Nacionalización y después

por Enzo Vicentín

Si hay que hablar de algún tema bien activo en las últimas semanas, hay que hablar de la medida tomada por el gobierno boliviano de nacionalizar los hidrocarburos, y de las consecuencias de tal decisión. Las reuniones relámpago, los titulares de tapa, los números de las acciones bursátiles, dan cuenta de la atención que las burguesías de algunos países dieron al anuncio de Evo Morales. Entre tanta noticia diaria que muestra al tema de los hidrocarburos presente (¿temporalmente?) en la agenda de gobiernos y medios de desinformación, esta nota busca "pasar en limpio" algunas reflexiones, razonando sobre elementos que atraviesan la información periodística.

La democracia conducida por la burguesía nos acostumbra a ver proyectos políticos que al llegar al gobierno no hacen lo que habían prometido en su campaña electoral, o hacen cosas diametralmente opuestas a lo que se habían comprometido. Morales, en un claro ejemplo de coherencia política, no ha hecho más que cumplir con una de sus promesas más importantes de campaña. Y esto genera sorpresa. O sea, la sorpresa, lo extraño, es cumplir con las promesas de campaña. "La decisión casi sorpresiva del presidente boliviano Evo Morales, no obstante haberla pregonado antes y después de su elección en diciembre pasado, y reiterado por Europa en enero, disparó el lunes a 72 dólares la ya alta cotización del barril de petróleo" dice el corresponsal en La Paz del diario español El País. En la visión de algunos empresarios, la decisión no solo fue agresiva por su unilateralidad, sino también irracional: "Esperamos igualmente que las cosas se esclarezcan en Venezuela, donde se cambiaron las reglas del juego en más de una ocasión y de forma bastante brutal. Esperamos que la razón prevalezca tanto en un caso como en el otro", dijo un directivo de Total, la petrolera francesa.

Cuando el empresario citado dice "se cambiaron las reglas de juego", creo que allí se identifica una de las características más importantes de los gobiernos como los de Venezuela o Bolivia: cambiar la relación Estado-mercado. Y ese punto, de alguna manera, es un argumento a favor de los que ven en la actualidad una retirada del neoliberalismo de este subcontinente. El rumbo del sistema capitalista a partir de los años '70 marcó, sobre todo en la periferia del mismo, un cambio muy marcado en la relación entre la esfera de acción de los Estados nacionales y la esfera de acción del mercado. El cambio puede caracterizarse como un avance del segundo sobre los primeros. La capacidad, por parte del Estado, de controlar algunos sectores de la economía se vio claramente afectada (en este punto cada país es un caso especial, ya que el mercado no avanzó sobre el sector público de la misma manera). Y la nueva relación Estado-mercado se afianzó convirtiendo en "cosa dada" los reducidos espacios de acción estatales. Por eso la decisión del gobierno de Morales es un cimbronazo para el mercado que se había acostumbrado con el neoliberalismo a tomar para sí el control de sectores estratégicos de la economía. En la decisión juegan factores propios de la coyuntura y del contexto político que atraviesa América Latina, y también factores ideológicos. No hay que descartar tampoco que el oportunismo político se haga presente en este tipo de decisiones, y cuando pienso esto lo hago pensando en una futura decisión del gobierno de Kirchner, no en los casos de Chávez y Morales.

Sin acreditar la existencia de un pos-neoliberalismo en estas latitudes, creo que la nacionalización de hidrocarburos por parte de Bolivia marca un cambio en la relación Estado-mercado que el neoliberalismo moldeó. Claro está que el carácter del Estado es importante, y no hay que defender a la estatización por la estatización misma. En ese sentido, no vale lo mismo lo que hizo el gobierno Bolivia en comparación a lo que pueda hacer el argentino. Habría que discutir si en los regímenes reformistas hay reformas "progresivas" y reformas "regresivas", siempre mirado desde la izquierda. O si toda reforma, por más progresiva que parezca, es en esencia regresiva. Pero creo que no valen lo mismo 800 millones de dólares de renta petrolera en manos de Morales que en manos de Kirchner. Es tema de discusión.

La indignación de algunos sectores burgueses de Brasil y España ante el anuncio muestra que un cambio de correlación de fuerzas en la economía entre sector público y sector privado, por más moderado que sea, enciende la luz de alarma de las burguesías. No es un dato menor que el Secretario General de las Naciones Unidas haya salido a criticar a Morales diciendo que "los inversores necesitan condiciones que se mantengan en el mediano y largo plazo, sin esa condición no es posible un comercio mutuamente satisfactorio y beneficioso", y en la misma línea de garantizar las "seguridades" jurídica y otras que los capitalistas necesitan para invertir, Tony Blair dijo que "la gente está preocupada por el suministro de energía en el futuro (...) Lo que los países hacen con su política energética ... nos importa mucho a todos nosotros".

