Cuando una teoría de la conspiración resulta atractiva

por Enzo Vicentín

La semana pasada fuimos testigos a la distancia de un ataque atribuido al terrorismo islámico, esta vez en la capital de Inglaterra, Londres. Según la versión oficial, que ha sido reproducida por la totalidad de los medios de comunicación, la organización Al-Qaeda (o Al-Qaida según algunos) habría sido la autora de una serie de atentados que tuvieron como blanco a los subterráneos de la ciudad de Londres, y también a uno de esos pintorescos colectivos rojos de 2 pisos (según la policía británica, por error de los terroristas). Desde el preciso momento en que Tony Blair, primer ministro británico, salió a hablar flanqueado por Bush, Chirac y todo el "Grupo de los 8" que se encontraba reunido en Escocia, muchos ya creímos ver lo que ya habíamos visto hace un tiempo atrás. No, no, ningún dejà vu ni sensación extraña; la memoria de lo que pasó el 11 de Septiembre de 2001 en Estados Unidos alcanzaba para ver que en Londres se estaban repitiendo más o menos las mismas cosas. ¿De qué sucesión estoy hablando? Atentados que sorprenden a una población, muertes, llanto, pánico y más pánico. E inmediatamente después, al día siguiente, un gobierno (antes Bush, ahora Blair) que propone medidas tendientes a recuperar la agredida "seguridad nacional", como en su momento lo fue la Patriot Act o ahora es el proyecto del gobierno británico que planea "vigilar millones de llamadas telefónicas y correos electrónicos de los ciudadanos europeos, y mantener esos datos en archivo por varios meses" (Clarín, lunes 11 de julio).

Esta última coincidencia fue el disparador de esta nota, pero aclaro que no lo es para hablar sobre el avance a las libertades civiles de las poblaciones que viven en los países atacados por el terrorismo, tema que es preocupante, pero que generalmente es objeto de análisis de los que están preocupados porque la seguridad avanza sobre las libertades del ciudadano y la democracia (que supimos conseguir, sería el razonamiento), no dándose cuenta que el capitalismo siempre estuvo por arriba de la democracia y cuando no la necesitó como fachada para perpetuar la dominación de unos sobre otros la reemplazó por dictaduras. La coincidencia de las reacciones -principalmente gubernamentales- a ambas orillas del Atlántico me hizo pensar, y buscar acerca de los razonamientos que plantean que estos atentados no son obra de terroristas islámicos, sino que son una conspiración de los mismos atacados para justificar ataques varios.

No voy a ser yo quien defienda las teorías conspirativas a lo largo de la historia. La enciclopedia virtual Wikipedia me dice (facilitando mi trabajo) que la teoría de la conspiración tiene dos acepciones muy similares: "1) es una teoría que intenta explicar hechos históricos como fruto del resultado de oscuras manipulaciones de poderes secretos o conspiradores; 2) es un término coloquial para referirse a una teoría poco convencional sobre algún hecho histórico o suceso de tipo infundado, irracional o esotérico". Y agrega que "en general las teorías conspiracionistas alegan que algún hecho notable (como un asesinato o una revolución) o incluso algún suceso menor, como el fallo de un producto, son fruto de una manipulación encubierta secreta y de gran alcance. Reciben dicho nombre teorías indemostrables, que generalmente se consideran falsas o infundadas o fruto de una paranoia personal". Además, pensar que toda la historia es una sucesión de conspiraciones reduce a la nada la acción colectiva transformadora de los sujetos históricos que no tienen el poder político y económico para conspirar. Es básicamente, una teoría conservadora de la historia. Pero a ciertas teorías conspirativas no puede dejar de reconocérsele cierto atractivo, sobre todo si hay algunos datos -complicados, por cierto- que la sustenten. Vean, si no, el éxito de "El Código Da Vinci" de Dan Brown, que de paso tiene otro libro llamado "La conspiración". Se ve que a Brown le gusta jugar con las conspiraciones, pero él ha repetido muchas veces que no busca verdades en sus novelas, y que lo que escribe es solo ficción. El tema es que hay otros tipos que ciertamente buscan demostrar y luego defender sus hipótesis sobre conspiraciones, y de estos hay varios que trataron los atentados del 11 de Septiembre en suelo norteamericano.

