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La derecha de la izquierda

Por Miguel Espinaco

     Me terminé el discurso de Castro, me lo leí enterito, de cabo a rabo, vea, y es realmente impresionante este Fidel, apasionante, gigantesco, magistral, qué quiere que le diga, no se me ocurre nada más que si no, sigo y no paro hasta..... hasta...... que no se me ocurra nada más.

     Le aclaro por si no se dio cuenta: toda esta artillería de adjetivos es una suerte de guerra preventiva. Ahora que el concepto se puso de moda gracias a los delirios del Sheriff Bush no es necesario explicar demasiado lo que le estoy diciendo. En este caso, vale aclararlo, se trataría de una guerra preventiva de palabras en la que yo digo rápido adjetivos grandilocuentes, entonces cuando me digan pero vos estás criticando al comandante y esas cosas que van a querer decir seguro, póngale la firma, los adjetivos en cuestión ya estarán dichos por las dudas y a llorar a la iglesia.

     Puede ser que toda esta prevención sea un poco exagerada, pero yo noté que cada vez que quise hablar con alguien del discurso que hizo Fidel Castro frente a la Universidad de Buenos Aires me miraban como a bicho raro, era como si se me hubiera ocurrido hacer un comentario de una misa pero de la parte del padre nuestro,
no de cuando habla el cura que por ahí da, como que me decían a quién se le ocurre hablar de política cuando el hecho es que estuvo el mismísimo Fidel dando hasta consejos para embarazadas, cuando el tipo se montó todo el ritual de la Plaza de la Revolución acá nomás y se parló dos horitas y media sin repetir y sin soplar.

     Claro. Es cierto que yo no había tomado todas estas prevenciones y me largaba a la pileta así de golpe: qué te pareció Fidel, me decían por ejemplo, y yo contestaba un discurso de derecha, así nomás, de frente mar. No empezaba diciendo genial, impresionante, todo eso, derecho viejo decía lo del discurso de derecha y ya la charla empezaba mal y casi nunca seguía demasiado como para que yo explicara por qué decía lo que estaba diciendo y lo que ahora voy a decir lo mismo pero de otra forma y previa guerra preventiva de palabras.

      Entonces digámoslo de nuevo: el tipo es verdaderamente admirable. En un discurso que no estaba previsto habló ciento cincuenta minutos y se dijo unas doce mil setecientos veintinueve palabras, adverbio más sustantivo menos. Habló de muchas cosas y sus palabras - como casi siempre ocurre - dijeron y también no dijeron, porque esa es la base de todo discurso, uno elige de qué habla y de qué no quiere hablar. Empecemos con lo que dijo.

      De entrada nomás, el tipo usó 1004 de las casi 12800 palabras para contar anécdotas sobre cómo se había montado el discurso, sobre el aula que no daba abasto y la rápida organización del evento en el que terminó convertida su alocución, rápida movida a la que llamó "proeza organizativa realizada por la masa".

     2523 son las palabras que usó para criticar el proyecto nazi fascista del vecino del norte, al que denuncia con una elegancia inigualable en un discurso lleno de guiños al pueblo norteamericano y de condenas al ALCA. Con muchas formas adquiridas de los movimientos antiglobalización, Fidel atacó la campaña norteamericana contra Cuba y la trampa de llamar exilados a los emigrantes de la isla y hasta se dio el lujo de condenar la supuesta democracia norteamericana asentada sobre el antidemocrático poder del dinero.

     De lo que más habló es de la educación, de la revolución educacional dijo Fidel, refiriéndose a la importancia de que el saber sea masivo para que no nos metan el perro. Más del 50% de su discurso - exactamente 6538 palabras - se ocuparon para contar los logros de su gobierno en esa materia y para proponer medidas sencillas para terminar con el analfabetismo.

     Estando en Argentina había dos temas que eran casi inevitables. Habló del Che Guevara 1494 palabras reforzando hasta el hartazgo su perfil humanista y habló 459 palabras sobre Menem sin nombrarlo ni una sola vez, pero festejando el golpe dado a quien llamó "símbolo de la globalización neoliberal".

     Ahora agregue las 523 palabras que Fidel ocupó para el cierre que redondeó con un viva la humanidad y un hasta la victoria, y ya puede sumar para concluir que fue casi irrebatible el 99 % de su discurso, que no hace más que tomar prestado del pasado revolucionario los logros que alcanzó Cuba desde que expropió a las empresas imperialistas y cambiarles el envoltorio para adaptarlos, con la fraseología tomada de los movimientos antiglobalización, a los tiempos que corren. Nada nuevo bajo el sol, pero dicho en forma brillante.

