Antes que se vaya el 2006 por Enzo Vicentín No deja de molestarme a esta altura del año la recurrencia de anuarios 2006, tanto en medios gráficos, radiales o visuales. Los anuarios mal hechos son recipientes de acontecimientos que se acumulan hasta el límite del medio en cuestión (o sea, 1 hora, 64 páginas, etc.). Los mejor hechos tienen algo de opinión y algo de contexto. Igualmente, el formato del anuario obliga al repaso de series de acontecimientos que se relatan prescindiendo generalmente de elementos anteriores o posteriores que se relacionan al acontecimiento relatado. Por todo eso, esta nota no es ni busca ser un anuario. Y su método de selección temática es completamente arbitrario (deliberada búsqueda del autor): un tema internacional, uno nacional y uno sobre la izquierda argentina. ¿En qué parte del año debemos hablar de Irak? ¿En ocasión de un atentado que deje más de 50 muertos civiles? ¿O en uno de 80? ¿En julio cuando Israel volvió a invadir el Líbano reduciendo una parte del país a escombros? ¿En noviembre cuando los republicanos pierden la mayoría en el Congreso? ¿O en septiembre cuando Hugo Chávez dice en la Asamblea General de la ONU, refiriéndose a George Bush, que "el diablo ayer estaba aquí, aquí, aquí mismo… sigue oliendo a azufre"? La prolongación en el tiempo de esta guerra civil (increíblemente algunos medios le esquivan a ese término) generada por la invasión estadounidense en busca de ¿armas de destrucción masiva? ¿campos de entrenamiento de terroristas? ¿llevar la "libertad" a Irak? (elija uno; ninguno se cumplió) hace recordar al papel de Estados Unidos en Vietnam. Hablar de Irak como un pantano para Estados Unidos no es una metáfora exagerada. El enorme gasto militar de Washington no reditúa en términos políticos. Los cambios de estrategia militar basados en concentrar fuerzas en Bagdad y retirarse progresivamente de otras ciudades, o en sumar tropas o reducirlas (esto sin contar a los mercenarios de varios países que actúan a la par del ejército de EE.UU.) tampoco consiguen mejorar la situación para Bush y compañía. Pero, por lo que uno ha podido ver de Irak, la salida del pantano no aparece cercana y mucho menos interesante para quien lo analiza desde la izquierda. Porque la fragmentación social entre grupos étnicos internos a la religión islámica se entrecruza con intereses políticos de gobiernos y partidos políticos de la región. Y no resulta claro que en Irak la actividad guerrillera responda a mandos unificados o unificadores, más bien parece no ajustarse a eso. Sin negar que sería claramente positivo que Estados Unidos se retire de Irak, habría que ser cauteloso a la hora de ver quien se queda con el rédito de la victoria y del poder en el gobierno de Irak. Un gobierno pro-iraní de características tan o más conservadoras que el gobierno de Mahmud Ahmadinejad no significaría un salto cualitativo en comparación con un gobierno pro-occidental, si lo observamos desde la lucha de clases. El crecimiento de gobiernos conservadores en Asia, expresión de una reacción defensiva ante el avance del conservadurismo estadounidense sobre la región, no es una medalla que podamos colgar en el pecho. Y la otra cuestión concatenada aparece como un interrogante atractivo: ¿quién capitaliza, en este mundo post-guerra fría, una derrota militar y política de Estados Unidos? ¿Irán? ¿China? ¿Bin Laden? ¿Provocará una derrota de los Estados Unidos en Irak un estímulo para los movimientos revolucionarios de países dependientes o periféricos? Difícil conjeturarlo hoy. Lo que con más seguridad podríamos afirmar es que si Irak fue noticia permanente en este año que termina, también lo será en el que comienza. ¿En qué parte del año tenemos que hablar de un gobierno nacional al que cada vez le cuesta más manejar con mano firme la agenda política, y que muestra ser menos de que aparenta? ¿Cuándo destituyeron en marzo a Aníbal Ibarra como jefe de la ciudad de Buenos Aires, a causa de Cromagnon? ¿En octubre cuando con el traslado del cuerpo de Perón se dejó ver la feroz interna sindical en la Quinta de San Vicente? ¿O en septiembre cuando secuestran al aún desaparecido Jorge Julio López? El gobierno de Kirchner es una construcción de gran tamaño en relación al poco tiempo en que se levantó, pero sostenido sobre bases endebles. Ya no puede correr el cuerpo ante situaciones críticas como el abastecimiento de gas en invierno, donde se denuda toda la política de no-inversión de las empresas privatizadas. El verano que comienza pone en jaque al funcionamiento de las empresas de luz y agua principalmente, donde la infraestructura de hace 15 o más años ahora debe soportar la demanda de edificios que crecen como