Cuán larga es la mano de los golpistas hondureños

por Enzo Vicentín

Al cierre de esta nota, la atención se ubica en Costa Rica, donde el presidente Zelaya y el presidente de facto Micheletti negocian bajo la intermediación del presidente costarricense Oscar Arias. No se sabe muy bien qué van a negociar, pero los resultados en los próximos días develarán qué rumbo tomará Honduras en las próximas semanas. Este acontecimiento es parte de una crónica que avanza vertiginosamente, y que en los próximos días brindará nuevos elementos a partir de las acciones diplomáticas y las movilizaciones populares. La intención del artículo no es trazar una crónica de los hechos, sino enfocarse en una de las principales preguntas que (sin riesgo a exagerar) todos los que seguimos los sucesos de Honduras nos hicimos desde un comienzo: ¿qué papel jugaron los Estados Unidos en el golpe cívico-militar que destituyó a Zelaya y puso en su lugar a un gobierno de facto?

La lectura del cuantioso material que hoy puede encontrarse en periódicos, portales de noticias y blogs acerca del tema nos permite ir hablando a la par de datos, argumentos e interpretaciones realizadas por otros autores.

A diferencia de su histórica postura favorable a los golpes cívico-militares o militares de carácter reaccionario, esta vez tanto Barack Obama como Hillary Clinton (secretaria de estado) han tenido palabras de condena para el gobierno de facto hondureño. Es cierto que las palabras que utilizaron no fueron las que debería tener un gobierno totalmente decidido a terminar con el experimento de Micheletti, pero el gesto difiere de la histórica postura del imperialismo norteamericano. ¿Eso implica que la administración norteamericana no estuvo involucrada en el golpe? No. En los últimos días han surgido informaciones que da cuenta de reuniones entre sectores empresarios y políticos en la casa del embajador norteamericano en Honduras, Hugo Llorens (ver nota). Algunos analistas sugieren que incluso dentro del Departamento de Estado se tenía conocimiento de que el golpe iba a darse, y que ante eso intentaron que el embajador Llorens buscara disuadirlo (ver nota). Si la intención del Departamento de Estado era que el golpe no se produjese, por qué se produjo.

Aparece cada vez con más fuerza el argumento de que en el gobierno norteamericano hay más de una línea de decisión y que podríamos estar ante la presencia de un doble poder en el cual Obama y sus principales funcionarios no manejan la misma línea que sectores residuales de la administración Bush, el Pentágono y la CIA (ver nota). “[los golpistas] no podrían dar el golpe de Estado sin el consentimiento del Pentágono y la CIA, que actúan más allá del Presidente Barack Obama” dice Adolfo Pérez Esquivel. “Detrás del golpe hay varias fuerzas sociales, económicas, y políticas, de las cuales la más importante es la administración del presidente Barack Obama. Ningún cambio importante puede ocurrir en Honduras sin la aprobación de Washington” dice por su lado James Cockcroft, quien agrega que “la ambigüedad y las contradicciones de las declaraciones del presidente Obama y su Secretario de Estado Hilary Clinton en cuanto a Honduras y su golpe militar “ilegal” (¿puede un golpe militar ser “legal”?) reflejan la complejidad de la política estadounidense actual”. Habría que decir que la autonomía de la CIA para actuar en el mundo no es un argumento novedoso, de hecho en más de una ocasión durante la llamada guerra fría ha sido utilizado para dar cuenta de que por detrás del poder de la Casa Blanca hay un poder todavía más poderoso que es el del Pentágono y los organismos de Inteligencia estadounidenses. Me da la impresión de que en este caso podríamos estar ante una manifiesta contradicción dentro de la burocracia estatal norteamericana, que expresa el carácter ambiguo de la administración de Obama, con funcionarios de Bush ratificados en sus cargos al mismo tiempo que en el discurso busca despegarse de la herencia de la administración Bush. Pero llevar este argumento más lejos de lo que se debería puede hacernos caer en el error de considerar que la CIA y el Ministerio de Defensa de Estados Unidos no sólo son los únicos gobernantes de su país sino que también son unos conspiradores super efectivos y a los cuales todas las jugadas les salen bien. Años y años de propaganda norteamericana en tal sentido nos alertan. Tal vez en el afán de criticarlos, tomamos como cierto el mito de la grandeza y el increíble poderío de la Inteligencia yankke que ellos se han cansado de propagar.

Otra línea de argumentación que se encuentra en varios análisis es la que podríamos llamar “el peso de la historia”. A través de ella se destacan algunos factores históricos y estructurales de Honduras, así como también se busca en el pasado de algunos personajes involucrados las razones para entender cómo actúan en el presente.