     Sin embargo, en lo que realmente importa (y ahora sí se lo digo) el discurso fue francamente de derecha.

Edición/Buscar

      Las palabras brillan cuando se dicen, pero cuando faltan su ausencia pasa casi siempre desapercibida. Es que a primera vista pareciera que no tienen importancia.

      Sin embargo, las palabras calladas - a su modo - son también forma para decir cosas, para negarlas con sobreentendidos, para apagarlas con la omisión.

      Castro NO dijo:

  • Socialista o socialismo como perspectiva de futuro. Las dos veces que usó el término socialista se refirió al "derrumbe del campo socialista" como dato taxativo de la historia. La palabra comunista, fue usada tres veces, pero tampoco en este caso refería a definiciones ideológicas sino al hecho de integrar el partido de ese nombre.
  • Capitalismo a secas, así, como mecanismo de expropiación del trabajo ajeno, como forma de robo legalizado del laburo de otros. Las dos veces que habló de capitalismo se refirió al capitalismo salvaje y al capitalismo desarrollado en su fase neoliberal, formas que son usadas habitualmente como elipsis que sugieren que hay otro capitalismo que sería distinto y alternativo a ésta, su realidad presente.
Se ve claramente en lo que no se dice (ver recuadro Edición/Buscar en esta página) y se ve claramente en las 188 palabras que no contamos todavía, pero que son las únicas que se meten en la discusión que cruza a todos los que luchan contra esta situación que nos toca vivir, esta situación en la que nacen, justamente, los proyectos nazi fascistas que Castro con justicia critica, en la que nace la falta de educación para la mayoría y la miseria masiva.

     ¿No vale copiarse?

     Desde los debates que se dan en reuniones gigantescas de activistas como el Foro de Porto Alegre o los agrupamientos antiglobalización, hasta las discusiones que se plantean en la más pequeña reunión sindical en cualquier barrio del mundo, el asunto que aparece tiene que ver con las perspectivas. Todos, o casi todos, coincidimos en la necesidad de terminar con los Menem del mundo, en la denuncia frontal a la barbarie imperial, o en la importancia de alimentar, alfabetizar y educar a los desplazados del mundo, el problema es el cómo.

     Para esa discusión que es, hoy por hoy, la madre de todas las discusiones, Fidel Castro ocupa esas 188 palabras que a continuación transcribo:

     "Nosotros no recomendamos fórmulas automáticas, no nos ponemos a recomendar que tengan una tal y una cual sistema social, conozco países con tantos recursos que con el uso adecuado de los recursos no tendrían ni necesidad de hacer un cambio revolucionario con relación a la economía de tipo radical como ha hecho nuestro país. Sabemos lo que ocurre en lugares como el mas pobre de este hemisferio, que es Haití, los problemas que tiene de recursos naturales y de algunos muy ricos; no voy a discutir sobre este tema; pero el problema esta en la distribución equitativa de la riqueza. Esto no necesita ni siquiera confiscar, no, en una concepción de lo posible, porque hay que pensar en lo deseable y lo posible, hay que diferenciar entre lo que se puede soñar y lo que se puede realizar ahora, y lo que se puede realizar ahora y podría realizarse dentro de 20 o 30 años a partir de la realidad del mundo actual; nosotros no tenemos ni un átomo de arrepentimiento de lo que hemos hecho en nuestro país, de la forma en que hemos organizado nuestra sociedad."

     Pongámoslo más claro. Hay quienes dicen que se puede humanizar el capitalismo creando impuestos progresivos o redistribuyendo de mejor forma el resultado del trabajo de los habitantes de este planeta y hay otros que apuntan globalmente al capitalismo, que dicen con capitalismo no hay redistribución del ingreso que perdure, que sobreviva a la saña con la que el capital disputa las tajadas de ganancia que arranca al trabajo humano. Fidel Castro, dirigente de una revolución que expropió a las patronales en la isla caribeña, que aplicó reformas estructurales profundísimas para lograr las conquistas que logró Cuba, nos dice que no vale copiarse.

     "Conozco países" dice, en los que no hacen falta cambios revolucionarios radicales, en los que con capitalismo se podrían solucionar los problemas con una "distribución más equitativa". "Hay que diferenciar entre lo que se puede soñar y lo que se puede realizar ahora", nos aconseja, justamente él que vivió una revolución que demostró que si no se realiza ahora lo que se sueña, no se puede realizar absolutamente nada.