La pregunta que a uno le queda dando vueltas en la cabeza cada vez que ocurre un atentado del tipo que vimos la semana pasada es quién se beneficia con esos ataques. No soy muy original en plantear esa cuestión. Por ejemplo, uno de los columnistas estrella del diario Página/12 dice que "el efecto de golpes ciegos como los de ayer en Londres es el opuesto al que se declama y sólo conviene a quienes teóricamente repudia" (Horacio Verbitsky, en Página/12, 9-7). Otro periodista -no tan estrella- del mismo diario, luego de decir que Al-Qaeda cometió un error estratégico muy grande al atacar Londres porque esa ciudad "constituye la fuente principal de su reclutamiento [de potenciales terroristas]", concluye que "el cuádruple atentado de ayer es un rotundo triunfo para la derecha en todos los rincones del planeta" (Claudio Uriarte, en Página/12, 9-7).

En esos razonamientos, como en muchos otros que opinaron sobre el acontecimiento, se encuentra la idea de que Al-Qaeda es una organización que actúa contra los gobiernos de los países occidentales que apoyan las invasiones de Estados Unidos en Asia, y a la cual a veces le salen bien las cosas -logra que el Partido Popular, aliado de la invasión a Irak, pierda las elecciones a presidente en España- y otras veces termina favoreciendo a quienes ataca, siendo esto una consecuencia no buscada de su acción. Los atacados -Bush, Blair- serían los que se benefician de estos ataques, pero por errores del bando contrario, del terrorismo islámico identificado en Al-Qaeda.

Esa visión identifica 2 bandos en conflicto, y por lo tanto no podría hablarse allí de ninguna conspiración. En cambio, algunos periodistas dispersos en el mundo argumentan que solo un grupo actúa en esta "guerra", fingiendo la existencia de un rival que sirve para justificar avances militares en el exterior y atropellos legales en el interior cada país. Esos argumentos son los que busqué en el por ahora no tan controlado mundo de la Internet (recalco el por ahora) y me encontré con varios trabajos. No lo habría hecho si no tuviera mis dudas acerca de la autoría de los atentados de la semana pasada. La pregunta inicial fue qué argumentan los que argumentan que lo del 11 de Septiembre y la mentada guerra contra el terrorismo es una conspiración, incluido los hechos de Londres. Lo primero que encontré fue una nota de una agencia llamada 'primera guerra global imperialista' cuyo título es contundente: "Los ataques de la CIA -división Al-Qaeda- en Londres". La nota dice sobre el ataque a los subterráneos londinenses que "si se quisiera realmente atacar, en una acción de guerra, contra EE.UU. y sus aliados, por la ocupación de Irak y Afganistán; se elegiría sin lugar a dudas Edimburgo, lugar donde se realiza la cumbre del G-8. En vez de eso, en una típica operación del brazo terrorista de la CIA -Al Qaeda-, igual que el 11-M de Madrid, se ha elegido el transporte público, utilizado por las capas más bajas de la población londinense, es decir los trabajadores y sectores populares". Agrega que "el blanco fue cuidadosamente seleccionado, en el momento oportuno, para que Blair, ahora 'víctima', tome el liderazgo de Europa y el control de la Unión Europea", y concluye diciendo que "solo queda el análisis del beneficiario de los ataques. Bush, Bush, y más Bush, que de esta manera se sale de la trampa de Irak, silencia las acusaciones en su contra, y hace hablar al mundo en un mismo idioma: el terror". En el razonamiento de "Primera guerra global imperialista" se impone que en estos actos la victima (el pueblo) tiene como victimario a su propio gobierno, ya que la CIA, es decir EE.UU., incurre en auto-ataques para justificar el rumbo de sus políticas.