En el plano histórico, se sostiene con razón el carácter totalmente dependiente de la economía hondureña respecto del mercado norteamericano. La “república bananera” en términos económicos fue sostenida por la presencia de los marines norteamericanos en territorio hondureño. Durante la década de los 80 el territorio hondureño fue la principal base de operaciones de los contras nicaragüenses que atacaron al gobierno sandinista. En más de una ocasión se recuerda que Honduras fue caracterizada como un enorme portaaviones norteamericano en Centroamérica, metáfora que bien da cuenta del histórico rol contrarrevolucionario que desempeñó en la región. Estos elementos no deberían ser soslayados en ningún análisis, porque la historia de Honduras, su clase dirigente, su ejército o su economía le deben mucho de sí mismas a la fuerte intervención de los Estados Unidos en el país. Cuando la OEA manda a su secretario general Insulza y éste no consigue nada, y luego Hillary Clinton consigue sentar en una mesa a Zelaya y Micheletti, queda claro quien es más importante en la óptica del gobierno de facto hondureño.

En cuanto a los antecedentes de algunos protagonistas, es claro que los principales mandos del ejército hondureño han pasado por la nefasta Escuela de las Américas. El embajador Llorens es retratado por un análisis de la siguiente forma: “nombrado por el gobierno de George W. Bush (abril de 2008), fue consejero para asuntos económicos en Honduras y Bolivia, agregado comercial en Paraguay, coordinador de asuntos para el narcotráfico en El Salvador y funcionario consular en Filipinas. […] De 2002 a 2003, años del golpe de estado y golpe petrolero en Venezuela, el embajador Llorens ostentó el cargo de Asuntos Andinos del Consejo Nacional de Seguridad, siendo el principal asistente del presidente Bush y del director del Consejo sobre asuntos relacionados con Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú y Ecuador” (“Honduras en clave de capital”, José Steinsleger). Dentro de la burocracia norteamericana, se apunta a la figura de John Negroponte, que dentro de su temible historial ocupó el cargo de embajador en Honduras entre 1981 y 1985 y llegó a ser llamado “el virrey”. Negroponte, recordemos, ocupó un cargo en el Departamento de Estado hasta el último día del gobierno de George W. Bush. Por otro lado, se denuncia que el coronel Richard A. Juergens, que comanda actualmente la base militar Soto Cano ubicada en territorio hondureño, era Director de Operaciones Especiales durante el golpe de estado y secuestro en febrero del 2004 del Presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide. Los argumentos en tal sentido van apuntados a concluir que si sabemos con qué bueyes se ara, el resultado no es nada sorprendente.

Una carta abierta de de Ramsey Clark y el Obispo Filipe Teixeira dirigida al presidente Obama ofrece un resumen de este tipo de argumentos. Los autores dicen: “Tomando en consideración: 1. La cercana colaboración de los militares de Estados Unidos con el ejército hondureño manifestado por el entrenamiento y los ejercicios comunes; 2. El papel de la base militar Soto Cano, ahora bajo el comando del coronel Richard A. Juergens, quien era Director de Operaciones Especiales durante el secuestro en febrero del 2004 del Presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide; 3. Que el jefe del Estado Mayor del ejército hondureño, general Romeo Vásquez, fue entrenado en la Escuela de las Américas de los EE.UU.; 4. Que el Secretario Adjunto de Estado Thomas A. Shannon Jr. y el Embajador de los EE.UU. en Honduras, Hugo Llorens estaban plenamente enterados de los conflictos que conducían al golpe militar, concluimos que el gobierno de Estados Unidos tiene responsabilidad del golpe y está obligado a exigir que el ejército hondureño regrese al orden constitucional y evite acciones criminales contra el pueblo hondureño”.

Es cierto que a más de un militar hondureño o norteamericano el pasado lo condena. Y que repasar la historia de los protagonistas ayuda a entender una parte de toda la historia. Pero sin negar la importancia de tales datos, creo que la interpelación al gobierno de Estados Unidos debería pasar por otro lado. O sea, la responsabilidad que tiene Estados Unidos no sólo es responder por algunos de sus más conservadores funcionarios, sino responder ante la situación de Honduras por el rol protagónico que ha jugado en la historia y en la actualidad de Honduras. Es del “peso de la historia” de lo que se trata. El gobierno de Estados Unidos es una pieza clave en la resolución de este conflicto, más que la OEA, el ALBA, Brasil o Argentina. Lamentablemente para el resto de los países del continente es así. Por eso la administración Obama, que se propuso marcar otro rumbo en su política exterior después de 8 años de Bush, y que fue a la última Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago a decir que los tiempos habían cambiado, se encuentra ahora ante una encrucijada. Ante “el momento de la verdad” como dice James Cockcroft. Deberá mostrar en los hechos su voluntad de cambio o de lo contrario reafirmará el rol imperialista que Estados Unidos ha tenido para América Latina. Mientras tanto, la ambigüedad y la dilatación de una necesaria restitución de Zelaya en la presidencia hondureña son elementos que favorecen a los golpistas.

Con la postura que tome sobre el caso el gobierno de Estados Unidos podremos ver cuán larga es la mano de los golpistas hondureños.


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