Apuntes sobre socialismo

Génesis

por Miguel Espinaco

En la revista pasada, habíamos quedado en la definición de capital, en tratar de dilucidar qué es lo que significa capital, porque no estoy hablando para nada del término contable, de la acepción con que se lo usa más comúnmente esta palabra, sino del valor que tiene este término en la comprensión del funcionamiento del orden, o mejor dicho del desorden capitalista. Entonces el capital no es el dinero o ni los edificios. Ni siquiera las máquinas. Todas estas cosas necesitan convertirse en capital, o sea en la relación social que permite a algunos hacer trabajar a otros por un salario y quedarse con buena parte del producido de este trabajo.

Para ver este asunto, lo mejor es fijarse un poco en cómo nació el capital, porque las herramientas de trabajo, la tierra para cultivar, e inclusive el dinero, existían mucho antes de que naciera el capitalismo, la cuestión es ver cómo fue que se convirtieron en capital, en esta relación social que permite la explotación del trabajo ajeno.

Muy esquemáticamente, antes del capitalismo los medios de producción eran de los productores. Por ejemplo, la tierra estaba subdividida en pequeñas extensiones que eran trabajadas por los campesinos, las máquinas, que eran en realidad herramientas simples, eran del artesano que las trabajaba. Los medios de explotación eran más burdos, por decirlo de una forma sencilla, más transparentes: impuestos del señor feudal, diezmos para la iglesia, en muchos casos directamente esclavitud, sujeción a los dictados de los señores que se quedaban con una parte del trabajo de los que trabajaban. El dinero tenía en general una utilidad para el intercambio y no para acumularlo en grandes fortunas. El comercio era muy simple y tenía un alcance local dentro de las ciudades o de pequeñas regiones. El que producía, vendía una pequeña parte de su producción y compraba algunas cosas que no podía producir él mismo.

Había entonces propiedad privada de los medios de producción como las herramientas y la tierra, pero esa propiedad privada era propiedad privada del mismo trabajador y era utilizada por él y por su familia porque eran ellos mismo los que trabajan con esos medios de trabajo.

Sin embargo, por diversos factores que se combinaron entre los siglos XVI y XVIII en Europa, (factores como los adelantos técnicos, el retroceso del mundo feudal, la aparición de un sector con peso político propio en las ciudades llamadas burgos, de ahí el término burguesía) por estos diversos factores que se combinaron, decía, se comenzó a dar un proceso de concentración de la tierra en lo que al mundo agrícola se refiere, y de agrupamiento de los trabajos que antes hacían los artesanos individualmente o en pequeños talleres, en las primeras grandes fábricas del mundo industrial.

El proceso de concentración en el campo fue un proceso violento, una historia de pillaje, de aplastamiento político y de expropiación a los pequeños productores que, sin sus fuentes de sustento (el trabajo de la tierra) debieron emigrar a las ciudades a formar los primeros contingentes de trabajadores libres y sin propiedad, listos para vender su trabajo por un salario. La concentración de grandes fortunas fue impulsada también por la explotación de las nacientes colonias americanas y por otras perlitas de la reconocida catadura moral del capitalismo naciente, como el comercio de esclavos desterrados violentamente desde África, o el liso y llano ejercicio de la piratería y la invasión.

Concentración de los medios de producción en manos de la naciente burguesía, por un lado, contingentes de obreros disponibles como mano de obra por el otro. Las condiciones para el funcionamiento del capitalismo estaban dadas. Los medios de producción - las máquinas, la tierra, las herramientas, el conocimiento - ya no eran solo medios de producción, ahora eran capital, ahora eran esa relación social en la que algunos - los propietarios capitalistas - son explotadores que se quedan con gran parte del trabajo ajeno, y los otros - los no propietarios proletarios - estaban disponibles para vender su trabajo por un salario, o sea para venderse a sí mismos, lo único vendible que tenían.

El Capitalismo, había escrito en el número anterior, esconde la semilla de la barbarie. Nació expropiando los medios de producción a los trabajadores directos, con métodos que nadie dudaría en definir como bárbaros y, en su vida adulta, su única lógica es continuar expropiando el trabajo ajeno. Un cálculo de algunas décadas atrás, hecho con datos estadísticos, demostraba que de cada Ford Falcon que producía la empresa Ford, los obreros que lo fabricaban se quedaban con el equivalente al valor de una puerta, la patronal con el resto. No me juego a imaginar cómo resultaría hoy un cálculo similar, ya que la distribución del ingreso entre trabajo y capital es todavía peor que en aquellos años.

El caos en la producción que se rige por las leyes de la ganancia y no por la ley de las necesidades sociales, el desperdicio de esfuerzo humano, de trabajo que no le sirve a nadie, como por ejemplo la fabricación de armas o la producción de diversidad de bienes que solo difieren en el envase (como en el brutal ejemplo de los medicamentos), de cosas que no le sirven a nadie, la concentración gigantesca de la riqueza, las crisis monumentales que ocasionan el exceso de capitales que se destrozan mutuamente y destrozan vidas en guerras terribles, las dictaduras y la violencia que debe ejercer un sistema que no se sostiene por sí solo y que necesita de Videlas, de Pinochet, de Hitler, la prostitución y la delincuencia que crecen entre los miles de millones desplazados por esta organización del trabajo y de la sociedad que se llama capitalismo, provincias y regiones que no entran en el mundo globalizado, continentes como África que vuelven al pasado porque no entran, no caben en el mundo del capital. La semilla de la barbarie está en el capitalismo.

Pero también está la semilla del socialismo. Ese mundo del pasado, ese mundo precapitalista en el que los medios de producción eran de los productores, no podía sobrevivir. El capitalismo ha hecho saltar por los aires todas las formaciones económicas anteriores, que no permitían coordinar los trabajos individuales para convertirlos en un trabajo social capaz de salir de la pequeña región y construir redes de comunicaciones, aviones y antibióticos, pero esos mismos logros del capitalismo son puestos en riesgo por el mismo capitalismo. ¿como se sigue para que el capitalismo no lleve a la humanidad hacia el pasado? ¿como se defienden estos avances de la humanidad antes de que la barbarie presente se convierta en una más terrible barbarie futura?

Es ahí dónde empieza el problema de las alternativas.

Próxima entrega: Un paso adelante, un paso atrás


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