ataca desde posiciones civiles, como en este caso lo fue esta escuela. Son ellos, por lo tanto, los que deben asumir el costo de estas muertes". En una increíble inversión de términos, Hamas no sólo es responsable del ataque militar israelí, sino también de los propios muertos que el ataque deja.

Del otro lado de la escena, la situación política de los territorios palestinos no sorprende porque viene decantando desde el 2005-2006. En un plano mayor, las relaciones entre los países árabes de medio oriente, Asia y el norte de África tampoco muestran nada que no se sepa hace un tiempo. La fractura de la Autoridad Nacional Palestina, con Al Fatah gobernando Cisjordania y Hamas conduciendo Gaza, es un hecho que debilita gravemente la capacidad de negociación de la ANP ante Israel. En Gestores de la rendición, nota del año 2007, se analizaba el conflicto interno de la ANP y de cómo los medios retrataban, bajo el prisma del tándem Israel-Estados Unidos, una historia de buenos y malos tipos. Lo cierto es que Mahmud Abbas (líder de Al Fatah) tuvo que cambiar su inicial discurso de solapada acusación a Hamas por el inicio del ataque israelí por otro donde se condenaba el genocidio del pueblo de Gaza. Eso no se hubiera logrado sin la presión de los palestinos de Cisjordania, junto a los hechos mismos que se vieron día a día en la Franja. Pero, a pesar de las palabras, la ruptura entre Al Fatah y Hamas difícilmente cicatrice en el corto plazo. Lo mismo puede esperarse de las relaciones dentro del "mundo árabe", donde el Egipto de Mubarak al jugar en contra de Hamas por sus conexiones con Siria e Irán juega objetivamente a favor de Israel, y donde los que tienen buenas relaciones con Estados Unidos no se han movido.

La pasividad -que también puede leerse como complicidad- de la "comunidad internacional" y la debilidad de las Naciones Unidas, que lanzan resoluciones sin sentido que no obligan al Estado agresor y ocupante a detenerse, son cuestiones que ya se han visto en el caso del medio oriente. Los cuestionamientos a la ONU y su falta de credibilidad no son nuevos. Podemos tomar como ejemplo el caso de Irak, en el cual Estados Unidos actuó fuera de la ONU mostrando un total desprecio a los organismos multilaterales y a las normas del derecho internacional. Cuesta entender que Naciones Unidas no pueda lograr ni siquiera el principal objetivo por el cual fue creada, si nos remitimos al artículo 1 de su Carta fundacional, que habla del mantenimiento de la paz y la seguridad internacional. Desde que se inició el ataque, se debatieron varias propuestas en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. El primer intento provino de una propuesta de resolución presentada por Libia, para lograr el cese inmediato de las operaciones israelíes en territorio palestino. Las negociaciones fracasaron por que el principal socio y aliado de Israel, Estados Unidos, y varios países de la Unión Europea, consideraron poco equilibrada la resolución al no hacer referencia a la culpabilidad de Hamas en el conflicto. Finalmente, el 9 de enero, con el voto de 14 miembros del Consejo de Seguridad y la abstención de Estados Unidos, se dictó la resolución 1860 que pidió el inmediato cese del fuego, la pronta retirada de las tropas israelíes del territorio palestino y la entrada sin restricciones de ayuda humanitaria para la población palestina. Ninguna de las partes en el conflicto aceptó esta resolución que se abstuvo de condenar al gobierno de Israel por los ataques, y que no tuvo más que un carácter declarativo, ya que los bombardeos de Israel se intensificaron. Y como si no fuera suficiente derrota para la imagen de la ONU, algunas de sus dependencias en Gaza resultaron ser blanco de bombardeos israelíes. El gobierno de Tel Aviv declaró que nunca aceptó que una influencia exterior decida sobre su derecho a defender a sus ciudadanos y que la ofensiva continuaría hasta lograr mayor seguridad en el sur del país ante los ataques palestinos. Esto no hace más que mostrar la impunidad con la que se maneja Israel, provocando la muerte de gran cantidad de civiles y violando tratados, convenciones y los principios del derecho internacional humanitario. Aunque también nos muestra la decadencia de la ONU como organización capaz de desplegar poder y legitimidad en la política internacional.

Algunas impresiones, como vimos, nos dejan la sensación de que en este nuevo ataque hay hechos y palabras que se repiten, que ya las vimos antes. Cuestiones que no son nuevas y aún reformuladas remiten a hechos o lógicas que han permanecido en el tiempo. Pero estas no son todas las impresiones.

