Cuentos mal contados por Javier González Una de bomberos Hace ya unos cuantos años, en medio de una movilización contra las privatizaciones del peronismo, Manuel -con lágrimas en los ojos- me decía que cuando era chico soñaba con ser bombero voluntario. Las lágrimas no estaban motivadas por el tierno recuerdo de una infancia que quedó ya muy atrás en el tiempo, sino por la bronca. Bronca, porque en aquellas solitarias siestas santafesinas, mientras se marchaba hacia la Legislatura los bomberos esperaban apostados, con las mangueras prestas a disuadir con agua, la manifestación de trabajadores. Esa imagen idealizada del bombero como servidor público, como abnegado luchador que enfrentaba a las llamas con coraje y vocación de servicio se le había caído abruptamente cuando los observaba, escudados tras las vallas metálicas, riendo cuando la policía reprimía a los trabajadores. En estos días el gordo Manuel se me vino a la memoria tan de repente como se había marchado unos años antes. ¿Qué pensará hoy Manuel cuando desde el mismísimo cuartel de bomberos zapadores, se convoca a una conferencia de prensa para presentar el libro de un represor? El oficio de escribir A alguien se le ocurrió decir eso de "tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro", y se las dio de sabio. "Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro" como si el mundo fuera un paraíso y no hubiera millones que día a día juegan su vida por la simple supervivencia. Quizás sea solo una expresión que deja de lado un aspecto fundamental en la vida, la lucha, la transformación. No sé si Eduardo Curro Ramos, ex represor en tiempos de dictadura militar, tuvo hijos. Tampoco me interesa mucho si plantó un árbol y ni siquiera me interesan sus libros, porque tengo la certeza de que no poseen ningún valor literario. Pero lo cierto es que el ex represor Eduardo Ramos dedica horas de su estadía en el cuartel de bomberos -donde se encuentra detenido acusado de crímenes de lesa humanidad- a escribir y en esas páginas se dedica a rememorar los viejos años en los cuales él, curro Ramos, se sintió dueño de esta ciudad, dueño del aire, dueño de la vida de aquellos a los que secuestraba y torturaba con sadismo. El pasado 3 de julio este escritor santafesino que cuenta con un amplio currículum (ex represor; ex oficial de inteligencia de la D2 de Santa Fe; infiltrado en la Universidad para entregar compañeros; ex empleado de la Secretaría de Cultura de la Provincia; ex empleado municipal; afiliado y candidato peronista, por citar algunas cosas.), fue autorizado -aparentemente- a convocar a una conferencia de prensa para presentar su libro de cuentos "Alguien tiene que contar". Y que mejor definición que esa: libro de cuentos para describir a la sarta de infamias que Curro Ramos escribe, con notable cinismo y cobardía y cero talento literario. Algunas declaraciones La obra literaria de Eduardo Ramos se inserta dentro de una estrategia que los represores y asesinos de la pasada dictadura militar se han dado para tratar de instalar la idea de que las víctimas son ellos y que durante los oscuros años de represión y muerte la Argentina era una especie de vergel donde reinaban la paz y el orden. En Rosario 12, el periodista Juan Carlos Tizziani transcribe algunas de las declaraciones vertidas por Eduardo Ramos: "Es hora de decirles a los argentinos que nos dejen de mentir", proclamó Ramos, que está imputado por secuestros, torturas y asociación ilícita. "El pueblo no le tiene más confianza al gobierno. No me mientan cuando me dicen 'agrupaciones de derechos humanos'. No me mientan cuando me dicen que hubo 30.000 desaparecidos. No hubo ni 30.000 ni fueron desaparecidos. Si hubo represión quiere decir que hubo presión de las organizaciones guerrilleras de la época. A una presión le correspondió, por mandato popular (sic), una represión que el conjunto de la sociedad argentina intimó a las Fuerzas Armadas para que asumiera el poder e impusiera el orden". Más adelante en la misma nota Ramos dice: "-Los desaparecidos son un neologismo. Es un invento argentino rentable. No hubo desaparecidos porque me parece una falta de respeto a los que murieron del otro lado decirles desaparecidos, eran soldados. En esto voy a coincidir con Hebe de Bonafini (Madre de Plaza de Mayo), decirle desaparecidos era subestimarlos, fueron soldados y así debemos reconocerlos" -contestó. Ramos se permitió definir también distintas "clases de desaparecidos", como los llamó. "Hay desaparecidos como la doctora Carmen Argibay Molina (ministra de la Corte Suprema de Justicia de la Nación) que apareció y figuraba como desaparecido. Están los