A 5 años de la inundación - Colaboración

29 de abril

por Ramón Altamirano

Todos fuimos y seguimos siendo 29 de abril en Santa Fé. Y en el "todos" están las victimas, los que no nos inundamos físicamente pero nos inundamos ante el dolor del otro.

Y claro, también ahí están los victimarios, los responsables políticos provinciales y municipales del mayor genocidio social. Los culpables de las marcas materiales y espirituales más lacerantes que siguen padeciendo miles de santafesinos. Los que desde el poder evadieron y siguen evadiendo la mano de la justicia. Los que debieran ocupar cárcel y siguen libres, sin proceso ni condena. Los que abandonaron alevosamente a los más desprotegidos y vulnerables. Los que ya no pueden pasear tranquilos por la costanera porque se exponen al escrache.

Y frente a la marca del dolor, el desamparo, la agresión y la muerte, el 29 de abril también trajo la solidaridad del joven, el maestro, el médico, el enfermero, el psicólogo, el ciudadano común, en fin, el ejército social anónimo que sin consigna, desde el corazón, salió a ayudar, a colaborar, a contener, a alentar, a ese hermano/a abandonado/a por un estado, impiadoso, asesino, ausente por antonomasia. El hermoso en lo siniestro: "la gente ayuda a la gente".

El abandono político, social, económico y humano que produjo el estado inundador nos exige memoria y reclamo de justicia. Memoria para que la culpa no se esfume en la nube del olvido y justicia para que las heridas puedan ser -aunque más no sea- legalmente restañadas. Y en esa justicia deben estar claramente conectadas la reparación material de las víctimas y la reparación espiritual.

Y la reparación debe ser obra del presente y de quiénes hoy son el estado santafesino, abriendo todos los canales posibles para que el castigo de la justicia alcance a los genocidas. Construyendo el estado de seguridad vial y social para que los santafesinos podamos proclamarnos el "nunca más" al abandono y la permanencia de la solidaridad social.

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