El derecho de admisión

Por Miguel Espinaco

Je garpè tout (Título de tapa - Diario Crítica)

La deuda externa había desaparecido de las noticias. Como por arte de magia, las letras de molde de los diarios no hablaban ya de ni de riesgo país ni de vencimientos comprometedores.

Ahora, de un tiempo a esta parte, volvió. A los diarios, digo, porque en realidad que no se contara no significaba que no sucediera, que no siguiera siendo un dato cotidiano.

Año tras año - canjes de deuda y pagos al contado y sin descuento de por medio - el famoso superávit fiscal sigue consiguiéndose merced a los salarios estatales bajos, a las jubilaciones comprimidas, a los seguros de desempleo inexistentes y a las obras necesarias demoradas.

El llamado superávit fiscal primario - aclaremos - es un concepto que inventó el FMI en la década del 90 para establecer cuánto iban a dedicar los gobiernos a los pagos de deuda. En la Argentina del 2007 - en la que casi nadie hablaba de deuda externa - esa diferencia entre la plata que el estado recaudó y la que gastó - antes de contar los pagos de la deuda, claro - llegó a los 8.416 millones de dólares. Para este 2008 se previeron 8.867 millones del verde billete, pero llegado junio ya se había juntado bastante más de la mitad de lo previsto para todo el año.

Sin embargo varios factores confluyeron para que eso ahora no resulte suficiente para el señor "mercado", ese ente sobrehumano que dirige vidas y destinos, que tiene humores, que dice y habla a través de sus interpretadores de carne y hueso, que disciplina con sus dictados de divinidad inapelable.

La máquina de pagar

Decisión que intenta restaurar la confianza (Título de Tapa - Diario Clarín)

La llamada crisis de las hipotecas en el mercado mundial tuvo mucho que ver, es cierto. Los capitalistas, en estas situaciones, eligen escaparse de los lugares que aparecen más riesgosos para recalar en las inversiones más conservadoras. Pero hubo también factores locales que concurrieron para que variara la percepción sobre la capacidad de pago del Estado argentino.

Por una parte, 2009 y 2010 aparecen en el horizonte con vencimientos importantes y eso anticipa dificultades. Por el otro, los señores del mercado y los organismos internacionales de crédito, dudan de la capacidad del gobierno kirchnerista de seguir siendo la máquina de pagar que les mandó dólares a manos llenas durante todos estos años.

En este punto pesan, claro, elementos de valoración política. La brutal lucha interburguesa que se desató ya el año pasado y que se expresó primero en la inflación y después en la llamada lucha del campo, melló la capacidad política del gobierno para seguir fabricando el superávit fiscal primario. Los mercados dudan de que el gobierno de Cristina Fernández pueda seguir gobernando, palabra que en el mundo del capital se traduce como acción de seguir garantizando que parte del trabajo de los que trabajan, se lo queden empresarios y usureros.

Es en ese marco, que la decisión de pagar cash al Club de París la deuda vencida es antes que un hecho económico un mensaje político: el gobierno vuelve a decir bien claro que está dispuesto a seguir siendo la máquina de pagar que tiene como necesaria contracara, la función de ser máquina de cobrar más impuestos y tarifas y de ajustar gastos para que los dólares alcancen para esos pagos.

La transferencia de estos seis mil y pico de millones de dólares funcionará como un derecho de admisión que intentará mantener a la Argentina entre los países que cumplen con las sagradas leyes del mercado mundial, leyes que incluyen no preguntar sobre la legitimidad de lo que se está pagando y que incluyen, claro, poner ante todo el derecho de los prestamistas a cobrar sus capitales y sus intereses dólar sobre dólar.

Leyes del mercado mundial - leyes de la sumisión y la alcahuetería, habría que decir - que incluyen olvidarse prolijamente de que hay pobres y de que hay jubilados con derechos incumplidos y de que la cacareada redistribución del ingreso y todo eso.

Siempre quieren más

El país saldará en un solo pago la deuda con el club de parís (Título de tapa - Diario La Nación)

"Estados Unidos se complace con el anuncio" dice un comunicado de la administración Bush. Y enseguida: "representa un importante primer paso".

Con la excepción de algunas pocas voces discordantes, este contrapunto ensayado por el gobierno de Estados Unidos es el que surge de las declaraciones de los dirigentes políticos y de los escribas de los diarios: está bien, pero ahora hace falta más, más o menos dicen.

"Es una buena decisión, pero sería mejor si se enmarcara en un plan completo" escribe Jorge Oviedo en La Nación. "Fue un acto positivo" dice Ricardo Kirschbaum en Clarín, pero "será insuficiente para restaurar la credibilidad y la confianza". Lo afinado que suenan las críticas no debe ser para nada casualidad.

Algunos otros optaron por aplaudir pero al mismo tiempo buscar algún flanco para la crítica, para no debilitar sus poses opositoras: "Si bien hacemos lo que teníamos que hacer, porque como país debemos honrar nuestras deudas, con el Club de París deberíamos haber negociado la mejor propuesta" dijo Gerardo Morales de la UCR, "lo que se hizo está bien pero llega tarde" analizó la Coalición Cívica.

Las exigencias de los que aplauden también revelan coincidencias, un programa que intenta marcar la agenda del ajuste para que el superávit primario siga alcanzando y para que el disciplinamiento del país a los intereses de la usura mundial, sea completo y sin condiciones.

Un punto central es el de los holdouts - los acreedores que quedaron fuera del canje de la deuda - a los que teóricamente no se le pueden hacer nuevas ofertas hasta el 2010. Sin embargo, el reclamo aparece clarito en el documento norteamericano que cité más arriba ("esperamos trabajar con el gobierno de la Argentina a medida que normaliza sus relaciones financieras con todos los acreedores externos y con la comunidad financiera internacional") así que el gobierno argentino ya está buscándole la vuelta al asunto para solucionarles el problema, no vaya a ser cosa.

En la puja aparecen también el Indec y, en el centro de esa polémica, la supervivencia o no de Moreno en el gobierno, elemento simbólico del tironeo en el que se busca definir quién decide en el país, qué sector patronal tiene la manija para arbitrar en la estructura de precios y definir quién va a ganar más y quién va a ganar menos en Argentina.

Como es políticamente correcto, muchos piden también que se enfrente seriamente a la inflación, aunque no conviene confiarse en sus intenciones: acto seguido piden "sinceramiento de tarifas", lo que en buen castizo debe leerse como tarifazos obviamente inflacionarios.

Está claro que nada se termina con este pago, que las escaramuzas interburguesas seguirán, pero está claro también que, entre aplausos y renovadas exigencias, el gobierno de Cristina Fernández ha dado otro paso en la sumisión a cuenta del pueblo argentino, que será el que seguirá pagando las facturas de los negocios del capital.


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