Hay otras posiciones más elaboradas y con mayores elementos que son esgrimidas para sostener más o menos la misma conclusión. Los que vimos en el cine Fahrenheit 9/11, de Michael Moore, observamos allí una visión de cómo la derecha del Partido Republicano utilizó el ataque a las Torres Gemelas para su propio beneficio y el de sus empresas amigas. Claro que allí, aunque se quiera esclarecer la conexión Bush - Bin Laden, subyace la idea de que el árabe "se dio vuelta" y terminó atacando a su antiguo socio petrolero, con lo cual la moraleja es que EE.UU. crió cuervos y ahora éstos le sacan los ojos. Aquí se repite la visión de que en el actual conflicto están los gobiernos occidentales por un lado y los terroristas por otro.

Pero el ángulo cambia si se considera que Bin Laden es un invento, un enemigo imaginario creado por la misma CIA y el aparato burocrático-militar yankee para justificar bombas y negocios. Esto es lo que piensa Ralph Shoenman, escritor y activista de la izquierda estadounidense. En una entrevista que puede encontrarse en la web, Shoenman afirma que el 11-S fue un auto-atentado auspiciado por los servicios secretos de Estados Unidos en combinación con corporaciones vinculadas al negocio de las armas y las guerras. Para ello ofrece pruebas acerca de lo poco creíble que fue la "caída" del sistema de radares aéreos de Nueva Cork y Boston durante varios minutos; acerca de la ignorancia a muchas advertencias de otros organismos de inteligencia; acerca de la vinculación entre el Mossad y el FBI en el atentado de 1993 contra las Torres Gemelas; acerca de la constelación de intereses económicos que domina el Grupo Carlyle (al cual Michael Moore dedica muchos minutos de su película), vinculado a Bush padre y a Dick Cheney (vice de G.W.Bush). Shoenman además expone que en una operación de bolsa, las opciones de compra de las acciones de United y American Airlanes fueron elevadas desde 6 días antes del 11-S, especulando con una caída o colapso del precio de la acción bursátil. Atrás de esas operaciones que redituaron 15 mil millones de dólares estuvieron, según Shoenman, ex-agentes de la CIA y de empresas subsidiarias de esta.

Es interesante, por otra parte, que Shoenman traiga a la actualidad un plan gestado en el gobierno de Kennedy que fue desclasificado por los servicios de inteligencia estadounidenses hace pocos años. El documento en cuestión se llamaba "Operación Northwoods" y esta "fue planeada por la Agencia de Seguridad Nacional y el Estado mayor estadounidense en 1962, […] y fue aprobada por todos los altos mandos militares. Ésta proponía, entre otras cosas, secuestrar aviones para estrellarlos en ciudades estadounidenses, matando civiles, así como destruir el cohete que llevaba como pasajero al astronauta John Glenn. Esto lo llevaría a cabo el ejército estadunidense y se atribuiría a Fidel Castro y la revolución cubana para dar pretexto a la invasión de Cuba". Si en realidad ese proyecto existió, demostraría según Shoenman que a los mandos militares yankees no les importa que varios cientos o miles de civiles estadounidenses mueran si eso sirve como pretexto para atacar enemigos extranjeros, tal como pasó el 11-S. Al llegar a este punto uno no sabe si Shoerman se excede en sus conclusiones o si los cuadros burocráticos-militares de los gobiernos estadounidenses pueden ser tan hijos de puta.

