Felipe Zuloaga era relojero porque su abuelo y su padre lo habían sido. Los aspectos mecánicos de las máquinas para medir el tiempo no representaban un problema para Felipe, el tipo arreglaba relojes porque eso le daba de morfar y le permitía dedicarle horas de ocio a su verdadera pasión, el tiempo en su aspecto físico. A Felipe lo obsesionaba la posibilidad de volver al pasado para modificar algunos hechos que mejoraran el actual estado de cosas. La idea era acceder a un momento clave de la historia y evitar que sucedan ciertos acontecimientos o hacer que sucedan otros que nunca sucedieron. Felipe era un estudioso de la historia mundial y debía serlo porque era necesario ubicar con precisión el o los momentos exactos a ser modificados, para, a su vez modificar este presente angustioso. Lo primero que debís solucionar era como viajar hacia atrás en el tiempo, para eso era necesario fabricar una máquina y lo hizo. La máquina de Zuloaga tenía el aspecto de un reloj de péndulo de esos altos con puerta de vidrio y el cuadrante arriba de todo. Para trasladarse en el tiempo Felipe debía meterse adentro, cerrar la puerta y ajustar ciertos mecanismos y controles que estaban en la base del reloj propiamente dicho. Felipe viajó para atrás en el tiempo, pero la ansiedad y la urgencia lo llevaron a apresurarse y terminó viajando en una máquina que sólo iba para atrás, no precisaba con exactitud el año de llegada y tampoco garantizaba la vuelta. En estas condiciones Felipe viajó a los años de la revolución de mayo, mejor dicho quizo llegar a esos años pero terminó viajando un poco más atrás, a 1805, cinco años antes de los hechos de mayo y su contexto histórico. Mal no le vino porque tendría mucho tiempo para insertarse en una sociedad que no era la suya. Felipe ya tenía un oficio, recordemos que era relojero, en el aspecto económico la superviviencia estaba garantizada, el verdadero problema era cómo meterse en los sectores de infuencia. El plan iba en viento en popa cuando consiguió reunir una cierta cantidad de notables en su relojería que llegó a ser conocida como la relojería de Zuloaga, varios de los que debían haber asistido a la jabonería de Vieytes empezaron a asistir a aquella relojería que reunía a los que dieron en llamarse los alternativos. Los planes de Zuloaga en cuanto a la organización nacional eran definitivamente revolucionarios, el entusiasmo que provocaron en aquellos iluminados las ideas de Felipe fue de tan magnitud que de haber sobrevivido a la tragedia que les deparaba el destino aquellos hombres habrían redactado con años de anticipación las leyes necesarias para organizar un estado moderno.
Antes de morir, Felipe había descubierto que no era suficiente con modificar un solo acontecimiento sobresaliente de la historia sino que debía intervenir en infinidad de pequeños acontecimientos, impedir ciertas muertes, interrumpir algunos embarazos, provocar accidentes, sembrar pistas falsas y verdaderas y un sinfín de actividades que no podría llevar adelante solo. El plan extendido incluia mejorar la capacidad de su máquina para lograr que pudiera viajar al futuro y volver al mismo lugar y tiempo. Faltando un año para los sucesos de mayo de 1810 la tragedia sesgó la vida de estos notables Un carruaje bomba estacionado en la puerta del local destruyó paredes y cuerpos. De esta forma los sueños de Felipe y sus compañeros alternativos quedaron sepultados bajo los escombros. La máquina de Zuloaga sobrevivió al atentado, paradógicamente consiguió llegar al futuro, se tomó su tiempo y hoy está en un museo que no voy a nombrar, parece un reloj de péndulo pero no lo es.
Libertad a Seguro
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