Segundas impresiones

Sin lugar a dudas, la política de Israel respecto a la Franja de Gaza no se convirtió en criminal a partir del ataque del 27 de diciembre pasado. Se vuelve insoslayable mencionar el bloqueo de los pasos fronterizos que realiza Israel, antes incluso de que Hamas lograra el control político de Gaza, pero endurecido a partir de mediados de 2007. Las consecuencias humanitarias de semejante ahogo pueden verse en las declaraciones de organismos internacionales u ONGs que trabajan dentro de Gaza. Los bombardeos empeoraron gravemente la situación, y todo sin alterar el bloqueo salvo por alguna esporádica apertura de tres horas que permitió la entrada de comida, medicamentos o combustible, para luego seguir bombardeando, tal como el verdugo que le ofrece a la víctima la última comida antes de morir. A pesar de que hoy ya no caen bombas, hay que exigir por el fin del crimen que Israel impone a la población de Gaza a través del bloqueo. Las cifras que manejaron los organismos internacionales durante el ataque son alarmantes: del millón y medio de palestinos que habitan Gaza, 750.000 reciben su ración diaria de comida y medicamentos a través de las Naciones Unidas, un millón no tienen electricidad y 500.000 no cuentan con agua corriente. La tregua, en este tema, no soluciona ni mejora nada.

El democrático Estado de Israel decidió que esta vez ningún periodista internacional pueda entrar la Franja de Gaza para informar sobre el ataque. Los acusan de brindar una cobertura parcial e injusta para con Israel. Las quejas de medios de todo el mundo tuvieron su eco: la Corte Suprema israelí le exigió al gobierno (una semana después de comenzado el ataque) que permita la entrada de corresponsales a Gaza. Pero el grupo de periodistas que al comienzo iba a ser de doce, bajó a ocho y terminó en solo cuatro, siempre por exigencias del gobierno israelí. ¿Por qué? "Hay consenso entre la mayoría de los funcionarios israelíes de que la última guerra del Líbano fue en gran parte un desastre comunicacional. Según sostienen, Israel ganó la guerra de los tanques y las bombas, pero el grupo insurgente libanés Hezbolá ganó la aún más importante guerra de propaganda. No quieren que pase lo mismo en Gaza, argumentan ahora" (Página/12, 2-1-2009). El absurdo de la cuestión es que al no permitir la entrada de periodistas internacionales a Gaza son sus habitantes palestinos las únicas fuentes disponibles para describir lo que pasa dentro de la Franja. La propaganda, mientras tanto, estuvo a cargo de medios de comunicación que analizaron la masacre bajo la teoría de los demonios, o de organizaciones civiles sionistas que se expresaron abiertamente a favor del ataque criminal, como la AMIA y la DAIA en Buenos Aires.

Es un hecho histórico que en contextos de guerra el nacionalismo se fortalezca entre la población y la popularidad de los gobernantes alcance muy elevados índices de aprobación (mientras las guerras se ganan). Esto también está pasando ahora en Israel, aunque a diferencia de conflictos pasados por ahora el espacio conseguido por los movimientos israelíes críticos de la guerra ha sido muy marginal, y en contrapartida el discurso de la seguridad nacional se ha fortalecido más que en el pasado. Según una encuesta del diario israelí Haaretz a comienzos de enero, el 71 % de la población apoyaba el ataque sobre Gaza, aunque el índice disminuía cuando se la consultaba por la invasión terrestre. Esto va de la mano con un fenómeno ya visto en años recientes en países como Inglaterra o Estados Unidos, donde en momentos de guerra las diferencias entre los partidos (laboristas, liberales o conservadores) parecen licuarse hasta la unanimidad de las armas. Se pueden ver en los diarios muchas apelaciones de judíos y no judíos a la sociedad israelí para que reconsidere su apoyo a la masacre, y que cambie su actitud hacia los palestinos. Pero esos esfuerzos parecen llegar tarde, después de años de Estado gendarme, del discurso de guerra contra el terrorismo, de la seguridad nacional como prioridad de la política, y más recientemente, de temor ante un incómodo vecino como Hamas que cada vez tiene más poder dentro de los territorios palestinos.

El apoyo de Estados Unidos a Israel es una constante en el tiempo. Existen, a nivel del gobierno, de los partidos políticos y del Congreso norteamericano poderosas influencias proisraelíes, y Estados Unidos considera a Israel su aliado estratégico en medio oriente. Pero si algo hubo de novedoso en este nuevo ataque fue la expectativa por la reacción que el flamante presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tuviera ante la masacre. La respuesta defraudó a muchos. Obama, después de un prolongado silencio, declaró "desde el inicio de nuestra administración, nos vamos a dedicar de una forma eficaz y consistente en buscar una solución a los conflictos que existen en el Medio Oriente. Así que el 20 de enero, van a escuchar directamente de mi boca mis opiniones sobre este asunto. Hasta entonces, mi trabajo es monitorear la situación y armar el mejor equipo de seguridad nacional posible para que podamos tomar la batuta cuando ya seamos los responsables por la seguridad nacional" ("El silencio de Obama", BBC mundo.com, 6-1-2009). Cuando Obama, visitó Israel en julio del año pasado, manifestó que "en términos de las negociaciones con Hamas, es muy difícil negociar con una organización que no es representativa de un Estado nación, no reconoce tu derecho a existir, ha usado sistemáticamente el terrorismo como un arma, y está profundamente influenciada por otros países" ("Obama y Bush ante la crisis en Gaza", Diario Las Américas, 31-12-2008). El silencio y sus frases de campaña respecto a medio oriente parecen ser la antesala de una política continuista de apoyo irrestricto a Israel. Las expectativas de un cambio, fue "change" su lema de campaña, son prácticamente nulas en este tema.

