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Segundas partes

Por Miguel Espinaco

     "Toda la fortaleza del poder del imperio Inca se resumía en tres preceptos morales" dijo Obeid primero en quechua y después en castellano: "No robar. No mentir. No holgazanear. Esos fueron los preceptos que guiaron mi primer gobierno y son los que van a guiar esta segunda gestión. Les garantizo que mientras yo esté al frente del gobierno de Santa Fe, aquí no se va a robar, no se va a mentir y no se va a holgazanear".

     Testigos privilegiados de tan creativo marketing político del gobernador entrante, fueron la vicegobernadora María Eugenia Bielsa - la tercera Bielsa famosa - los colegas Felipe Solá, José Manuel de la Sota y Jorge Busti,
el presidente de la Corte Suprema, Rafael Gutiérrez - primo del saliente Reutemann - el embajador Kirchnerista Ginés González García, legisladores presentes, invitados especiales, periodistas, asesores, alcahuetes varios, señores y señoras.

     En el discurso del gobernador reincidente sobraron - era de esperar - los guiños a Kirchner y faltaron - también era de esperar, claro - sus autocríticas sobre la anterior gestión Obeid en la que el tipo había sido gestor de Menem en Santa Fe, en el que se había cansado de subsidiar a empresarios amigos del poder como la General Motors, en el que no había olvidado para nada participar del circo privatista con la entrega del Banco Provincial a una banda de narcolavadores primero y con la aprobación de la ley de privatización de la Epe después, venta que finalmente fracasó por la única razón de que ya no había compradores disponibles. A pesar de que volvió a insistir en que la educación será el eje de su gobierno, tampoco se acordó de que había sido alumno ejemplar de Cavallo y del Banco Mundial en la aplicación de la Ley Federal de Educación en nuestra provincia.

     Pedirle memoria puede resultar, claro, un exceso de optimismo. Especialmente, porque ni siquiera la tuvo para criticar la gestión de Reutemann, a la que él se opuso aunque también la apoyó, claro, ya que estas extrañás cosas son bien posibles en el enjuague electoral de la Ley de Lemas. Para los pocos que lo votaron - apenas el 15 % del padrón electoral - debe haber resultado una desilusión que no marcara diferencias con el gobernador saliente.

     Habló de los inundados, pero evitó pasar por la carpa negra en su paseo a pie desde la Casa de Gobierno a la Legislatura, una evasión complicada que no pasó desapercibida, una esquivada que muestra claramente que Obeid prefiere no enfrentarse con su socio. Habló de la importancia de los derechos humanos pero no dijo nada sobre los homicidios de los días de diciembre de 2001 en Rosario. "No tengo nada que reclamarle" a Reutemann, había dicho días atrás, como para que les quede claro a los que esperaban algo distinto del ahora "kirchnerista" Obeid, a los que todavía sueñan con que las diferencias entre el kirchnerismo y el menemismo sean algo más que gestos simbólicos como éste de proclamar frases rimbombantes usando el idioma quechua.

     Sin embargo, habrá que marcar diferencias entre este recambio de 1995 en el que participaron los mismos actores - el mismo Carlos Reutemann que cedía el cargo al mismo Jorge Obeid - y el actual, porque es inocultable que esta vez el Lole cedió realmente parte del poder. Puede parecer poco - parte del poder - pero eso hace que la situación sea otra.

     Aquella vez nadie dudaba que Obeid era apenas la continuidad de Reutemann, "su" hombre para reemplazarlo cuatro años, un suplente para cumplir las reglas de la Constitución Provincial, apenas eso. Ahora, los realineamientos nacionales detrás de Kirchner, el endurecimiento de la pelea entre sectores patronales que pujan por quedarse con la tajada más grande del robo cotidiano al que someten a los trabajadores, los reflejos inevitables de la construcción del poder Kirchnerista que teme que el Senado se convierta en un bunker neomenemista con Reutemann como actor principal, dejan entrever un gobierno con grandes chispazos al interior del gobernante Partido Justicialista, un escenario bastante alejado de la disciplinada paz de la década pasada.

