Breves de sábado (15/12/07)

Expectativas

por Enzo Vicentín

Entre el lunes y el martes el recambio institucional en todas las instancias estatales puso en funciones a los ganadores en las urnas, en octubre y en meses anteriores. A los gobiernos de Cristina en la nación, Binner en la provincia y Barletta en la ciudad les llegó la hora de gestionar, les llegó el momento en donde el discurso de campaña y los anticipos durante el período de transición le dejan lugar a las decisiones de gobierno. Mirando hacia atrás, queda claro que estas nuevas administraciones -particularmente el gobierno nacional- no tienen que hacerse camino en un terreno colmado de cuestionamientos a la clase política o a la legitimidad de las nuevas autoridades. El año 2002 hoy está más lejos, y eso se nota.

Además de que su legitimidad de entrada es más alta, en el caso de los nuevos gobiernos provincial y municipal estamos ante gobiernos que rompen la continuidad de veintipico de años que tenía el Partido Justicialista al frente de los mismos. El hecho de que sean los primeros gobiernos distintos al PJ desde del regreso de las elecciones generales en 1983 les otorga un plus ante la sociedad, un plus de crédito, de tolerancia o de expectativa. Y casi como una tercera fuente de legitimidad, Binner es el primer gobernador del Partido Socialista en la historia del país.

El arranque con discursos, con jura de ministros, con espectáculos culturales deja ecos que pronto deben ser reemplazados por los primeros pasos, las primeras medidas, las primeras decisiones como conducción del Estado. Y resulta un clásico en materia política que los gobiernos entrantes -en cualquier nivel- tomen algunas decisiones que de antemano saben que tendrán un amplio respaldo en todos los sectores sociales. Cual si fueran marcas de presencia, tal vez golpes de efecto, con esos gestos los nuevos gobiernos tratan de trazar la línea: lo que los anteriores no quisieron hacer, lo hacemos nosotros. El caso nacional es distinto: la continuidad del kirchnerismo no habilita el distanciamiento con respecto al gobierno anterior. La frase de la presidenta Cristina Fernández fue en la línea de vamos a hacer lo que el gobierno anterior no pudo hacer: "tenemos que profundizar algunas cosas y corregir otras" dijo al asumir.

Los gestos al inicio de la gestión son esperables, algunas veces esperados. Pero no siempre novedosos. Es el caso, por ejemplo, de la decisión del gobernador Binner de retirar el vallado desplegado frente a la Casa de Gobierno con el objetivo de contener todas las movilizaciones sociales que se realizan. El miércoles por la mañana se produjo la desinstalación del vallado, y Binner declaró ante la prensa que "desenjaular" la Casa Gris es "un símbolo de la democracia, porque si un gobernador y sus funcionarios no pueden estar tranquilos dentro de un despacho, quiere decir que hay cosas que se están haciendo incorrectamente. Tenemos que aspirar a tener un diálogo". El diario El Litoral recuerda, y nosotros también, que el ex-gobernador Obeid tomó la misma medida al asumir en el año 2003, esgrimiendo argumentos similares a los que hoy plantea Binner. Pero tan solo meses después, y ante la movilización de los afectados por la inundación, Obeid volvió sobre sus dichos y reinstaló las vallas, más gruesas y mejor amuradas que las anteriores. Esperemos que Binner no repita la historia.

Pero así como podemos esperar que la historia de las vallas no se repita, es necesario advertir que los gestos iniciales pueden otorgar un empujón de legitimidad y aceptación a los nuevos gobiernos, pero luego deben continuarse y revalidarse a través de políticas que -utilizando una metáfora futbolera- no hagan quedar en offside a los gestos iniciales. Políticas no solo en el plano institucional, que es un plano atendible, sino en planos más urgentes como la exclusión, la educación o la salud. Y, ya lo hemos dicho en anteriores notas o informes, no podemos entusiasmarnos con los nuevos gobiernos, con gestos y todo, porque algo conocemos de lo que hicieron en la gestión que hicieron al frente de municipios o universidades. Como dice Atilio Borón con respecto al gobierno de Cristina, ojalá nos equivoquemos, y que los nuevos gobiernos nos sorprendan pero para bien. Pero a riesgo de ser antipático en estos momentos, o caer en la acusación de ser un inconformista permanente, hay que decir que no esperamos cambios significativos de signo positivo de parte de los nuevos gobiernos. Cambios que respondan a las expectativas de los trabajadores y los marginados, cuyos intereses lejos están de los de las clases dominantes.


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