Los dinosaurios están vivos por Enzo Vicentín Durante las últimas semanas el tema “seguridad” viene surcando los medios de comunicación. Su ascenso en la agenda de exposición y discusión públicas ha tenido esta vez algunos ejes novedosos como discusión acerca de la pena de muerte, y otros que vienen repitiéndose desde hace años como la estigmatización de la población pobre. A continuación algunos apuntes sobre el tema. Las estrellas que iluminan nuestro cielo Una característica que resaltó en el reciente debate sobre la inseguridad fue la participación de varios famosos y famosas del ambiente del espectáculo. La empezó Susana Giménez, luego del asesinato de un colaborador suyo. Y a partir de ese momento comenzaron a sumarse: Sandro, Moria Casán, Mirtha Legrand, Marcelo Tinelli, Cacho Castaña, y varios más. La cuestión no es criticarlos por ser personajes de la farándula que hablan de un tema que no manejan ni estudiaron. No es sugerirles que vuelvan a lo suyo. Que Susana, Moria o Tinelli vuelvan a lo suyo no mejoraría nada, ni el nivel de la televisión ni el cultural en general, aunque es preferible que estén en un estudio de televisión antes que hablando de la seguridad y haciendo lecturas sociológicas, psicológicas o morales de los delincuentes que “no los dejan vivir”. Al fin de cuentas opinan como habitantes de este país, aunque sus palabras tengan un peso que pocas palabras tienen, ya que los micrófonos y cámaras amplifican sus declaraciones en un grado que ningún no-famoso consigue alcanzar. Creo que lo criticable no es que hablen los famosos, sino el mensaje que dan. Y en el mensaje, mediado o no por la bronca y el nerviosismo, aparece lo que piensan. La ideología, o visión de mundo, que expresan con sus palabras, es algo insoslayable, muy a pesar de los que quieren des-ideologizar la discusión sobre el tema seguridad, o los que a comienzos de los noventas profetizaron el fin de las ideologías. Que Susana Giménez hable con incontinencia no quita que sus ideas sean un repertorio de una variante del pensamiento que la derecha tiene sobre la seguridad. Lo mismo le cabe a los demás famosos que anduvieron proponiendo mano dura. ¿Acaso alguien puede afirmar que el mensaje de Tinelli fue neutro o que Mirtha Legrand en su programa no expresa reiteradamente sus opiniones de derecha? Entre lo preocupante y lo terrorífico En el vaivén de las opiniones hubo de todo, y es cierto que varios famosos salieron a criticar a quienes se declararon a favor de una salida puramente represiva al problema de la delincuencia pobre. Se adjetiviza delincuencia porque convengamos que hay varias otras delincuencias en la sociedad, que no reciben la misma atención mediática y/o social. Si bien hubo de todo, la selección de las declaraciones que siguen a continuación motivan preocupación. Es llamativo que algunas discusiones que parecían definidas y cerradas como la eficacia de la pena de muerte para combatir el delito, o la obligatoriedad del servicio militar, hayan vuelto a debatirse porque Susana Giménez las propuso. “Terminen con los derechos humanos y esas estupideces. Basta con los menores; el que mata tiene que morir” dijo la rubia diva. “Los delincuentes están libres. Acá te matan por el pancho y la Coca (Cola) y nadie hace nada” tiró Marcelo Tinelli en un reportaje televisivo. Estos dichos, que junto a otros desencadenaron debates en foros de diarios, programas de televisión y radio, contribuyeron a generar la realización de actos en distintas ciudades del país. En el caso de Buenos Aires, entre los organizadores del acto del 18 de marzo se encontraron siniestros personajes como Constanza Guglielmi. Allí el rabino Sergio Bergman dijo: “No podemos convivir en paz si hay una situación donde se confunde el orden con la represión, la justicia con la venganza, la posibilidad de salir a trabajar, a estudiar, a caminar y a transitar sin tener miedo de que uno no pueda volver porque en una esquina te pueden matar”. En el mismo acto, el sacerdote Guillermo Marcó afirmó: “Es verdad que los delincuentes instalaron la pena de muerte porque te matan por 20 pesos, pero es verdad también que el odio no soluciona nada, porque la pena de muerte la tendrían que instrumentar los jueces que ahora dejan a los delincuentes en libertad”. Lo preocupante se va poniendo cada vez más oscuro. La toma de distancia de una propuesta como la pena de muerte fue en realidad tomar carrera para volver a pegar por otra arista. El compendio de citas se pone más oscuro todavía. Jorge Rial, que les dio móviles en vivo a los que salieron a apoyar a Susana Giménez, también escribió una columna en un sitio de noticias del espectáculo diciendo: “El que mata no es pobre ni recibió mala educación. El asesino es así estructuralmente. Mata por matar. Disfruta con el sufrimiento del otro y eso nadie lo podrá cambiar. No son simples ladrones, son asesinos con vocación de hacer daño y que tienen copada la calle ante la ineptitud de los que nos dirigen. Lo piensa cada uno de nosotros pero lo dijo Susana y explotó la bomba”. Llevar las causas del delito hacia alguna característica inmanente de la personalidad de quien delinque es un mensaje peligrosísimo; de