     Es cierto que lo que promete Obeid es pura cosmética. Fiel al estilo K, sus definiciones en el discurso inaugural de su gobierno son pura espuma. Nada queda de sus cuarenta y cinco minutos de discurso para los trabajadores y para los sectores populares, apenas algunas promesas de transparencia y algunos gestos. Su vicegobernadora, yendo a trabajar de vaquero y zapatillas, es casi un resumen de lo que promete la gobernación "original" que anticipó Obeid.

     Sin embargo - y a pesar de las intenciones de Obeid de evitar choques anticipados con el reutemismo - tan timorata agenda ya promete choques. Los paros de Maguid, indisimulablemente enfocados contra el gobierno entrante - a pesar de haberse iniciado en los últimos días del saliente - la división de la intersindical y las movidas del sindicalismo kirchnerista por el chau Lole son apenas una muestra. La reforma política y la repartija de cargos instalará el foco de la pelea en la Legislatura santafesina en los próximos meses, la modificación de la estructura de ministerios pondrá sobre el tapete la cuestión de quién manejará los recursos de la reconstrucción y la Unidad Ejecutora, la "caja" más importante de la provincia. La elecciones para la presidencia del PJ santafesino - que ha sido rechazada por Reutemann a pesar del cordial ofrecimiento de Obeid - será otro de los campos de batalla.

     Los esfuerzos de Obeid por mantener un clima de unidad llegan a la letra de molde de los diarios. El diario La Capital de Rosario reproduce declaraciones de Obeid en las que afirma que "el peronismo siempre se ha terminado poniendo de acuerdo. Algunos todavía están doloridos porque pensaban que en función de supuestas luchas entre Reutemann y Obeid iban a poder ganar las elecciones y no fue así, porque nos pusimos de acuerdo y volvimos a ganar. Después pensaban que como ganó Obeid iba a haber una confrontación con Reutemann, pero seguimos de acuerdo, tuvimos una transición ejemplar por lo ordenada y aquí estoy gobernando, integrando a mi equipo de gobierno a hombres valiosos del sector de Reutemann. Quien está gobernando en la provincia es el peronismo".

     Pero la verdad, es que mucho más allá de estas declaraciones de amor eterno, los vientos de la realidad invitan a sospechar un futuro mucho menos rosa. Aunque son los mismos actores la situación es distinta, porque aquel fue un gobierno fortalecido por una situación nacional que le daba oxígeno y unificado por un liderazgo indiscutido y con apoyo social que era el de Reutemann, fue un gobierno capaz de avanzar como una topadora con sus medidas antiobreras. Este, en cambio, será un gobierno dividido, un gobierno cruzado por demasiadas contradicciones, un gobierno presionado por la nueva desconfianza social que se abrió en el 2001, un gobierno en gran parte maniatado por los nuevos debates que se dispararon en la sociedad argentina y sometido a los complicados avatares de los realineamientos a nivel nacional.

     No es en realidad una mala perspectiva. A pesar de lo que acostumbran a decir los analistas políticos, es preferible un gobierno débil a uno fuerte cuando de gobiernos antipopulares se trata, es preferible porque mientras ellos dilucidan sus sucios negocios, abren brechas para que las luchas de los trabajadores y del pueblo puedan colar sus reclamos.

     Es una oportunidad, entonces. Pero que esa oportunidad se concrete dependerá de que el pueblo santafesino no se coma los amagues, de que no olvide ni por un momento aquello de que aunque la mona se vista de seda mona queda, de que tenga presente que Reutemann y Obeid son defensores del mismo plan que nos dejó sin trabajo, sin educación, sin salud y sin futuro.

     Es una oportunidad, sí. Pero que esa oportunidad se haga realidad, dependerá de que no perdamos de vista de que a pesar de sus peleítas por espacios de poder, Reutemann y Obeid - los dos - juegan en el equipo contrario.

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