Ir a la portada

Los Consejos de Seguro

Por Adrián Alvarado

     Allá por septiembre de 2000 un compañero de estudios comentó de forma casual que había escuchado por ahí que en la cárcel de Coronda un interno llamado Seguro continuaba ocupando su celda aun después de haber cumplido su condena, a casi todos los presentes la historia les causó gracia por inverosímil y la olvidaron inmediatamente. Yo no pude olvidarlo y decidí investigar. Una semana después me dirigí a Coronda y en el penal, ante mi requisitoria, negaron rotundamente la existencia de un interno con las características de Seguro. No me di por vencido. Gracias a un amigo que tengo en tribunales pude averiguar que en el año 1984 un tal Seguro Cirilo Silva fue detenido por los cargos de robo seguido de muerte y condenado a 12 años de prisión efectiva. El robo fue perpetrado a una farmacia y en el momento del atraco una anciana entró al establecimiento, lejos de asustarse la pobre mujer se murió de risa, literalmente. El aspecto del ladrón le causó mucha gracia y su corazón no pudo resistirlo. Seguro carga hasta hoy en su conciencia aquella muerte que es una de las causas que lo retienen en la cárcel. La condena de Seguro terminó en 1996 pero decidió quedarse con la anuencia de las autoridades de la prisión. La condición de este particular preso no es normal, por esa razón me negaron su existencia.


     Volví a Coronda con un plan infalible que consistía en visitar a otro interno para que me confirmara la historia y funcionó, al punto que ese mismo día conseguí hablar por primera vez con Seguro Silva. En honor a la verdad hablé yo solo, el no me dirigió la palabra. Me despedí anunciándole que volvería, el se limitó a mirarme con ojos de "haga lo que quiera".

     La segunda vez que nos vimos le llevé cigarrillos negros, los aceptó pero tampoco dijo nada, me fui pensando que valía la pena insistir y volví con un as en la manga, una torta selva negra que rezumaba chocolate, no sabía si a Seguro le gustaban los dulces pero decidí darle crédito a mi intuición y no me equivoqué, cuando abrió la caja se le piantó un lagrimón y me dijo sonriendo "ha doblegado usted la voluntad de un hombre". Así comenzó la relación que me permitió difundir los trabajos que ustedes disfrutan en este pasquín virtual.

     La historia consejo que Seguro me entregara para ofrecerles en esta oportunidad se titula "Multiplicad los riesgos solo si controlarlos puedes".

"Multiplicad los riesgos solo si controlarlos puedes"

     Hérame joven mozo decidido y trashumante trapecista del circo de los hermanos Gaitán que allá por el 18 hacía las delicias del público nacional y foráneo. Formaba yo, parte de un grupo integrado por mi padre, madre, hermana y cuñado que al principio nos hacíamos llamar "Los fabulosos Silva", el apellido resultó contraproducente ya que muchos infelices se dedicaban a silbarnos sonoramente durante el acto, mi padre estuvo a punto de caer en dos oportunidades a causa de lo antedicho. Ante tales acontecimientos se decidió unánimemente cambiar el nombre del grupo que eramos nosotros por "The wonder flying family from Carlos Casares". El dueño del circo, con acertado criterio, nos dijo que el nombre estaba bien pero que era muy largo para el tamaño de la marquesina y nos sugirió acortarlo, así que optamos por "The flying family C.C." que terminó quedando más enigmático.

     Nuestro número consistía en el esquema básico de dos trapecios fijos y dos móviles donde hacíamos los intercambios con saltos de dificultad progresiva. Esto no se salía de los parámetros circenses de la época, lo espectacular del acto estaba en la multiplicidad de riesgos que nos esperaban en el suelo, a saber: cuatro leones de melena blanca, dos focas carnívoras, siete narvales con su colmillos apuntando hacia arriba, ocho mastines muertos de hambre, y un escocés borracho. Todos, encadenados en medio de la arena observaban cada uno de nuestros movimientos, emitiendo las onomatopeyas pertinentes. En la mitad del acto yo me encargaba de crear suspenso simulando estar a punto de caer, perdía con gracia la capa, que caía lentamente y era destrozada por las feroces bestias, esto hacía perder el aliento del público.

     El triple mortal, que no es un sánguche con ántrax sino un salto de intercambio, en el cual uno de nosotros, por aquel entonces mi padre, daba tres vueltas sobre sí mismo hasta alcanzar las manos de mi cuñado quien lo llevaba a la base. El triple mortal lo hacíamos al final y la gente no nos dejaba ir.

     El acto de los "Flying family C.C." era el más exitoso, superaba lejos al contorsionista libanés que se metía en una lata de dulce de membrillo, pero la fatalidad había comenzado a mover las fichas de su siniestro juego el mismo día que a mi padre se le ocurrió sumar riesgos, quiso que las dos camas de clavos del faquir holandés se sumaran a los peligros existentes, la idea le gustó al señor Gaitán quien las hizo colocar de inmediato.

     Yo intuitivo como era y soy supe que aquella misma noche algo había de acontecer y aconteció. Antes del triple salto tuve la certeza que algo malo habría de pasarle a mi padre, traté de convencerlo pero desoyó mis pedidos y saltó de todos modos. Pudo haber sido culpa de mi cuñado, o de mi padre, nunca lo sabremos, el caso es que mi progenitor dio las tres vueltas en el aire pero quedó muy lejos de su yerno y viceversa. Cayó y gritó y todos gritamos, pero el gritó más, porque cayó sobre una de las camas de clavos y las focas carnívoras, excitadas por el olor de la sangre se soltaron de sus cadenas y sin darles tiempo a los tramoyistas se abalanzaron sobre mi padre y le destrozaron la garganta y gran parte del pecho a dentelladas. El resto se lo comieron los leones por que estaba en el contrato.

     Hasta el día de hoy conservo en mi poder la urna con bosta de león en memoria de mi padre, el gran Silva.

     Libertad a Seguro.

     Delfina Contreras se ha ganado su espacio en estas páginas, no por el hecho de ser la esposa epistolar de Seguro, sino por mérito propio, vaya como definitiva muestra de su innegable talento este poema.

Las arremangadas tardes parisinas de Girard.

     Peca de ingenuo Girard ciertas tardes
     Que de tan tardes se anochecen
     Su corazón lo saluda hipertensión arterial
     Su fértil testaruda testa amaga cada tanto a traicionarlo
     La medicación lo marea
     Y Girard ya no es Girard
     Es el que escapa volando desde su viejo edificio
     Cobrando de súbito alas de cera y plumas y papel
     Las palomas se preguntan ¿Cómo? ¿Por qué? ¿De que manera
     Aquel bípedo implume de barba poblada se ha echado a volar?
     Vuela Girard en mangas de camisa ciertas tardes
     Por las azuladas cornisas del cielo francés
     Vuela Girard y fuma su libertad pasajera
     Hasta la cresta de la torre de metal
     Y aterido de frío y lucidez suele bajar derrotado
     Ya no ave
     Hombre.

     Por las noches y en su lecho
     Girard sueña con ascensores.

     Este espacio está abierto para todos aquellos que quieran y sepan. Así que pueden escribir a segurosilva@elmangodelhacha.com.ar.
     Saludos.

Ir a la portada