la línea de los que ubican en los genes la causa de los males. Concluimos con –tal vez- el más escandaloso de los posicionamientos, aunque el ranking entre lo preocupante y lo terrorífico puede ser armado por cada lector según su punto de vista. Cacho Castaña afirmó en un reportaje que “Si a mí me matan a mi mujer o a mis hijos saco una itaka y no paro de matar gente. Acá con trescientos ladrillos solucionamos todo. Trescientos ladrillos nada más, hay que hacer una paredoncito y listo”. Semejante apología de la segregación social y del exterminio pasó sin recibir su merecida respuesta condenatoria. Así estamos. Apagar el incendio con nafta Un fenómeno que no debe ser dejado de lado es el progresivo estrechamiento del terreno donde puede discutirse el tema seguridad. De una historia que hace años viene escribiendo capítulos (los secuestros express, el caso Blumberg, los motochorros, los pibes del paco) la variante pena de muerte o más mano dura es un mojón que se planta junto a esos y otros tantos que encierran cada vez más la seguridad en el plano de la pura represión. No deja de ser una marca de los tiempos que vivimos: las salidas para mejorar la situación se buscaron por el lado de fortalecer a las policías o al poder judicial para que acelere los juicios y tenga leyes más duras. Dos muestras: por estos días el gobernador de la provincia de Buenos Aires Daniel Scioli está negociando con el Gobierno Nacional el traslado de 900 gendarmes al conurbano para que ayuden a la Policía, que a su vez va poner en servicio a la mayoría de los 1300 efectivos prontos a graduarse también dentro del conurbano. Otra: la jueza de la Corte Suprema Carmen Argibay acusó a los medios de comunicación de inflar los casos de inseguridad, y por lo tanto de reflejar algo muy distinto a la realidad. Hicieron cola para salirle a pegar, desde el periodismo principalmente. ¿Dónde quedaron las menciones a la exclusión económica y social, a la desocupación o los salarios insuficientes, a la ruptura de los encuadramientos institucionales? Hasta parece de otra época salir a hablar de causas estructurales de un sector de la delincuencia. Se ve cada vez más claro que, de la mano de los defensores y propagandizadores de la mano dura, al incendio de la delincuencia pobre se lo trata de apagar con nafta. Ciudadanía = Seguridad En la historia argentina, la ciudadanía extendida comenzó siendo un anhelo de políticos y pensadores en el siglo XIX. Como decía Alberdi, en algún momento la “república verdadera” vendría a reemplazar a la “república posible”. La reforma electoral de 1912 y la posterior llegada al poder del radicalismo componen un punto de inflexión en este tema. La ciudadanía se extendió, adquiriendo un perfil político e institucional: la participación política fue la contraparte del respeto por las instituciones. Luego del derrumbe de la Argentina liberal, el primer gobierno peronista avanzó sobre una idea de ciudadanía como la suma de derechos políticos y principalmente sociales. O sea que el ciudadano ya no se medía sólo en parámetros de participación política sino también en derechos a trabajo, salud o educación. Con el regreso de la democracia en 1983, y a pesar de la recordada frase de Alfonsín, en la realidad se impuso una idea de ciudadanía dentro e parámetros más políticos que sociales. ¿A qué viene este repaso? A llamar la atención sobre cierta corriente de la opinión pública que hoy busca asociar el concepto de ciudadanía a la seguridad. O sea que la integración a la sociedad política se haga a partir de contar con seguridad para los individuos. Como puede observarse, esta concepción expresa un profundo retroceso en relación a las concepciones de ciudadanía que a lo largo de la historia aparecieron en la política nacional. No sólo deja de lado la dimensión social de la ciudadanía, sino que hasta pone en un lugar subordinado a la dimensión política, relativa a la participación igualitaria y a las libertades personales. Si la ciudadanía se mide por seguridad, entonces el mejor intérprete para ese anhelo es un Estado más represivo, e incluso vale preguntarse si en esa concepción es relevante que siga vigente un Estado democrático. No debemos permitir que una postura así de retrógrada gane más adeptos en la sociedad. Por dónde pasa el problema El problema no sólo pasa por el mensaje que dan algunos famosos; es ese mensaje el que encuentra una creciente aceptación de la sociedad, y entonces los defensores de Susana salen a decir lo mismo que ella en cualquier verdulería sin preocuparse tanto porque alguien los mire raro o les diga fachos. Y eso es lo que más preocupa. Una sociedad que viene derechizándose, en la cual algunos reducen ciudadanía a seguridad y que piensan que la justicia es más justa cuando se hace por mano propia. En donde la única solución parece ser sumar más policías a las policías. En donde un análisis de la delincuencia pobre que tome en cuenta variables sociales y económicas parece anacrónico, cuando no revulsivo. Una realidad así confirma que los dinosaurios lejos de haber desaparecido, siguen vivos. Opiná sobre este tema |
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