     Estas pocas palabras que resultan toda una definición, terminan vaciando de contenido aquel otro 99% irrebatible del discurso.

     La critica al imperialismo y a su democracia de pacotilla corre el riesgo de quedar nada más que en palabras bienintencionadas, porque ¿cómo enfrentar al imperialismo sin enfrentar al capitalismo que lo dio a luz? ¿No tuvo acaso Cuba que expropiar para que las patronales proyaquins no demolieran el poder revolucionario recién nacido? ¿Como evitaría un gobierno "humanizador" del capitalismo las presiones diarias del famoso "mercado"?

     La necesaria "revolución educacional" que Fidel publicita y predica ¿no resultaría apenas un parche ínfimo en un mundo en el que el capital deseduca y tira a la basura a miles por día? ¿no terminaría aplastada por la maquinaria capitalista que se dedica apenas a formar trabajadores descartables para usar en su proceso de producción y de ganancia? ¿no sería eliminada por no rentable en un mundo que valoriza a los hombres, a la cultura y a la felicidad humana en dólares contantes y sonantes?

     Hasta el festejo por el hundimiento de Menem en esa "fosa del pacífico" con la que Fidel grafica la derrota de nuestro neoliberal de los suburbios, sería apenas pan para hoy y hambre para mañana, porque la lógica del capitalismo es la de volver a crear más Menem a diestra y siniestra, más gerenciadores del negocio de un puñado de multimillonarios, porque ese es su sino.

     Y hasta los comentarios sobre el Che quedan desestimados, apenas valorables como rito, porque justamente el Che Guevara luchaba - a su modo - por extender la experiencia socialista a toda América, todo lo contrario de lo que Fidel nos vino a decir ahora a Buenos Aires cuando dice no hagan lo mismo que nosotros, cuando nos dice "no necesita confiscar", cuando nos viene a decir que no vale copiarse.

Cuidando el empate

      Habrá quienes digan, seguramente, que este ángulo del discurso puede verse como un intento de no injerencia. El discurso de Fidel, es cierto, está cruzado constantemente por referencias a su intención de "no ofender a nadie" y a su sentimiento del deber de "ser cuidadoso" en sus palabras. Por otra parte, podría pensarse que el objetivo buscado fue el de cuidar la unidad de acción con el pueblo argentino que venía de enterrar al símbolo de la experiencia neoliberal en nuestro país.

      Sin embargo, si su intención era la de no aparecer como un presidente extranjero que se mete en los debates de otras tierras, o bien la de no marcar una diferencia con el sentimiento medio de la opinión pública argentina, no era necesario para nada que dijera lo que dijo, porque la verdad es que sí dijo, lo cierto es que no se privó de ofrecer un programa de acción al pueblo argentino, de decirle claramente que "el problema esta en la distribución equitativa de la riqueza" que es lo que "se puede realizar ahora", mientras se sueña lo que "podría realizarse dentro de 20 o 30 años".

      Fidel Castro, jefe de un gobierno nacido de una revolución que tuvo que ir al socialismo para lograr conquistas, se ubica de este modo en la derecha de la izquierda. Aunque esto se pretenda presentar como una táctica de supervivencia de la revolución cubana en el mundo actual, lo cierto es que en la situación actual de Cuba - persistentemente cercada por el bloqueo y ahora amenazada por las repetidas bravuconadas del gobierno de Bush - cuidar el empate puede derivar en más goles en contra para el pueblo cubano.

      Decir esto no es solamente un ejercicio de pronósticos o de adivinanzas, porque esto ya sucedió antes. En la década de los setenta, mientras la revolución centroamericana obtenía avances importantes, ya Fidel había hecho recomendaciones parecidas cuando dijo estar "absolutamente convencido de que tanto Nicaragua como El Salvador quieren llegar a un arreglo negociado con los Estados Unidos. Es falso que los comunistas de esa zona pretendan construir en este período histórico el socialismo (.....) buscan un régimen democrático sobre la base de una economía mixta y del pluralismo político (El Tiempo - Bogotá - 28/6/82).

      Esa recomendación, que se traduce sin forzamientos en el consejo de no hacer de Nicaragua una nueva Cuba, tuvo sin duda sus efectos históricos. Lejos de cuidar el empate, Centroamérica vio retroceder su revolución mientras que la situación del pueblo cubano empeoraba al reforzarse su aislamiento político que favoreció los planes de los amos del mundo, envalentonándolos para profundizar el bloqueo y arrastrar así a la isla al "período especial" de la economía que hoy sufren los cubanos.

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