En un artículo de Guillermo Almeyra, periodista del diario mexicano La Jornada, se sugiere que la política exterior de Estados Unidos tiene una historia plagada de conspiraciones, desde el hundimiento del acorazado Maine frente a las costas de La Havana en 1898 por parte de la propia Marina yankee para justificar así la declaración de guerra a España y quedarse posteriormente con Cuba y Puerto Rico, hasta el ataque de los japoneses a la base de Pearl Harbor -durante la 2da Guerra Mundial- cuando Roosevelt y los militares sabían de esos planes con bastante anticipación y callaron para forzar la entrada a la guerra por parte de Estados Unidos. Con esos elementos, se trata de justificar que los atentados del 11 de Septiembre andan por el mismo camino de esos hechos del pasado. "La única potencia militar y tecnológica en condiciones de planear y ejecutar atentados simultáneos, con el consiguiente personal altamente preparado para desviar aviones contra blancos dispersos, con gran sentido del tiempo y anulando las defensas de la primera potencia militar del mundo, es precisamente ésta" dice Almerya. La pregunta de quién gana con estos atentados vuelve a escena. Mientras Ralph Shoelman afirma que "el virtual agotamiento del excedente presupuestal, la eliminación de servicios sociales y la concesión a las diecisiete corporaciones más grandes del país de descuentos fiscales por diez años de 150 mil millones de dólares, son algunas de las cosas que no hubieran sido concebibles sin las circunstancias creadas el 11 de septiembre, las cuales también han permitido establecer condiciones de virtual ley marcial, con la suspensión de libertades civiles y planes para ocupar hospitales, confiscar provisiones alimenticias e imponer vacunas obligatorias", mezclando en la balanza motivaciones económicas y objetivos de la derecha autoritaria. Almeyra, por su parte, dice que "el terror, la sensación de vulnerabilidad, la idea de ser blanco potencial en cualquier momento del día, refuerzan la exigencia de orden y el nacionalismo agresivo. O sea, sirven a la derecha conservadora y belicista de los Estados Unidos", pero además concluye que "un Estado policial dirigido por el famoso complejo militar-industrial en una perspectiva de guerra no le vendría nada mal, particularmente en tiempos de recesión, al equipo más agresivo en el gabinete de Bush".

Desde las coincidencias de las posiciones expuestas, el último atentado sobre Londres podría ser considerado un capítulo más de esta mentirosa guerra contra el terrorismo, como rápidamente caracterizó la agencia 'Primera guerra global imperialista'. Y vuelvo sobre la cuestión que me despertó interés en este tema, es decir las casi idénticas sucesiones de hechos, antes en EE.UU., ahora en Inglaterra, que terminan "preparando el terreno" para medidas que, basándose en el pánico del pueblo, fortalecen los poderes represivos del Estado capitalista aquí y allá, y generan el consenso antes inexistente para aumentar la violencia interna y externa del Estado supuestamente agredido por "el enemigo de la humanidad" que es el terrorismo.

Tony Blair está por conseguir el apoyo masivo del parlamento británico a su "ley de prevención del terrorismo", que es casi un símil de la Patriot Act (acta patriótica) que George W. Bush impulsó en Octubre de 2001 luego de los atentados a las Torres Gemelas, y que ahora necesita renovar con el apoyo del Congreso estadounidense. La ley impulsada por el laborista inglés "hace posible la detención indefinida sin cargos ni juicio de ciudadanos no británicos y es señalada como violatoria de los derechos humanos de los detenidos, porque sus disposiciones son desproporcionadas y discriminatorias" (Página/12, 12-7). Pero eso no es todo, ya que el Ministro del Interior inglés, Charles Clarke, ya salió a decir que propondrá en una reunión de urgencia de la Unión Europea controlar el tráfico de llamadas telefónicas y correos electrónicos en toda Europa. "Si uno mira a cualquier forma del terrorismo actual, es por definición internacional. Cuanto más se pueda investigar el modo en que se comunican por teléfono, más chances habrá de identificar sus patrones de comportamiento y eso podría habernos ayudado a reconocer a terroristas mucho antes" afirmó Clarke (Clarín, 11-7) que además aprovechó para recordar "que esas medidas habían sido propuestas por Londres tras los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, pero fueron frenadas por algunos gobiernos que consideraron que se atentaba contra el derecho a la intimidad de los ciudadanos" (Clarín, misma nota). Otra vez aparece aquí la misma situación en que un atentado "prepara el terreno" para que un proyecto como este tenga "vía libre", y solo tenga el consenso necesario gracias a la coyuntura que vive Inglaterra en este caso y Europa en general (acá en Argentina, Kirchner impulsó un proyecto similar de control sobre las telecomunicaciones que no tardó demasiado en claudicar ante la generalizada negativa de varios sectores). A todo esto el gobierno italiano, con Berlusconi a la cabeza, también salió a impulsar un "paquete antiterrorismo" para que el Congreso lo apruebe, que tiene el mismo eje que el proyecto de ley británico. De paso vale decir que en Italia ya se produjeron razzias contra inmigrantes musulmanes (Clarín, 10-9, pág. 25). Nada nuevo bajo el sol entonces, tan solo una repetición "a la europea" de algo que ya vimos en el Estados Unidos de Bush y compañía.