hormigueros en todas las grandes ciudades. El gobierno podría pagar un alto costo si un apagón extenso afecta a Buenos Aires. La impresión que uno tiene es que en varios aspectos este gobierno se sostiene de hilos bastante frágiles. Las empresas privatizadas son un caso. El mismo superávit fiscal es otro. Hizo falta solo un fallo judicial que exija el ajuste de las jubilaciones mínimas para que lo salgan a frenar desde el gobierno, porque implicaba gastar 5000 millones de pesos en el año, licuándose de esa manera gran parte del superávit fiscal. La máquina de acumulación de reservas puede volver a cero si se decide un pago al Club de París u otro pago de la deuda externa. ¿Qué bases a futuro se establecen gastando la plata pagando la deuda? Si la economía se desacelera (no parece que el 2007 sea el año en que eso se produzca) la billetera del gobierno tendrá que achicarse, y ahí las adversidades van a dolerle más que ahora. Mientras la inflación continúe al ritmo actual, será un mecanismo de transferencia de ganancias a los empresarios capitalistas (si los salarios siguen por debajo de la línea de precios, como hasta ahora). Pero al mismo tiempo será el combustible para muchas luchas de los trabajadores, como lo ha sido este año. La construcción política oportunista del kirchnerismo se ha hecho más visible con el correr del año. La posible candidatura del ¿progresista? Daniel Scioli a la gobernación de Buenos Aires habla bastante sobre el "progresismo" del gobierno. Los enormes errores cometidos en el manejo de la disputa con el gobierno uruguayo a raíz de las papeleras de Fray Bentos han sido capitalizados más por derecha que por izquierda. Y la teoría del entorno o del "no lo dejan hacer" se cae a pedazos a la hora de hablar sobre la desaparición de Jorge Julio López. Si una de las banderas más firmes de esta gestión ha sido la reivindicación de los grupos que sufrieron la persecución de la última dictadura, es prácticamente inexplicable cómo a 3 meses un aparato como el Estado no consiga ni un avance en la búsqueda de un hombre secuestrado por grupos que muy posiblemente hayan integrado o integren fuerzas de seguridad estatales. El discurso encendido contra los militares se diluye a la hora de actuar, movilizando recursos para "correr" a los represores que hoy siguen actuando. ¿En qué momento del año se debería hablar de la situación de fragmentación constante de la izquierda? ¿Mientras las páginas de los diarios de junio y julio se ocupaban del mundial de fútbol, no solo de los partidos, también de la geografía y hasta de la idiosincrasia alemana? ¿Mientras la TV se conmocionaba en enero con el asalto al banco Río de Acassuso hecho por ladrones con trajes de buzos y una fuga digna de una novela? ¿Mientras el padre de Matías Bragagnolo aprovechaba cual minuto de aire se le daba en los noticieros para exponer sus ideas blumberianas, allá por abril pasado? El año ha conocido procesos de luchas realmente interesantes, caso de los trabajadores petroleros patagónicos, caso de los estudiantes de la UBA a cuya cabeza se puso la FUBA, caso de los asambleístas de Gualeguaychú. Sin dudas hubo muchísimas más luchas. Pero la multiplicación no ha desembocado en mayor poder de conjunto. O sea, independientemente de qué partido capitalizó más en una lucha que en otra, o que los protagonistas se hayan mantenido al margen de las estructuras partidarias, no se observa que la izquierda crezca significativamente en las bases de los espacios donde actúa. Obviamente, gran parte de las luchas se dan junto a fracciones de la centro-izquierda, que a veces tienen más poder dentro de las organizaciones que los sectores de izquierda. ¿Pero por qué incluso internamente no contamos varios casos en donde se hayan ganado conducciones? Las elecciones en la CTA podrán haber estado manipuladas por su dirección, pero los resultados no dejaron de ser desalentadores. Los intentos de unidad dentro de la izquierda se mueven al vaivén de la proximidad de las elecciones. El 2005 conoció discusiones y propuestas de frentes que apuntaban al reagrupamiento de la izquierda y a contrarrestar la tendencia a la fragmentación que caracteriza principalmente a los partidos. El 2006 careció de discusiones similares. El 2007 seguramente nos traerá de nuevo el debate que solo truncos resultados tuvo en las últimas elecciones. Mientras, las intervenciones en las luchas se hacen allí donde más progresivo esté el movimiento social, y cuesta encontrar una línea consecuente en las intervenciones realizadas por las distintas expresiones de la izquierda. Pero esto vamos a dejarlo para el año que viene. Opiná sobre este tema |
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