La tormenta tropical diplomática que generó la decisión del gobierno boliviano mostró, como en otras oportunidades, las ficciones de la democracia burguesa. Ni bien la noticia recorrió el mundo reaccionaron rápidamente los gobiernos de Brasil, Argentina y España. Se convocó a una cumbre urgente en Puerto Iguazú entre Lula, Kirchner, Evo y Chávez. Una delegación del gobierno español viajó a La Paz a entrevistarse con Morales. El propio Evo anduvo de reunión en reunión durante la Cumbre de Viena dando explicaciones a los gobiernos europeos. Semejante movimiento estuvo motivado porque con la nacionalización de hidrocarburos se vieron afectados los intereses de Repsol-YPF y Petrobrás, y en menor medida los de otras petroleras como Total.

En una democracia burguesa el principio político es que la soberanía está en el pueblo, que a través del voto designa a representantes que por un determinado tiempo. Estos representantes llegan al gobierno con un programa, el cual siempre "venden" como un proyecto que incluye a todos los sectores sociales. Kirchner se gasta hablándonos como "argentinos", y nos nombra cuando habla en conferencias internacionales. He aquí que cuando, por ejemplo, la gran mayoría de los ciudadanos de Gualeguaychú reclaman que el gobierno defienda los intereses nacionales en el tema de las papeleras de Fray Bentos, deben sostener un proceso de luchas con cortes de ruta, movilizaciones y campañas de prensa durante más de un año para conseguir que en la cancillería les abran una puerta. Y cuando Morales anunció la nacionalización, y Repsol-YPF levantó el teléfono, fueron días, o incluso horas las que tardó el gobierno para convocar a una reunión en la cual defender los intereses "nacionales". Ficción democrática por lo tanto: el interés de una empresa como Repsol logra en horas lo que a 50, 100 o 500 mil personas les cuesta más de un año. Tenemos que hablar claramente de una política exterior de los intereses de clase, porque así como esta vez es Repsol mañana puede ser Techint. Y de que una política exterior así no es algo propiamente argentino: Lula saliendo raudamente a responder las quejas de los industriales de San Pablo ante el aumento en el precio del gas o Rodríguez Zapatero respondiendo a la alarma encendida por Repsol ante la nacionalización fueron dos ejemplos claros.

Como cierre, voy a referirme a la discusión que ahora se acrecienta respecto a YPF y lo que el gobierno argentino podría hacer mirándose en el espejo de Evo Morales. Hay que decir antes que nada que las limitaciones jurídicas que tiene el estado argentino para avanzar sobre Repsol son muy especiales: ningún país del mundo regaló su empresa petrolera estatal de la manera que lo hizo Argentina, y también es el único caso en el mundo en que la propiedad de los recursos naturales del subsuelo se transfirió desde el Estado nacional a las provincias. Manejarse dentro de los marcos que fijó el neoliberalismo en nuestro país para el caso de los hidrocarburos es moverse dentro de una camisa de fuerza. Y teniendo a ENARSA como una cáscara de inversiones de petroleras privadas tampoco ayuda a que el escenario se modifique sustancialmente. Tal como lo advierte el diputado del ARI Eduardo Macaluse, los que hoy desde el gobierno comentan por lo bajo que van a comprarle a Repsol una parte de las acciones de YPF porque tienen vocación de estatización, en la década pasada fueron defensores activos de las políticas de Menem con respecto al desguace del Estado, y en lo que a hidrocarburos se refiere. De YPF y Gas del Estado. La situación de Argentina es compleja, y los alcances de Repsol en nuestra economía son enormes. La investigación realizada hace un tiempo y publicada en 5 entregas se refería al poder de Repsol en Argentina. Y releyendo esas notas debo resaltar que la ubicación de Repsol dentro del grupo de petroleras poderosas no es tan importante como podía inferirse en ese momento. Hoy Repsol está en caída, y sus acciones bursátiles han sufrido la nacionalización de hidrocarburos de Bolivia y el reconocimiento por parte de la empresa de que sus reservas de gas y petróleo estaban "infladas", lo cual es lisa y llanamente fraude contable, y como bien marca el grupo MORENO debería ser investigado por el Gobierno nacional. Con un precio en el mercado de 15.500 millones de euros, Repsol está siendo sobrevolada por versiones de venta a manos de otras petroleras más poderosas. Por eso la jugada del Gobierno argentino de comprarle una parte (el 20% se habla) de YPF podría leerse como una colaboración hacia la empresa más que un avance sobre ella. El escenario de debilidad en el que se encuentra Repsol transforma la venta de parte de sus acciones en beneficiosa para ambas partes. El análisis de Argentina da para más, pero lo dejamos en este punto. Sería interesante que a partir de la decisión que ha tomado Bolivia haya espacio en la opinión pública para discutir sobre Repsol, sobre renta petrolera y sobre quién es quién en este tema.


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