Mientras el Página/12 sigue preguntándose por las libertades individuales (la nota de tapa de la edición del 12-10 se titula "cómo blindar garantías individuales"), tratando de encontrar en el siglo XXI algún espíritu perdido de la teoría política liberal del XIX, todos los análisis sobre el período abierto a partir de los atentados en Londres coinciden en señalar que el producto que más fácil se obtuvo de ellos fue el miedo y el pánico del pueblo inglés en particular, y de los pueblos europeos y estadounidense en general. Marcelo Cantelmi, columnista de Clarín, dice que "el miedo paraliza y la parálisis suele ser en política un atributo conservador. De modo que el miedo en esta dimensión es un instrumento que encolumna detrás de lo conocido" (Clarín, 10-9, pág. 21). Si el miedo, producto inmediato de la tragedia, fortalece los poderes represivos de los Estados en cuestión, acalla las disidencias por causa de una situación de guerra con el terrorismo, y favorece a los conservadores dentro de la sociedad, me pregunto si todos estos subproductos del miedo no son de corta duración. Digo, el miedo es (muy) efectivo en el corto plazo, como lo demuestra la sociedad estadounidense que sigue apoyando la política de Bush con respecto al terrorismo (es cierto que el miedo no opera en soledad). ¿Pero es el miedo y sus derivaciones un sustento capaz de resistir en el largo plazo? Es difícil predecirlo ahora sobre la situación actual. Me parece que, por ejemplo, en Estados Unidos, si el Estado no encuentra en los próximos años mecanismos más basados en el consenso que en la violencia generadora del mismo -como lo son en el capitalismo los gastos sociales, las políticas de jubilaciones o los incentivos para los pequeños empresarios por decir solo algunos-, creo que sostener una situación de guerra permanente será suicida. La permanencia de las ideas de Bush en el Estado yankee es un peligro que no veo que los capitalistas estadounidenses estén dispuestos a tolerar. Las mentiras esgrimidas por el imperialismo y sus aliados en ocasión de invadir Irak o esas operaciones de miedo como la propagación de las esporas de ántrax en Norteamérica y en todo el mundo por solo 2 meses son ficciones oficiales que ¿engañan?, ¿tratan de engañar? o ¿no engañan a casi nadie? Viendo las cosas desde una perspectiva algo optimista, y suponiendo que la realimentación de mentiras reiteradas termina por convencer a cada vez más sectores de que les están mintiendo, podría decirse que el horizonte del engaño no tiene patas tan largas. Por eso en esto creo que si bien hay que tomarlas de manera crítica, las ideas sobre que esta "guerra contra el terrorismo" sea una conspiración no es un camino a desechar en el rumbo de desenmascarar las mentiras oficiales. Tal vez las mentiras sobre esta nueva situación de guerra permanente lleguen más lejos de lo que muchos de nosotros creemos, y tal vez terminemos por darles la razón a los Schoelman o los Almeyra. O tal vez no. Si la idea de una conspiración sirve en la lucha contra el engaño permanente, entonces se vuelve interesante. Una teoría sobre la conspiración no solo es atractiva por sus argumentos, sino también por su potencialidad.



Opiná sobre este tema
¬ Anterior Ir a la Portada Siguiente ®