El Génesis olvidado del kirchnerismo

por Miguel Espinaco

Juro que un poco me sorprendió y que otro poco no.

Digamos, para decirlo de otro modo, que tenía ciertas expectativas y digamos enseguida que lo de ciertas opera aquí no como una precisión, sino como una vaga limitación de lo que se afirma, como un diminutivo elegante que casi podría traducirse como poquitas.

Por un lado, partamos de que tengo en facebook una lista de amigos que incluye a muchos kirchneristas y a muchos otros que seguramente se autodefinirían como no kirchneristas pero progresistas, de esos que se ubican a babor del gobierno, en el supuesto de que el gobierno vaya para adelante.

Por otro lado, esos amigos se entusiasman en general en otro tipo de debates más terrenales, por ejemplo si está bueno o no ser del grupo A, o sobre qué hay que decir de que el gobierno progre quiere pagar deuda, o si es más feo gastarse la guita del petróleo o pagar espías para meter las narices en las conversaciones ajenas, o sobre si conviene criticar al gobierno o si no, porque eso sería hacerle el juego a la derecha.

Por fuera de estos debates - digámosle tácticos - que gustan llevar adelante con apasionamiento, hay un núcleo de coincidencias que parte de ciertos principios dogmáticos – y acá ciertos alude sí a una precisión – entre los cuales no es para nada el menor, su oposición sin atenuantes al neoliberalismo.

Entre tantos pros y tantos contras, supuse que alguno iba a contestarme. No supuse muchos, insisto, apenas supuse alguno.

Al fin de cuentas hay en mi lista de amigos varios dirigentes de esos que salen por la tele, gente que debiera preocuparse por cosas así.

* * *

Entonces esta nota, que está escrita con frases sueltas que hace unos días vengo poniendo en mi “estado” en facebook, en ese rectangulito que pregunta qué estás pensando para tentarte a empezar algún diálogo en ese bar virtual. Diálogo que yo empecé sin mucho éxito, como ya te he contado.

Todo comenzó con este mensaje, ajustado cuidadosamente a los cuatrocientos veinte caracteres que permite la entrada: “escucho de la crisis europea y escucho a los que dicen "es culpa del neoliberalismo", empezando por el gobierno argentino y sus seguidores que lo repiten a cada rato. ¿Pero cuál es la opción capitalista al neoliberalismo? Nadie lo dice. El kirchnerismo se presenta a sí mismo como una opción, pero su cédula de nacimiento lleva impreso - devaluación mediante - uno de los más brutales ajustes de que se tenga memoria.”

Como en los comics, el asunto siguió en entregas, y en el continuará traté de concretar el hecho por el cual proponía ese debate a los progresistas del mundo que sueñan con un capitalismo que no reparta pobres a diestra y siniestra, ajustes brutales y crisis cada vez más recurrentes: “el problema de echar la culpa de la crisis europea al neoliberalismo, es que implica que hay otro capitalismo no neoliberal que no hubiera llevado a Europa a la crisis. El que formula así la cuestión debería mostrar la posibilidad de un capitalismo que no ajuste.”

Y algunas horas después, lo cité a Néstor Kirchner, para ver si lograba que aunque sea por simpatía, alguno de sus  críticos por izquierda dijera esta boca es mía: “en Argentina desapareció del diccionario político la palabra ‘ajuste’, Néstor dixit. El kirchnerismo parte de un mito fundacional: presentarse como lo opuesto al neoliberalismo. Pero sus "éxitos" capitalistas se apoyan en un ajuste a escala cósmica: la macrodevaluación del 2002. Ocurre que por cierto, no existe un supuesto “kapitalismo” feliz capaz de haber evitado la crisis europea”.

* * *

Decía más arriba que tanto los kirchneristas bien seis siete ocho como sus críticos más o menos progres, comparten ciertas coincidencias dogmáticas como la de que el capitalismo funciona mejor sin ajuste o como que el rol del estado y de la política son capaces de domesticar a los mercados.  Son algunos conceptos más o menos vagos que se perfilan como para darle forma a esa denuncia que se detiene en las maldades del neoliberalismo.

En la particular cosmogonía del kirchnerismo, el asunto llega al extremo de suponer un mundo en el que no hubo, no hay, ni habrá más ajuste: el capitalismo perfecto.

La devaluación que hizo añicos los salarios en el 2002 y que haría morir de envidia a los ajustadores griegos es relatada como una factura a pasarle a la prehistoria, como un hecho que no contamina el mito de la creación kirchnerista; la suba de los precios es vista como una conspiración de empresarios malos que no se allanan al “modelo”, no como un mancha en la fábula de la política y el estado que domestican al mercado; el hecho de que sigan cosechándose dólares en vez de comida en los campos argentinos - mientras no todos comen - es contada como una de las “tareas pendientes”, no como el precio del crecimiento capitalista a fuerza de commodities; el temido tambaleo de las mejoras en los índices de ocupación a cada ventolera internacional, es relatado con un autocomplaciente “podría ser peor”, en vez de ser analizado como la demostración de que las leyes de la economía capitalista hacen pagar el pato a los más débiles, más allá de los parches que se intenten.

* * *

Grecia era evitable – escribe Sandra Russo en su nota) sobre el tema en Pagina 12 - Si se hubiese llegado al hueso del problema en un debate público que desenmascarara la aberración política y económica del neoliberalismo, la derecha seguiría siendo derecha, pero buscaría otro modo de serlo. Un modo aceptable para los electorados.”

Eduardo Aliverti lo cita a Juan Gelman para explicar que “el FMI subraya que las medidas adoptadas para salvar a Grecia son apenas calmantes de una enfermedad más grave” y que nadie “explica en qué consiste el mal”,  y llama a esta ausencia de explicaciones “apagón neoliberal”, apoyándose en el mismo diagnóstico,  Y más adelante cierra explicando que “los suramericanos  mostramos rasgos, parciales, de habernos dado cuenta de a dónde conducen los cantos de sirena neoliberales”  (Las cosas se cuentan solas – Eduardo Aliverti).

Muchos podrán decir, claro, que decir neoliberalismo es un eufemismo, que es un tiro por elevación al centro neurálgico del capital aprovechando que el neoliberalismo tiene mala prensa, especialmente en la Argentina.  Pero no.

Se nota en estas breves citas, que echarle la culpa de la crisis europea al neoliberalismo es implicar el supuesto de que hay otro capitalismo no neoliberal que no hubiera llevado a Europa a la crisis, ese que para Eduardo Aliverti estamos intentando los suramericanos o ese que para Sandra Russo permitiría a la derecha seguir siendo derecha y a la vez popular y juntavotos, o sea no ajustadora.

Pero la verdad es que no hay un capitalismo bueno y otro malo, son una continuidad que no admite mitologías. Ese supuesto capitalismo feliz, tan efímero en términos históricos, que fue probado en la postguerra – acá “sustitución de importaciones” y “justicia social” fueron sus nombres – fue ese que resultó en que sobre sus ruinas se enancaran los ajustes brutales de la ola neoliberal, que ya habían empezado su agresión al salario y a las conquistas obreras mucho antes de que Videla y Martínez de Hoz las impusieran a sangre y fuego.

Y, peor aún: ese supuesto capitalismo feliz había nacido de ese brutal ajuste que se llamó guerra mundial, aunque los progresistas de aquel entonces bien que se hacían los distraídos al respecto, igual que se hacen los distraídos los defensores de este supuesto “modelo” que - sin ningún pudor - eligen olvidarse de la verdadera génesis, del ajuste que los parió.


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