Regla de tres Por Miguel Espinaco Es posible que ya haya escrito sobre esto. No importa. Supongo que uno vive escribiendo siempre lo mismo, inclusive esto, de más está decirlo. "Siempre estoy escribiendo el mismo libro" nos cuenta por ejemplo Miguel Delibes, escritor de libros repetidos, para más datos. "Habermas es un pensador interesante, pero lleva veinticinco años escribiendo el mismo libro con distinto título" escribe Benigno Pendás, que seguramente viene repitiendo su opinión con todas las alteraciones formales imaginables. "Acabo escribiendo el mismo libro una y otra vez" se queja Alan Warner porque no le sale uno distinto. Hay más todavía, hay tantos que habrá que agradecer que exista internet, porque nos ha salvado de la oscura predicción cortazariana que imaginaba un mundo con los mares repletos de papeles escritos. Y para colmo de males, escritos con lo mismo. Los textos que circulan por el mundo están llenos de gente que repite hasta el cansancio que se ha venido repitiendo hasta el cansancio y, por si todo esto no alcanzara, encima Bucay se dedica a escribir el mismo libro, que ya había escrito otro. Pero la verdad es que no iba a hablar de literatura sino de matemáticas. En realidad tampoco de matemáticas, digamos que la matemática es un instrumental, una herramienta para volver a decir lo que ya dije, como creo por otra parte que ya dije. Lo que sigue es una aplicación barata de algunos problemitas de regla de tres simple y desde ya que no tiene pretensiones de teorema. Si lo fuera, la hipótesis estaría dada por los últimos datos del Indec y la tesis se formularía más o menos así: el capitalismo serio tampoco puede solucionar el problema de la desocupación. Demostremos dijo Lemos Antes que nada, amontonemos los datos. En este rincón, la actividad económica del país creció un 3.3% en el trimestre que pasó. Digamos que la medición de septiembre a septiembre da un 9% anual y que hoy ya se abre la perspectiva de un 8,5% mínimo en el 2005, pero vamos a manejarnos con el dato trimestral aunque corramos algunos riesgos estadísticos. Del otro lado, la desocupación bajó 1 punto en el mismo trimestre. No nos vamos a meter acá con los números que el Indec desparrama y los vamos a aceptar sin decir ni pío: el Indec dice que la desocupación bajó 1 punto y eso anotamos, pero anotamos también que la subocupación subió 0,2%, para concluir que neto, se solucionaron problemas laborales a un 0,8% de la llamada población económicamente activa. La desocupación actual - incluyendo a los planes sociales, porque no incluirlos es trampa - alcanza a 14.1%. Sumada la subocupación, los problemas laborales afectan a un 27.1% de la población trabajadora. Ya tenemos los dos datos: cuando la economía crece un 3,3%, son ocupados un 0,8% de ex desocupados o subocupados o, dicho de otro modo, un 3,3% de crecimiento baja un 0,8% el índice de desplazados. Pues entonces, a las calculadoras:
O sea, que haría falta un crecimiento económico del 111,79% para llegar a la ocupación plena. Ahora bien. Está claro que la afirmación - el capitalismo serio tampoco puede solucionar el problema de la desocupación - no queda probada con esta simple operación. Un optimista podrá decir (y calcular) que aunque lleve tiempo, el objetivo podría lograrse. Es así, y podría lograrse, para seguir abrevando de las fuentes exactas de las matemáticas, precisamente en 8 años y 258 días. La proyección está tomada de considerar la exagerada previsión de un crecimiento in eternum del 9% y surge de un cálculo que excede la regla de tres simple y obliga a adentrarse en el farragoso territorio de los logaritmos, porque hay que encontrar cuándo ese 9 % de crecimiento (1+0.09) elevado a la "n" menos 1 por 100, alcanza el necesitado 111,79% de crecimiento económico, para lo cual es necesario que encontrar "n", que es el tiempo requerido para tamaño éxito.