Dentro de las repercusiones políticas que tuvo el ataque en los gobiernos del mundo, abundaron las posturas "a favor de la paz" que cuidadosamente se negaron a condenar a Israel o que igualaron las responsabilidades entre israelíes y palestinos. Ante eso, se destacaron las reacciones de los gobiernos de Venezuela y Bolivia. Yendo más allá de las palabras, ambos Estados rompieron relaciones diplomáticas con el Estado de Israel, y expulsaron a los embajadores israelitas de sus territorios. El presidente Hugo Chávez, hizo referencia a que Israel impide el suministro de alimentos, energía y medicinas, con la complicidad y el apoyo político, diplomático, financiero y militar del gobierno de Estados Unidos, e instó a que las Naciones Unidas actúen rápidamente y ejecuten la gran cantidad de resoluciones que se han tomado hasta el momento a favor del pueblo palestino. Por su lado, el gobierno de Evo Morales pretende denunciar al presidente de Israel Shimon Peres y al primer ministro Ehud Olmert ante la Corte Penal Internacional, por los crímenes de genocidio y lesa humanidad que cometieron en la Franja de Gaza. La posición de estos gobiernos fue un claro ejemplo de activismo diplomático que contrastó con la postura del resto de los gobiernos de América del Sur, donde la ruptura de relaciones con Israel fue ignorada completamente.

Hubo en esta reciente masacre, por lo tanto, otras impresiones que sí constituyen elementos nuevos o llamativos. Elementos que, valga la redundancia, impresionan al espectador. Pero no solo de impresiones de repeticiones o de novedades está hecho este nuevo acto criminal. Hay un tercer plano de impresiones en la secuencia.

Terceras impresiones

Las palabras que se utilizan para describir lo que pasa libran, a su manera, una disputa por predominar en el discurso de los que hablan del tema, o leen sobre él. Por ejemplo, muy pocos hablan de la organización Hamas como un movimiento de liberación nacional, la mayoría la califica como una organización terrorista. Casi nadie habla de Hamas usando la palabra resistencia, que es utilizada al hablar de los franceses e italianos que durante la segunda guerra mundial combatieron con métodos terroristas a la ocupación de la Alemania nazi. Y los territorios palestinos soportan la ocupación israelí desde hace por lo menos 42 años, luego de la guerra de los seis días. De la disputa por las palabras advirtieron con gran acierto algunos intelectuales como José Saramago, Teresa Aranguren, Belén Gopegui y otros, que en un manifiesto titulado "Gaza: crimen y vergüenza" cuestionan lugares comunes del discurso sobre la masacre, y dicen que "el lenguaje no es inocente. Las palabras no matan pero ayudan a justificar el crimen. Y a perpetuarlo". Hay que leerlo completo, es un gran texto. En el 2006, cuando Israel atacó el Líbano, también se cuestionaron las palabras usadas en Basta!, una colaboración publicada en nuestra revista.

Eduardo Galeano escribe que "para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos" (Página/12, 18-1-2009). Realmente se hace difícil pensar que aún acabando con Hamas, Israel pueda acabar con la resistencia palestina. Más bien, como dice Galeano, la terrible violencia con que Israel atacó Gaza será respondida con odio y más violencia. Porque, para quien piense que Hamas es una especie de tumor maligno de la sociedad palestina que puede y debe extirparse, habría que aclararle que la violencia política responde a condiciones sociales que la hacen posible y la estimulan. No sé que puede esperarse de una población que vive cercada, desplazada de sus territorios, bloqueada económicamente y que para colmo cuando vota a quien quiere obtiene mayores represalias. Los "moderados" existieron, existen y seguirán existiendo. Pero, bajo esas condiciones sociales, no comprender el crecimiento de variantes radicalizadas o fundamentalistas como Hamas es prácticamente no entender nada. Israel, matando a mil cuatrocientos palestinos, destruyendo ciudades y bloqueando fronteras, siembra odio. Y, como relación dialéctica, la violencia, más tarde o más temprano, se contesta.

Hay impresiones que, como imágenes o como palabras que se "imprimen", quedan dentro de quienes viven en carne propia el horror y también en quienes observan los hechos a través de internet o la televisión. Y esas marcas que nos quedan influyen en cómo vamos a ver el futuro, o en cómo vamos a actuar en él. Y en esta nueva matanza, de esta clase de impresiones también hubo.


Notas sobre el tema en nuestra revista

28/11/2003 El ghetto más grande
25/08/2005 Tomando carrera
09/08/2006 Basta!
06/09/2006 El mito fundacional
23/06/2007 Gestores de la rendición

Opiná sobre este tema

Titulo:
Comentario: (no más de 500 palabras please)
Firma:
E-Mail:
Ir a la Portada