Comunicación comunitaria y el comunicador social

por Sebastián Alarcón

La década de los ochenta fue crucial para la comunicación, el avance en la modernización tecnológica se expandía en todos los sectores sociales imponiendo la necesidad del consumo. La fascinación por el nuevo fetiche no tardó en invadir a las sociedades latinoamericanas. Bien así pudo describirlo en 1987 el español Jesús Martín-Barbero, antropólogo, filosofo y semiólogo: "las tecnologías no son meras herramientas transparentes y no se dejan usar de cualquier modo, son en últimas, la materialización de la racionalidad de una cultura y de un modelo global de organización del poder" (1).

Todo parecía cumplírse al pie de la letra, la instalación de cadenas de comunicación acaparó todos los espectros, provocando un consumo masivo cuyo contenido se basaba en la industria cultural que imponía el esparcimiento, la distracción y la despolitización de la opinión pública.

Con la llegada del siglo XXI, la comunicación en Latinoamérica comienza a mirar hacia un nuevo horizonte: poniendo a prueba cuál será la alternativa que aquellos jóvenes recién recibido de comunicadores sociales, presenten ante la idea de la recuperación de la palabra. Activando la inclusión de una franja de la sociedad que a sido expulsada por el sistema dominante de toda participación cultural, artística, política y socio-educativa.

¿Pero qué papel cumple el comunicador social en esta nueva alternativa de educación, denominada "comunicación comunitaria"?

Para comenzar deberemos tener en claro que el papel principal de la Comunicación Comunitaria es lograr que el pueblo hable por si mismo, en cierta forma lograr un estrecha relación de los medios comunitario con los movimientos sociales, quienes son la fuente de expresión de la cultura, de la política y de la organización social en general.

Y esto no surge por el hecho de ser parte de una misión colonizadora, sino que en cierta forma pone al comunicador social como un profesional. Pero mas allá de esto tenemos que tener en cuenta que somos "hombres", y como tales no podemos estar fuera de un contexto histórico-social. Muy bien señalaba Paulo Freire, cuando hacia referencia al papel del profesional en la sociedad:"cuanto mas me capacito como profesional, cuanto mas sistematizo mis experiencias, cuanto mas me sirvo del patrimonio cultural que es patrimonio de todos y al que todos deben servir, mas aumento mi responsabilidad con los hombres" (2).

Esto tiene que ver con una realidad que hoy en día se ve reflejada en el presente de muchos jóvenes recién recibidos de comunicadores sociales, sumergidos en un mundo de técnicos y especialistas salvadores de los demás, dueños de la verdad y el saber, que debe ser donado a los "incapaces o ignorantes". Acción totalmente alejada de todo principio de solidaridad y compromiso por una humanización social.

Es por eso que frente a tanta marginalidad y exclusión social, la comunicación comunitaria nace con el fin de lograr que ante las necesidades que tiene la sociedad, puedan contar con herramientas de comunicaciones participativas y democráticas, que liberen la palabra de los excluidos. Y cuando hago referencia a la necesidad de tomar las herramientas para lograr objetivos solidarios y comunitarios, no pasa por esa lógica absurda de aquellos que ven en la tecnología la razón de los males del hombre moderno.

Muy contrario a todo esto es ejemplo de la actividad que dos jóvenes comunicadoras sociales, perteneciente a la Organización No Gubernamental Acción Educativa, están llevando acabo en Arroyo Leyes, Santa Fe. Esta población de 2500 habitantes, ubicada a 22 Kms. de la ciudad de Santa Fe, presenta una realidad totalmente debilitada cultural, política y socialmente. La mayoría de sus habitantes son pescadores, productores/as, agropecuarios/as y un a gran parte de ellos con empleo transitorio o desocupados. (Existencia de 126 planes jefes/as de hogar). Más grave es la situación que presentan los jóvenes de allí, que tiene solo dos escuelas en la zona que ofrece hasta el segundo ciclo de Educación General Básica por lo que los adolescentes, en general, no cursan el tercer ciclo ya que significa un costo de traslado difícil de afrontar por la situación económica que enfrentan sus familias.

Frente a esta realidad, interesante fue el aporte y la tarea de comunicación comunitaria que estas jóvenes realizan en la zona, por medio de un estudio de investigación vieron que una de las necesidades de esta población era un medio de comunicación. Así nació el taller de radio comunitaria, con el fin de permitir a la comunidad un espacio de comunicación, expresión cultural y política.

Esto hace notar que ante esta nueva alternativa que presenta la comunicación comunitaria, abre las puertas en la sociedad logrando un cambio comunicación social, donde el comunicador social tendrá el desafió como verdadero profesional, exigiendo reflexionar sobre la realidad, tomar posición y compromiso con la misma.


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(1) Jesús Martín-Barbero. "De los medios a la mediación, Comunicación, cultura y hegemonía".

(2) Paulo, Freire. "Educación y Cambio". Editorial ediciones Búsqueda. Buenos Aires, 1979.

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