Breves de sábado (18/11/06)

Epitafio

por Miguel Espinaco

Sería mejor escribir un epitafio sobre sus ideas, sobre las ideas que se hicieron carne en millones hasta que terminaron formando parte del sentido común que, ya se sabe, por lo común no tiene ningún sentido. Pero las ideas duran más que la gente, a veces para bien, a veces para mal.

La vida de los seres humanos empieza y una vez, termina. Es la ley de la vida que por ahora ningún decreto de necesidad y urgencia ha podido derogar. Milton Friedman vivió ciertamente bastante, se murió el otro día en San Francisco, California, a los 94 años de edad, pero el ideario económico - que él y tantos otros interesados junto a él propalaron a los cuatro vientos del mundo - ya ha vivido mucho más tiempo y lo sobrevivirá todavía, para mal de muchos.

"Adam Smith es reconocido como el padre de la economía moderna, y Milton Friedman, como su hijo espiritual de mayor distinción" cuenta unos de sus biógrafos. Adam Smith, por si no te acordás, es uno de los padres de la ciencia económica allá por los finales del siglo dieciocho, ese que inventó lo de la "mano invisible de mercado" que venía a ser algo así como un deux ex machina, un dios oportuno que actuaba misteriosamente para salvar las papas de los desajustes y crisis que creaba el sistema del capital.

Milton Friedman, su "hijo espiritual de mayor distinción" ya no tenía ni siquiera el derecho a la ingenuidad que le cabía a Smith, que vivía los albores del capitalismo y podía darse el gusto de creer en la magia. Friedman seguía diciendo lo mismo doscientos años después, después de las crisis y de las hambrunas y de las guerras mundiales que había parido con todo éxito el mundo de los negocios.

Su voz, claro, se escuchó lo mismo, porque a muchos le interesaba que se escuchara. Le dieron el Premio Nóbel en 1976 por sus contribuciones a la teoría económica, pero eso no quiere decir demasiado si uno recuerda que ese premio se lo dieron también a Kissinger, y nada menos que por pacifista.

Los Chicago Boys de Milton Friedman se hicieron famosos y marcaron una época, sus recetas fueron el sustento de las revoluciones liberales de Reagan y de Margaret Thatcher y regaron el mundo bajo el nombre genérico de neoliberalismo.

Fijate que el biógrafo del que te hablaba antes nos cuenta - suponemos que pretendiendo hablar bien de él - que "en la actualidad, sus postulados representan la base fundamental de la práctica económica moderna, tanto que el Fondo Monetario Internacional y los demás organismos económicos internacionales basan sus estudios y proyectos en el fundamento teórico desarrollado por Friedman".

Ahora Friedman se murió, a los 94 años. Tuvo más suerte que los habitantes de cualquiera de esos barrios marginales que sus ideas multiplicaron en el mundo, tuvo más suerte que tantos habitantes de ese barrio marginal planetario, el continente africano, que tiene países en los que la expectativa de vida no llega a los 40 años.

Él murió, sí, pero muchas de sus ideas fuerza han quedado ancladas en el discurso dominante y se repiten como si fueran verdades que no necesitan demostración alguna: el monetarismo como basamento y límite de cualquier política económica, la confianza ciega en el mercado que todo lo regulará y entonces la riqueza se derramará y todos seremos felices y comeremos perdices, los supuestos milagros de la competencia para crear movilidad social, la falacia que repiten Bush y tantos otros a cada rato en tu televisor, que pone un signo igual entre democracia y capitalismo, entre libertades políticas y libertades para hacer negocios a costillas del prójimo.

Falacia dije, mentira digo para que quede más claro. Y un botón de muestra debería ser suficiente: fue Chile el país donde, a partir de 1973 se realizó uno de los primeros y más profundos ensayos en la implantación de las recetas económicas de Milton Friedman y de sus muchachos de Chicago. En algunos lugares había más margen, es cierto, más grasa acumulada como para ensayar estos experimentos adelgazantes, pero en América fue nada casualmente Chile, 1973, Pinochet - vaya paradoja - un país convertido en un gran campo de concentración para instalar la "libertad" económica que pregonaba Friedman.

Debería ser suficiente, no? Suficiente para un aplazo, digo, para recordarlo como un inepto, o como un chanta, o como un mentiroso a sueldo, pero no, tendrá que pasar todavía mucha historia, mucha lucha. Mientras tanto, seguirás escuchando a los políticos repitiendo en diversos envases hechos a medida de las circunstancias, las "verdades" de Friedman.

Como si nada hubiera sucedido.


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