Depende de desde dónde se lo mire, el problema no parece tan grave: el 14 de junio de 2014 estaríamos festejando el fin de la desocupación en Argentina. Sin embargo, hay un par de cosas para decir que reafirman la tajante afirmación que postulé como tesis y que niega esta gloriosa perspectiva: un crecimiento del producto que se mantenga durante tanto tiempo es cuanto menos un sueño de soñadores y - más grave todavía - esta relación del crecimiento con la baja de la desocupación, está vinculada a que todavía existe capacidad instalada, por lo cual los empresarios pueden producir más mediante el simple expediente de hacer trabajar horas extras al personal existente o de contratar más empleados que puedan hacer funcionar las máquinas el tiempo que estaban inactivas. Ni bien ese ciclo se agota y aparece la inversión, la nueva tecnología tiende a reemplazar horas hombre porque se incrementa la productividad del trabajo, con lo cual todas las ecuaciones anteriores se nos van al diablo. Alcanzan un par de datos para dejar clara esta cuestión. La licenciada Liascovich y el Ingeniero Mangosio escriben en un trabajo elaborado para el BID, que entre 1991 y 2000 "se pasó de producir 7.2 unidad por trabajador a 20 unidades" o sea que para producir un auto en 1993, eran necesarias 193 horas de trabajo y en el año 2000 solo 73. La agricultura no ha escapado obviamente a este proceso: "la desaparición de labores y preparación del suelo durante todo el año que la nueva técnica trae aparejada se observa en que el Tiempo Operativo de la Labranza Tradicional era de 3 horas-hombre por hectárea, en la Siembra directa es de: 40 minutos-hombre por hectárea" explica el Ingeniero Agrónomo Jorge Lapolla en un trabajo recientemente publicado por Eco Portal. Alcanza con un ejercicio de imaginación para proyectar esta situación hacia junio de 2014 y no vamos a seguir haciendo cuentas. Hacer una proyección lineal como la que he ensayado con el crecimiento y la baja de la desocupación sería una aventura algo excesiva y evidentemente inútil. Este país se arregla si trabajamos menos En realidad hay una solución capitalista, pero pasa por bajar la tasa de ganancia de los empresarios y entonces, obviamente, no es una solución que seduzca demasiado a los capitalistas. Como en esta nota me estoy moviendo en el abstracto mundo de los números me siento disculpado y decidido a plantearla aún a riesgo de caer en la ingenuidad más criticable. Desde otro ángulo, se me reprochará la violación del sentido común que por lo común no tiene ningún sentido. Está claro que la frase popularizada está invertida en este subtítulo y soy conciente de que el lector apurado podrá condenarme duramente por ello. Sin embargo me la aguanto: en nuestro programa de radio - años ha - hemos sido fervientes defensores de una campaña por los lunes feriado y la idea surgió justamente, de que veíamos claramente la necesidad de trabajar sólo cuatro días cuatro por semana, no sólo para disfrutar más tiempo del bendito ocio - que no es para nada poca cosa - sino para combatir la desocupación. Más tarde, los trabajadores de los subterráneos de Buenos Aires, optaron por formular lo mismo de otra forma, propugnando que se trabaje sólo seis horas por día. Para demostrar cómo cualquiera de estos planes combatiría la desocupación, basta con volver a la sencillísima regla de tres, pero ahora inversa. Formulemos el asunto. Si hoy - según el Indec - no tienen problemas de trabajo un 72.9% de los argentinos en condiciones de trabajar (100 % - 27.1 %) debemos asumir que toda esa gente produce con su trabajo todo lo que se produce, todo el famoso PBI. Si toda esa gente trabajara un 25 % menos del tiempo (6 horas en vez de 8) ocurriría lo siguiente:
Digamos que haciendo este mismo cálculo si todos los lunes fueran feriados - nada que ver con el Osvaldo de la pavota publicidad de una famosa cerveza - daría una ocupación del 91,125%, lo que la muestra como solución menos eficiente pero no por ello menos simpática. Ya ves que en términos matemáticos suena mucho más sencillo que en la adusta terminología del capitalismo serio. Si se tomara una medida así, los empresarios estarían pagando más salarios por el mismo producto, o sea cediendo parte de sus serias ganancias y eso no les va a parecer para nada divertido, ya lo sé. Yo me mantengo firme y espero pacientemente a quien pretenda refutarme y te conmino ya mismo a un duelo de calculadoras, así que de entrada nomás andá mandando a tus padrinos. Ahora, si estás pensando en entrarme desde el ángulo del posibilismo, desde lo que se puede y lo que no se puede en el capitalismo serio, acordate de que yo no inventé la fantasía del derrame, el cuentito que cuenta que la riqueza de las naciones se prodigará sobre los pobres cual maná del cielo, yo no inventé el sueño de un futuro venturoso en el mundo de la libre empresa, en el que prometen que algún día viviremos felices y comiendo perdices. Así que si es por eso, ni te molestes. Yo no me pienso hacer cargo. ![]() Opiná sobre este tema |
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