desaparecidos que viven en el exterior o en otras provincias con documentos falsos otorgados por al dictadura militar porque fueron traidores en sus organizaciones. Están los desaparecidos que fueron enterrados en los jardines de las propias casas donde operaban, por la propia organización. Está el desaparecido que se tomó la pastilla de cianuro. Y están los desaparecidos que su propia organización guerrillera ejecutó, que fueron alrededor de 50, por traidores. Entonces, hablemos de muertos, no de desaparecidos. Porque parece que Dios creó el mundo el 24 de marzo de 1976". El amigo de Storni y la arquitecta Según el ex monseñor Storni, Eduardo Curro Ramos era un buen muchacho católico y no dudó en reclamar mejoras en sus condiciones de detención. Es más, durante un tiempo fue refugiado en la sede del Arzobispado hasta que fuera detenido. Eduardo Curro Ramos es otro de los ejemplos que demuestran la connivencia de la dirección de la Iglesia Católica con la represión. Patricia Isasa es hoy arquitecta, pero allá por el 76 solo tenía 16 años y una militancia incipiente en la UES. Patricia fue una de las víctimas de la represión que afortunadamente hoy pueden contar lo que realmente ocurría en aquellos años. Su investigación sobre quienes fueron sus secuestradores y sobre el accionar de las patotas y su organización ha sido de fundamental importancia para esclarecer cómo era el funcionamiento del aparato represivo en Santa Fe. Su historia fue documentada por la productora Cuatro Cabezas y lleva por título "El cerco". Años atrás, en una entrevista realizada por Juan Salinas, Patricia Isasa cuenta cómo era el accionar de este "buen católico" Eduardo Curro Ramos: ¿Cómo describirías a la patota que te secuestró? - ¡Huy!... Te puedo contar anécdotas muy puntuales. Por ejemplo, que el 24 de marzo de 1977, primer aniversario del golpe militar, la patota que integraba Héctor Romeo "El Pollo" Colombini fue a un "enfrentamiento" en Javier de la Rosa, enfrentamiento en el que acribillaron a balazos a tres personas, entre ellas José Luis Gómez Castricini y Norma Meurzet, a cuya hermana melliza, Nora, habían matado en plena calle el 3 de enero anterior cerca de la casa de Ramos… Después fueron a buscar a la madre de las mellizas. La encontraron barriendo la vereda y entre risotadas le informaron a los gritos: "Vieja… te matamos a tu hija". Regresaron a "La Casita" por el camino a Santo Tomé. Tan eufòricos que cantaban "trique… triqui…" en referencia a los tres asesinados, como si hubieran hecho tres goles. Para festejar, hicieron un asado. Y cuando terminaron de comer abusaron sexualmente de un grupo de detenidas-desaparecidas. Recién después, se durmieron. - Linda gente… - Te cuento otra. Esta vez correspondiente a un solo día de septiembre de 1977. Parte de la patota estaba en el norte de la ciudad donde Ramos reconoció a un joven ex preso político recientemente liberado en la Cárcel de Coronda. Lo "chuparon" y lo torturaron en la comisaría 4ª hasta dejarlo mormoso, casi en coma. Después, se fueron al centro a tomar un vermut, y entonces, Ramos, muy excitado, propuso hacer "un apriete". Así que salieron en el auto, fueron a la Costanera, y sorprendieron a una pareja en un auto. Así que los bajaron, los robaron, y a ella la violaron, y luego la dejaron atada a un arbusto con las manos atrás y su corpiño en la boca. Después, con el auto robado fueron a una estación de servicio, redujeron al personal y a los eventuales compradores, de combustible, golpearon al cajero y se alzaron con la recaudación, De allí fueron a robar un motel, y recién después, al amanecer, se fueron a dormir… Lo que se dice un día productivo". (Fuente: lafogata.org) La cobardía Si algo caracteriza a aquellos que participaron directamente de los crímenes más aberrantes que haya soportado la sociedad argentina es la cobardía. No hay valentía alguna en el fusilamiento despiadado al que sometían a sus víctimas, no hay honor en las infinitas sesiones de tortura, no hay patriotismo en el desfalco, en el robo que cometían en cada casa en que entraban para justificar su sadismo. No hay valentía cuando se culpabiliza a sus propias víctimas, cuando no se hacen cargo de la responsabilidad histórica que les compete. Eduardo Ramos no escapa a este molde con el cual parecen haber sido hechos todos los represores: negación de sus propios actos, desmentida de la percepción, engaño, cobardía para hacerse cargo de sus crímenes, cobardía para contar dónde están sus víctimas, dónde fueron a parar los hijos de desaparecidos, cobardía y más cobardía. Opiná sobre este tema |
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