El Mango del Hacha

Pies de silencio: marcha hasta la madre del EZLN

por Natalia Melisa Picciola Marozzi

“Soy tú porque eres yo. O sea porque fui. Tú y yo.
Nosotros dos. Vosotros, los otros,
los innumerables ustedes que se resuelven en mí”
...
“Porque voy con ustedes a todas partes.
Siempre con él, con ella, contigo, esperando sin protestar, esperando.
De los ejércitos de mis semejantes se ha forjado la historia.
De la pulverización de mis añicos está amasada la tierra.”

Fragmento de José Emilio Pacheco. “Prosa de la calavera” (1)

Después de casi diez meses viviendo en México, resulta que me tocó el ocho. Y es que claro, no cualquiera tiene la posibilidad de levantarse un día y saberse convocado a caminar junto a los zapatistas después de más de 5 años en los que no salían a marchar fuera de sus comunidades. Los periódicos señalan la participación de entre 15 y 20 mil indígenas bases de apoyo zapatista, manifestándose para respaldar las marchas populares (no + sangre) por la vida y en contra de la guerra de Calderón. Y es que la supuesta pelea contra el narcotráfico en México ya se ha cobrado más de 28 mil vidas; víctimas denominadas por los organismos oficiales como “daños colaterales”. Cuerpos sin vida producto del fuego cruzado entre los que se encuentra el del hijo del poeta Javier Sicilia.

Ese día, se hace imposible llegar hasta la puerta, y entonces una combi nos deja a 15 minutos de la Universidad de la Tierra, en donde se realizó la convocatoria para marchar hasta la plaza de la paz. Veedores internacionales y periodistas extranjeros de todos los colores pueden llevar su cara descubierta. La legitimidad de ser “no-indígenas” les permite mostrar sus rostros, aunque yo debo cubrir el mío para no ser deportada (2). Para lo que no saben, a poco tiempo de la aparición de el EZLN en la arena política, la constitución Mexicana fue modificada para prohibir la participación política de extranjeros en el territorio nacional.

Me detengo en un punto para intentar entender el número de personas que están marchando. Una hora y media más tarde todavía sigo parada allí, viendo pasar familias enteras: hombres , mujeres, niños, jóvenes y ancianos... trajes típicos de colores miles y un mismo rostro. Las columnas marchan perfectamente ordenadas. En sus pasamontañas se destaca, bordado en lana, el número de caracol al que pertenecen y cada continente camina guiado por un coordinador. El coordinador – armado de su walkie- talkie - señala si deben seguir, detenerse o correr. Nadie pronuncia palabra alguna.

Las caras de los traunseuntes coletos - curioso adjetivo que califica a las personas no-indígenas residentes en San Cristobal de Las Casas- , son de sorpresa y casi nunca de indiferencia. Una niña reclama a su padre: “Pa...yo quiero una máscara como así!” y en su incocencia clava un puñal en las conciencias de los distintos.

Ya en la plaza, el dicurso pronunciado reza: “No se trata de ver quien gana de entre católicos, evangélicos, mormones, presbiterianos o de cualquier religión o no creyentes. No se trata de ver quién es indígena y quién no. No se trata de ver quién es más rico o más pobre. No se trata de quien es de izquierda, de centro o de derecha. No se trata de si son mejores los panistas o los priístas o los perredistas o como se llame cada quien o todos son iguales de malos. No se trata de quien es zapatista o no lo es. No se trata de estar con el crimen organizado o con el crimen desorganizado que es el mal gobierno”.

Y se preguntarán ustedes entonces: ¿de que se trata todo esto? Y de nuevo resuena la voz de los sin voz: “porque de eso se trata todo esto, compañeras y compañeros: de una lucha por la vida y en contra de la muerte. De lo que se trata es de que para poder ser lo que cada quien escoge ser, para poder creer o no creer, para elegir una creencia ideológica, política o religiosa, para poder discutir, acordar o desacordar, son necesarias la paz, la libertad, la justicia y la vida”.

A veces las palabras y los silencios dicen lo mismo. Levanto la mirada y sólo puedo ver rostros cubiertos y cuerpos llenos de identidad: tojolabales, tsotsiles, tseltales...en la diversidad que los contiene sus palabras se comprenden facilmente: “y no es la razón propia, de individuo o de grupo, la que debe imponerse, sino la razón colectiva. Y la razón de una sociedad se construye con legitimidad, con argumentos, con razonamientos, con capacidad de convocatoria, con acuerdos”.

“No están solos” repiten los miles en la plaza concentrados y cantan -de pie- su himno. Yo lloro y pienso en cuánto sentirían mis compañeros de estar allí; pienso en los discursos que proclaman la muerte de un ejercito que las izquierdas actuales son incapaces de convocar.

La magia sigue intecta y huele a tortilla y a sudor. Saberse acompañado lo vuelve a uno más fuerte y más indignado. Y es que estamos hasta la madre de capitalismo neoliberal.

Ya se fueron?, pregunta una mujer a otra en el mercado. Llevo prisa y no escucho la respuesta pero puedo suponerla: aquí estan.

7 de Mayo de 2011
Desde las montañas del sureste mexicano
Natalia Melisa Picciola Marozzi


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(1) José Emilio Pacheco, “Prosa de la calavera”, en “Fin de siglo y otros poemas”, México, Fondo de Cultura Económica / Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas No. 44, 1984, pp. 114-117.

(2) El artículo n° 33 de la Constitución Nacional de los Estados Mexicanos señala que el ejecutivo tendra la facultad exclusiva de hacer abandonar el territorio nacional, inmediatamente y sin necesidad de juicio previo, a todo extranjero cuya permanencia juzgue inconveniente. Los extranjeros no podran de ninguna manera inmiscuirse en los asuntos politicos del pais.